martes, 15 de julio de 2014
¡CUIDADO CON AQUELLO EN LO QUE MEDITAS!
¡Cuidado con
aquello en lo que meditas!
Salmo 1:1-3
“Bienaventurado el varón que no anduvo en
consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de
escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y
en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes
de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace,
prosperará”.
Este pasaje dice que aquel que se aparta del pecado de
este mundo y medita en la palabra de Dios “de día y de noche”, es decir
constantemente, será “bienaventurado”, gozará de buena salud y disfrutará de
todo tipo de prosperidad. A través de toda la Biblia leemos que pasar tiempo
con el Señor y meditar en su palabra trae muchas bendiciones a nuestras vidas.
En el Salmo 37, por ejemplo, encontramos la siguiente promesa: “Deléitate
asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón.” (v.4). En
Josué 1:8, al encomendar al joven Josué el liderazgo del pueblo de Israel
después de la muerte de Moisés, Dios le dice: “Nunca se apartará de tu boca
este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que
guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces
harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”. Josué siguió al pie de la
letra las instrucciones del Señor, y después de vencer infinidad de obstáculos
en su camino, guió a los israelitas a la conquista y posesión de la Tierra
Prometida.
Tenemos que entender, que al igual que Dios hizo una
promesa a Josué, también se dirige a nosotros cuando nos exhorta a meditar en
su palabra. 2 Timoteo 3:16-17 dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y
útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a
fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena
obra”. Tenemos que ser muy cuidadosos y meditar exclusivamente en las
Escrituras. Actualmente, debido al auge de las sectas orientales que promueven
la meditación trascendental y el dejar la mente “en blanco” como maneras de
alcanzar una nueva “espiritualidad”, muchos han confundido el verdadero
significado de la palabra meditación. La palabra “meditar” significa “pensar
profundamente en algo”, “reflexionar detenidamente sobre algo específico”. Por
eso es que debemos tener mucho cuidado con aquello en lo que meditamos, pues
pensar y reflexionar en algo que no es lo verdadero, puede ser muy dañino para
el espíritu y la mente.
Siempre que existe algo falso es debido a que se ha
copiado del original. El evangelio promueve la verdadera meditación con el fin de
pensar en el Señor, sus atributos, su amor, su poder, grandeza y todas sus
promesas registradas en la Biblia. Toda meditación que no nos haga pensar en
cuán bueno y grande es Dios y cuán poderosa es su Palabra debe ser descartada
de nuestras vidas. Nuestro propósito debe ser agradar al Señor con nuestra
meditación y disfrutar sus bendiciones. David, hombre “conforme al corazón de
Dios”, clamó en el Salmo 19:14: “Sean gratos los dichos de mi boca y la
meditación de mi corazón delante de ti, Oh Yahweh roca mía y redentor mío”.
Nuestra meditación debe comenzar cada día con la lectura
de la Palabra de Dios. Al leer un determinado pasaje de su Santa Palabra, debemos
orar al Señor y pedirle discernimiento para reflexionar y descubrir lo que él
quiere que nosotros aprendamos. Allí nuestra mente debe enfocarse totalmente en
Dios, en su infinito amor, en su propósito de bendecirnos y llevarnos a un
estado de paz y felicidad. Siempre debemos preguntarnos: ¿Qué quiere enseñarme
el Señor hoy?
Alguien dijo que nosotros llegaremos a ser iguales a lo
que adoremos o a aquello en lo que pensemos. ¿Están nuestros pensamientos
centrados en el Señor y en su poderosa palabra? ¿O por el contrario permitimos
que las luchas, dificultades, problemas o cualquier otra cosa negativa
controlen nuestros pensamientos? Inunda tu mente con la palabra de Dios y
medita en ella de día y de noche. Y todo lo que hagas, prosperará.
ORACIÓN:
Padre mío, te pido me ayudes a tener quietud e invertir
tiempo a solas contigo para meditar y reflexionar en tu grandeza y poder.
Controla mi mente para poder pensar en aquello que edifique mi vida y traiga
gloria a tu Santo Nombre. En el nombre de Jesús. Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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