¿Caminas tú al
abrigo deL ALTÍSIMO?
Salmo 91:1-11
“El que habita al abrigo del Altísimo morará
bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Yahweh: Esperanza mía, y castillo
mío; mi Dios, en quien confiaré. El te librará del lazo del cazador, de la
peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás
seguro; Escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, ni saeta
que vuele de día, Ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en
medio del día destruya. Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; mas a ti
no llegará. Ciertamente con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los
impíos. Porque has puesto a Yahweh, que es mi esperanza, al Altísimo por tu
habitación, No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus
ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos”
Desde Génesis hasta Apocalipsis, la Biblia nos enseña que
cuando buscamos el rostro del Señor, y nos esforzamos por vivir bajo sus
reglas, podremos siempre estar seguros de que contaremos con su cuidado y su
protección. En el Salmo 91 encontramos unas cuantas promesas de Dios para los
que “habitan al abrigo del Altísimo”. Aquellos que han decidido vivir bajo la
voluntad y la dirección del Señor pueden decir, como el salmista: “Esperanza
mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré”.
La siguiente historia nos da una prueba evidente de la
verdad que envuelve esta escritura:
Diana, una joven universitaria y consagrada cristiana,
estaba de vacaciones en su pueblo durante el verano. Aquella tarde fue a
visitar unas amigas y mientras conversaban acerca de sus respectivas
experiencias durante el pasado año, el tiempo pasó rápidamente y la noche llegó
sin apenas darse cuenta. Ahora Diana tenía que regresar sola a su casa.
Mientras caminaba en la soledad y oscuridad de la noche Diana oraba pidiendo a
Dios que la protegiera de cualquier peligro. Llegó frente a un callejón por el
cual solía cortar camino para llegar a su casa y después de vacilar por unos
segundos decidió cruzar por allí. Cuando iba aproximadamente por la mitad del
callejón notó que había un hombre parado al final como si estuviera esperando
por ella. Se sintió un poco nerviosa y de nuevo oró a Dios pidiendo su
protección. Inmediatamente una sensación de profunda paz y seguridad la
envolvió totalmente. Sintió como si alguien estuviese caminando junto a ella.
Cuando llegó al final del callejón, le pasó por al lado a aquel hombre y
continuó su camino llegando a su casa sin problemas. Al día siguiente leyó en
el periódico que una joven había sido violada en aquel callejón unos veinte
minutos después que ella pasó por allí. Sintiéndose impactada por esta tragedia
y al pensar que bien pudo haber sido ella, comenzó a llorar dándole gracias al
Señor por su protección y pidiéndole que ayudara a aquella pobre muchacha.
Entonces sintió que debía ir a la policía pues ella
podría ayudar a identificar al violador. Después de contarles su historia, allí
le preguntaron si ella estaría dispuesta a tratar de reconocer a aquel hombre
entre un grupo de sospechosos. Ella asintió e inmediatamente señaló al hombre
que ella había visto la noche antes en el callejón. Cuando le dijeron al hombre
que había sido identificado, no le quedó otro remedio que confesar. El oficial
le dio las gracias a Diana por su ayuda y le preguntó si habría algo que ellos
pudieran hacer por ella. Ella le pidió que le hicieran al hombre una pregunta.
Realmente ella sentía una enorme curiosidad por saber el por qué él no la había
atacado a ella. Cuando el policía le preguntó, el hombre contestó: “Porque con
ella iban dos hombres muy altos, uno a cada lado”.
“A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en
todos tus caminos”. Al igual que Diana, tú puedes hacer tuyas las promesas de
Dios, si vives bajo su manto protector. Busca el rostro del Señor cada día en
oración, escudriña su Palabra, medita en ella y obedécela aplicándola en tu
vida diaria. Así establecerás una íntima comunión con Dios y podrás afirmar que
tú habitas bajo su abrigo, y por lo tanto disfrutarás de su protección y de sus
bendiciones.
ORACIÓN:
Dios de amor, de misericordia y de poder, yo quiero
disfrutar de tus promesas de cuidado y protección para tus hijos. Por favor,
ayúdame a vivir bajo tu sombra y tu abrigo cada día de mi vida. Aumenta mi fe y
dame fuerzas para obedecer tu palabra y permanecer siempre en tus caminos. En
el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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