“Entonces Josafat se puso en pie en la asamblea de Judá y de Jerusalén,
en la casa de Jehová, delante del atrio nuevo; Y dijo: Jehová Dios de nuestros
padres, ¿no eres tú Dios en los cielos, y te tienes dominio sobre todos los
reinos de las naciones? ¿no está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay
quien te resista? Dios nuestro, ¿no echaste tú los moradores de esta tierra
delante de tu pueblo Israel, y la diste a la descendencia de Abraham tu amigo
para siempre? Y ellos han habitado en ella, y te han edificado en ella
santuario a tu nombre, diciendo: Si mal viniere sobre nosotros, o espada de
castigo, o pestilencia, o hambre, nos presentaremos delante de esta casa, y
delante de ti, (porque tu nombre está en esta casa,) y a causa de nuestras
tribulaciones clamaremos a ti, y tú nos oirás y salvarás. Ahora, pues, he aquí
los hijos de Amón y de Moab, y los del monte de Seir, a cuya tierra no quisiste
que pasase Israel cuando venía de la tierra de Egipto, sino que se apartase de
ellos, y no los destruyese; He aquí ellos nos dan el pago viniendo a arrojarnos
de la heredad que tú nos diste en posesión. ¡Oh Dios nuestro! ¿no los juzgarás
tú? porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene
contra nosotros: no sabemos que hacer, y a ti volvemos nuestros ojos”.
Los cristianos de hoy podemos
aprender buenas lecciones de las oraciones del Antiguo Testamento. Cuando
Josafat suplicó a Dios su ayuda, buscó un término medio entre su petición en
cuanto a su necesidad y la proclamación de su grandeza. De igual modo, debemos
hacer nuestras peticiones reconociendo quién es Dios. De lo contrario, el
enfoque de nuestra oración se convierte en necesidad, debilidad, fracaso o temor.
Josafat clamó a Dios por su
terrible situación, pero también exaltó sus atributos, reconociendo las grandes
cosas que Él había hecho. Cuando oramos así, nos volvemos más fuertes, sinceros
y audaces. Por eso es tan importante conocer la Palabra de Dios. Cuando leemos
acerca de cómo ha obrado el Señor en las vidas de los demás, entendemos su
fuerza y su poder maravillosos. Podemos así ver a hombres y mujeres del Antiguo
Testamento como un ejemplo, y comenzar a orar de manera parecida. El milagroso
poder de Dios sigue estando disponible hoy, y Él quiere que sus hijos lo usen.
Al proclamar: "¿No está en
tu mano tal fuerza y poder, que no hay quien te resista?", (v. 6), Josafat
estaba alabando a Dios, y al mismo tiempo recordándose a sí mismo la grandeza del
Señor. Cuando usted ore, háblele a Dios de su gracia y de su misericordia, y
piense en su gran poder.
¿Quiere revolucionar su vida de
oración? Si centra la misma atención en la proclamación de los atributos del
Señor, como lo hace con sus peticiones, sus oraciones tendrán una nueva
dimensión. Dejarán de estar centradas en usted mismo, para centrarse en Dios.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria