Proverbios 18:8
“Las palabras del chismoso son
como bocados suaves, y penetran hasta las entrañas”.
Las palabras que salen de
nuestras bocas pueden ser de bendición y consuelo para alguien, o pueden servir
para maldecir y romper corazones, destruir reputaciones y crear contiendas. El
pasaje de hoy nos habla de “las palabras del chismoso”, es decir de aquel que
no se detiene a considerar el efecto que puede tener en la vida de otros
transmitir una noticia, un rumor o una historia sin siquiera verificar si es
cierta, ni sopesar las consecuencias que pueda traer. Dice que estas palabras
son “como bocados suaves”, o sea son fáciles de tragar, y llegan hasta lo más
profundo del corazón y de la mente.
Por alguna razón, a algunas
personas les encanta que les cuenten los problemas y asuntos personales de
otros, y luego lo retransmiten a su manera. “¿Escuchaste lo que Susana dijo de
Nancy?” “¿Te enteraste de cómo terminaron Roberto y Maria?” “¡Ni te imaginas lo
que está pasando entre Cristóbal y Delia!” ¡Cuántas historias como éstas habrás
escuchado últimamente! Muy probablemente cada una de ellas puede incluirse en
la categoría de “chisme”. El chisme es una enfermedad que frecuentemente corre
desenfrenada en el lugar de trabajo, en los círculos sociales e incluso en la
iglesia. Esto no sólo habla de una falta de sinceridad y de respeto hacia los
demás, sino también nos muestra un grave problema espiritual en aquellos que lo
disfrutan.
El chisme puede destruir la vida
de una persona. Por eso Dios advirtió a su pueblo acerca del chisme de la misma
manera que lo hizo con respecto al homicidio. En Levítico 19:16 dice: “No
andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo.
Yo Jehová.” Es un mandato del Señor. Sería bueno enmarcar este mandato y
colgarlo en la pared de nuestra casa o en nuestro centro de trabajo o inclusive
en el templo, pero sería mucho mejor si permitimos que este mandato se grabe en
nuestros corazones.
El chisme es destructivo, y si se
deja actuar puede terminar con una buena amistad. Así dice Proverbios 16:28b:
“El chismoso aparta a los mejores amigos.” Y Proverbios 26:20 advierte: “Sin
leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso, cesa la contienda”. Así como
la leña aviva el fuego, el chisme aviva la contienda. El lugar donde existe
chisme es un lugar donde habrá contiendas y peleas. Como cristianos debemos
prestar atención y actuar según el consejo del apóstol Pablo a los filipenses:
“Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y
sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y
perversa” (Filipenses 2:14-15).
Una vieja historia cuenta que en
un pequeño reinado, un hombre fue acusado de haber calumniado a otro, habiendo
afectado tremendamente su moral y su vida y la vida de su familia. El acusado
fue traído ante el rey, el cual tenía fama de ser muy sabio al juzgar. El rey
mandó que llenaran un saco de plumas y lo ataran con una soga. Se lo entregó al
hombre y le dijo que fuera a lo alto de una colina cercana y abriera el saco y
echara las plumas al aire. Así lo hizo aquel hombre, contento por un castigo
tan simple. Enseguida regresó y le entregó el saco vacío al rey. “Completa la
tarea, su majestad”, le dijo. Y el rey le contestó: “No. Falta la segunda
parte. Ahora vaya y recoja todas esas plumas”.
Al igual que las plumas, una vez
que las palabras salen de nuestra boca no se pueden recoger. Por eso tenemos
que ser muy cuidadosos con lo que hablamos, pues las palabras que pronunciamos
pueden tener grandes implicaciones en la vida de otras personas. Claro que
nuestra naturaleza pecaminosa no es capaz de lograr el perfecto control
necesario para evitar que salgan de nuestras bocas palabras que causen un
efecto negativo. Así les dijo Jesús a un grupo de fariseos: “¿Cómo podéis
hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la
boca” (Mateo 12:34). Por eso debemos orar constantemente y pedir al Señor que
limpie nuestros corazones y los llene de su amor y de su misericordia. Así
nuestras palabras harán bien a los que nos rodean.
ORACIÓN:
Amante Padre celestial, reconozco que muchas veces no he sido cuidadoso
al hablar. Te ruego me perdones y limpies mi corazón para que de mi boca salgan
solamente palabras que edifiquen a los demás y glorifiquen tu santo nombre. Por
Cristo Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla