martes, 9 de febrero de 2016
SOMOS SIERVOS DE AQUEL A QUIEN OBEDECEMOS...
Siempre tendremos
dos opciones: obedecer al pecado (siendo esclavos del pecado); u obedecer a Dios (de todo corazón), siendo
siervos de la justicia. No importa cuanta actividad religiosa tengamos, lo que
importa es qué tan OBEDIENTES le somos a Dios; porque es nuestra obediencia y
al que obedecemos lo que determina al
que en realidad ESTAMOS SIRVIENDO.
Santiago 4:7-8
“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo,
y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores,
limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones”.
¡Gracia y Paz”
EXISTEN DOS TIPOS DE HUMANOS...
Biológicamente hablando sabemos que la ira no expresada
daña la salud, porque la mente, las emociones y el cuerpo están íntimamente
relacionados. Las emociones ejercen un efecto poderoso en el sistema nervioso el
cual se comunica con el sistema inmunológico. Esto significa que todas las
agresiones que recibimos, ya sean físicas, verbales o psicológicas, si no
logramos echarlas de nosotros se somatizarán en enfermedades.
Muchas personas han aprendido a dominarse reprimiendo sus
emociones, pero de esa manera el rencor va acumulándose como una olla de
presión, que si bien en el momento no se hace evidente, eventualmente saldrá a
flote haciendo más daño.
El Espíritu de Dios permite que toda acción violenta o
negativa ejercida contra nosotros desaparezca milagrosamente, sin ejercer
reacción ni somatizarse en alguna enfermedad. Porque el Espíritu nos limpia de
todo ello sin dejar menoscabos [Malaquías 3:2; Hebreos 9:14; Ezequiel 36:25;
Lucas 4:18].
"Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas
no hay ley" [Gálatas 5:22-23].
¡Gracia y Paz!
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