Este es la segunda parte del tema
Mercaderes de la Fe. Le
sugerimos a quien lo quiera estudiar que se tome el tiempo necesario para
leerlo y meditarlo.
Lo primero que uno oye hablar es
acerca de los Encuentros: ‘Encuentro con Dios’. Te dicen que es algo que nunca
experimentaste; que lo necesitas, que te hará bien. Que no te pueden comentar
qué es; pero que son tres días de mucha bendición, en donde Dios te va a
hablar. Que tienes que prepararte para ello. Debes asistir al Pre-Encuentro. De
últimas, si no has podido asistir al encuentro previo, lo más importante es que
debes estar en oración, para que Dios esté preparando tu vida para esos tres
días, en los cuales tu vida cambiará. Claro, uno se resiste al principio,
porque parece una invitación a convertirse a Cristo. Pero te invitan a ti, que
ya eres del Señor.
También te aclaran que allí van
todos: creyentes e inconversos. No
puedes ir con tu propio automóvil, ni en tren, tampoco en bus. Tienes que
aceptar viajar en los buses arrendados especialmente para la ocasión. Deberás
abonar una suma, que no es ni mucho ni poco; es una cifra respetable: $ 50= o
U$S 50= En todos los casos el Encuentro con Dios se realiza desde el viernes a
la noche hasta el domingo a la tarde, en un lugar muy apartado. Cuando uno
llega al lugar, se da cuenta que, aunque quisiera, no puede regresar por sus
propios medios: estás en medio del campo, en una ruta alejada. Se experimenta
un cierto temor, una cierta indefensión; pero ya es tarde.
Ingresas a un salón previamente
dispuesto, con altoparlantes poderosos y música suave grabada, que se escucha
constantemente incluso, cuando habla el orador, cuando se está desayunando,
almorzando, merendando y cenando; y también muy tarde por las noches, cuando
cada encuentrista se retira en silencio a descansar. La presentación es típica
de una empresa piramidal, de aquellas que te ofrecen la venta de un producto
sensacional, como ser, un champú que sirve para lavar el carro, los platos, el
piso y aun el cabello.
También, sirve para lavar la
ropa. “Cada veinte/treinta minutos Dios te va a sorprender” repite el
presentador constantemente, con una voz fuerte y animosa, típica de un programa
televisivo. “¿Cómo es el Encuentro?” (Y él mismo te enseña a responder)
“¡Tremendo!”. Otra vez: “¡El Encuentro es Tremendo!” La voz del que habla es
cada vez más fuerte; tanto, que algunos buscan sentarse más atrás, para estar lo
más alejado posible de los altoparlantes.
Todos están expectantes,
intimidados, asustados, tensos, con dudas. Te enseñan que debes tener una
actitud humilde; aquí no valen los títulos ni los cargos; pastores y miembros
son todos iguales; no hay ninguna consideración especial para nadie. Utilizan La Biblia y cierto Manual, por
el cual se guían en todo lo que realizan. En realidad, no necesitan La Biblia , ya que los pasajes
bíblicos están todos consignados por entero en el Manual, junto con las citas
bíblicas. Al principio, las enseñanzas parecen todas bíblicas; con una
tendencia claramente carismática. Pero esto se asume con cierta naturalidad.
Además, quien ha decidido en último término asistir al Encuentro, eres tú
mismo. Así que, te adaptas o te adaptas. Más te vale ‘demostrar’ que estás en
la misma ‘onda’.
La enseñanza que comienza siendo
bíblica va incluyendo, poco a poco, conceptos nuevos, que claramente
contradicen La Palabra
de Dios. Pero es tan sutil el procedimiento que, el que conoce poco Las Escrituras,
es engañado con facilidad. Aquí habría que hacer un alto y relatar lo que
ocurre antes de ascender al bus que te llevará al lugar en donde se realizará
el Encuentro. ¡Hay un mundo de gente, bolsos de mano y buses esperando! La
iglesia anfitriona reúne a creyentes de otras iglesias, con o sin autorización
de sus pastores. Pero no va cualquiera; dado que cada uno es minuciosamente
detallado y recomendado por otra persona de confianza. Es muy difícil que vaya
alguno para ‘investigar’, para actuar como detective; a menos que mienta
hábilmente. ¿Y qué creyente querrá mentir, nada menos que ante un Encuentro con
Dios?
Una persona habla al grupo de
aspirantes a encuentristas y les da una serie de advertencias, sin detallar lo
que se realizará en el Encuentro. La sensación es que uno será llevado a la
sala de operaciones. La tentación de escapar de este lío es muy grande; Hasta
el último momento. Pero la presión de quienes te rodean, conocidos o no,
también es grande. En el trayecto en bus, si se viaja con un conocido es mejor;
pero aun así todos llegan a conocerse y a formar una amistad. Todos parecen
contentos; pero están nerviosos. Comienzan a entonar algunas canciones nuevas,
pero muy sencillas, acerca de que el diablo está vencido, la naturaleza carnal
también. Una vez llegados al lugar del
Encuentro, ya es oscuro; quien desee huir no podrá, porque no hay una sola
persona en todo el desolado lugar de campo. No hay ruta conocida. Uno siente
que está preso o secuestrado. Pero, como todos estamos en la misma situación,
nos animamos y consolamos los unos a los otros, disimulando el nudo en la
garganta. “¿Dónde me metí?” “Pero bueno, ya estoy aquí; veré qué sucede”.
Lamentablemente, no puedo afirmar que, “si no me gusta, me voy” ¿A dónde me
iré? ¿Cuál es la ruta? ¿Con qué medios de transporte?
Retomamos el relato de lo que
ocurre en el recinto de reuniones. Al poco rato de estar sentados nos avisan
-nos ordenan- quitarnos los relojes, los celulares, grabadores, cámaras
fotográficas, filmadoras, radios portátiles. Un inspector pasa por cada asiento
y se lleva todo. Recuerda que no puedes
mentir; eres del Señor; serás confrontado nada menos que con Dios mismo.
Seguramente, si mientes te caerá un rayo encima. Pero no es por el castigo
divino; tú tienes ‘principios’ éticos y
espirituales. Por esta razón has asistido al Encuentro: porque quieres más de
Dios. Como decía, la enseñanza está salpicada de textos bíblicos: comienza
siendo bíblica, pero va incluyendo, de a poco, conceptos nuevos, que claramente
contradicen La Palabra
de Dios. Es tan sutil el procedimiento que, el que conoce poco Las Escrituras,
es envuelto fácilmente.
Te hablan de la Parábola del Hijo
Pródigo. Su regreso al hogar. En vez de ajustarse al relato bíblico describen
al hijo llegando a las puertas de la casa de su padre. Las puertas son enormes,
altas y gruesas. El hijo cae de rodillas al suelo, clama, grita, llora, llama a
su padre… ¡qué figura! ¡Cómo impacta! Parece más bonita que la figura pintada
en Las Sagradas Escrituras. Porque una buena parte de la expectativa se rompe,
cuando leemos que ya el padre lo estaba esperando y que, viéndolo de lejos,
corre a recibirlo. Pero la figura que te pintan -ajena a La Escritura- contiene una
fuerte carga emocional: el hijo ruega al padre, para que éste lo reciba
nuevamente en casa; el padre no oye, porque los muros son altos y las puertas
son gruesas. En realidad esto atrae, porque los méritos recaen en el hijo, que
se esfuerza en lograr la atención de su padre. La realidad es muy distinta: es
Dios que busca a la humanidad, es el Señor quien se esfuerza hasta la muerte,
para labrar nuestra Salvación.
Los cambios sutiles se suceden
uno detrás del otro. Ahora te dicen que debes ponerte de rodillas, con la
frente en el suelo y clamar a Dios por tu vida, hasta que Él se digne a
escucharte; si lloras, gimes, luchas como lo hizo Jacob en Peniel, hasta vencer
a Dios y obtener la
Bendición. Ahora eres un gusano y te arrastrarás por la
tierra; no vales nada; eres un miserable pecador. Tus títulos y cargos no sirven,
no eres nadie. No quiero que me laven el cerebro; hago como que tomo notas,
utilizando la birome y un cuaderno que nos fueran entregados, y a escondidas
anoto: “Esto no es cierto, la
Palabra de Dios dice así y así; Esto tampoco acepto, lo
rechazo, es contrario a Las Escrituras”. Cada frase sacrílega que afirman y
repiten es rechazada por mí, con otra frase basada en La Santa Biblia. ¡Cómo
agradezco el haber leído y estudiado concienzudamente Su Palabra! ¿Qué hubiera
hecho, sin el conocimiento bíblico? ¿Con qué argumentos mi mente y mi corazón
se hubieran defendido? “¡Bienvenido! Hombre de Valor” Ésta es la credencial que
nos entregan al ingresar al Encuentro de Varones, ya que no es mixto. Uno tras
otro se suceden los disertantes, y somos bombardeados con nuevas ideas, sin
darnos tiempo para meditar y razonar, si estas cosas son así (Hechos 17:11). En
un momento dado presentan al principal del Encuentro, el cual dará la
disertación central. “Lo recibimos con un fuerte aplauso a Cristo” Todos tienen
que aplaudirlo; se incentivan los aplausos afirmando (¡increíble!): “Usted está
aplaudiendo al mismo Dios”, “Usted está aplaudiendo a Cristo”. “Ríete” te
dicen; “mañana no serás el mismo”. Di a ti mismo: “Yo no seré el mismo”. “Mira
a tu compañero de asiento y ríete; larga una carcajada y ríete; no vas a ser
igual” “Es tiempo de Confrontación”. “Has tenido problemas con el faraón, para
venir aquí” “Dios espera que dispongas tu corazón para 1) Tres días de
confrontación. 2) Encuentro genuino con Jesucristo. 3) Comprender quién eres y
para qué eres. 4) Un lugar de transformación. 5) Éxito: depende de ti el éxito
de tu encuentro con Dios. 6) Atrévete a confiar”. “Él tratará contigo, aun
cuando duermas”. (Anoto en mi cuaderno: Todo esto mismo se podría decir, sin gritar
tanto). Viene la sorpresa: “Ya le entregaste tu reloj, tu celular, tu tiempo,
tu familia; ahora Él quiere, pide, tus palabras”. “¿Te animas a entregarle a
Dios tus palabras?”. “Vamos a hacer un pacto de silencio”. “No conversarás con
tus hermanos en estos días, no desarrollarás ninguna conversación”. “Sólo
puedes hablar con un colaborador”. “Sí puedes declarar tu alabanza o consignar
afirmaciones por escrito”. “Di ahora: ‘Prometo no entrar en diálogo con mi
hermano; ofrendo a Dios mis palabras”. El primer día es confrontación, Betel y
una segunda oportunidad: Peniel. Así como Jacob reconoció que había perdido lo
que había encontrado en Betel por gracia, ahora en esta segunda oportunidad
–Peniel- la Bendición
la habrá de obtener por luchar.
El segundo día es muerte y
sepultura. “Hoy es el día más importante de tu vida” te dicen. Anoto en mi cuaderno. ‘Al fin el encuentrista
se adapta, se somete, porque vino para recibir más de Dios. Pero sucede como
cuando uno va al restaurante y es mal servido por el mozo. Para no arruinar el
momento de la comida y pasarla mal, uno se resigna a los malos tratos’. “Ahora vas a vomitar tu pecado. Abre tus
piernas”. Decenas de servilletas o pañuelos de papel son distribuidos. Algunos
comienzan a vomitar y los asistentes pasan asiento por asiento limpiando el
suelo. ¿Cómo pudo suceder esto? La presión sicológica es muy grande y uno
asiste ya predispuesto a todo. Y si no venías predispuesto conocen ellos los
mecanismos que tienen que accionar para tu quiebre. “Te vas a sentar en el
suelo, en círculo. Tienes que cerrar tus ojos”. Una voz de mujer comienza a
hablar y luego se escucha la voz de un varón. Te hacen descender año tras año,
describiendo las generalidades de tu vida, imaginando los problemas que has
tenido, hasta el feto mismo. La voz de la mujer puede representar a tu madre o
abuela. La voz masculina puede significar a tu padre o abuelo (ya fallecidos o
no) o a tu pastor. Te invitan a perdonarlos. Tienes que acercarte a esa mujer y
a ese hombre, por turnos uno a uno y decirles que los perdonas, como si fueran
ellos las personas a quienes tú perdonas. (En un ambiente de tanta emotividad y
presión, si te dicen que perdones al diablo, lo harías).
Un joven comienza a reírse a
carcajadas, se tira al suelo. El disertante, lejos de molestarse, lo celebra.
Es una buena propaganda de lo que se está logrando. Otros comienzan a hacerlo
también. ¿Qué hora es? Nadie lo sabe, pero debe ser muy, muy tarde. Ninguno
puede hablar; es todo un silencio, lo mismo cuando vas a tu habitación. En los
baños ya no hay papel higiénico; todo ha sido usado para secarse las lágrimas.
Todos lloramos, ¡sí, yo también! Es que te presionan tanto, te dicen tantas
cosas; te sientes una basura y recuerdas situaciones tristes de tu vida. Porque
hay un elemento a favor de los disertantes: saben que todos somos pecadores; y
aprovechan esa circunstancia. Te usan; ésa es la expresión más exacta. Pero,
¿no hacen lo mismo muchos pastores en sus cultos? Los pañuelos que has traído
contigo están todos mojados; así que, recibes con agradecimiento los pañuelos
de papel que distribuyen, los cuales son reemplazados continuamente. Todos
lloran: en el recinto, en los baños, en el lugar de la frugal cena, en el
sendero que te lleva a tu habitación, en las habitaciones, en cada cama. La
música no para nunca. Pero yo burlé a la vigilancia; desconfiado, previamente
escondí un reloj en la mochila que dejé en mi habitación. No mentí; en el salón
no lo tenía. Disimuladamente miro la hora: dos y media de la madrugada. A las
siete de la mañana estaremos nuevamente en pie… Todos desayunamos en silencio;
mucha gente, pero nadie conversa, nadie
emite una sola palabra. Y la música… la música se escucha en tu habitación, en
el salón de reuniones, en los baños, en el comedor, en los senderos: “Tus Ojos
revelan que yo, nada puedo esconder… sé que es Tu fidelidad”. La canción se
repite una y otra vez, sin fin. Otra vez
ocurren las mismas cosas en el salón de reuniones. Hay gente que ríe
descontroladamente, que se tira al piso. Otros lloran todo el tiempo. Tienes
que marcar con una X los pecados que has cometido en tu vida, perdonados o no,
antes o después de tu conversión. Bueno,
tu conversión, tu bautismo y membresía y aun tus cargos no sirven para nada
aquí. Porque te están predicando nuevamente; ya me convencí con horror que el
mensaje que escuchamos no es para los ocasionales inconversos aquí presentes;
es para los creyentes especialmente. Porque solamente la presentación que ellos
hacen del Evangelio es lo que tiene valor; lo que te han predicado en tu
iglesia no sirve para nada.
También, tienes que marcar con
una X los pecados de tu madre, tu padre, tus abuelos, abuelas, bisabuelos,
tatarabuelos y los ascendientes que recuerdes. No debes olvidarte de ninguno.
Todo pecado no confesado no será perdonado. Debes levantar en alto las listas
de pecados y renunciar a ellos. Por en medio de la nave central del salón
aparece ¡un féretro! transportado por cuatro personas. Instintivamente, uno
mira dentro del féretro, para ver si hay un cadáver allí dentro. Porque a esta
altura de la reunión ¿o de la sesión? uno puede esperar cualquier cosa. Nos
inclinamos para mirar… pero nos indican que el cadáver somos cada uno de
nosotros, el ‘viejo hombre’. Dentro del féretro tiramos las listas de los pecados
y acompañamos a la comitiva fúnebre, al ‘cementerio’. En el ‘cementerio’ nos encontramos con una
inmensa fogata. El féretro con los papeles dentro -que contienen las listas de
pecados de todos los asistentes y de todos sus familiares- es tirado a la fogata.
Una persona tira su chaqueta, otra tira un pulóver, algo personal. El fuego se
eleva aún más. “El que no salta es un viejo, el que no salta es un viejo” Y
todos saltan, saltamos. “Se murió, el viejo se murió, el viejo se murió, el
viejo se murió. Se murió…”. Todos cantan enloquecidos; la presión a que hemos
sido sometidos se desinfló. La gente está feliz… Confrontación, Betel, Peniel,
Muerte (hoy sábado 21 de septiembre es Día de la Primavera ) y mañana
domingo, Resurrección. Regresamos al salón. Dividen a la multitud en dos
bandos: los que tienen el Bautismo del Espíritu Santo con la evidencia del
hablar en lenguas y los que no, en ambos extremos del salón, con las sillas
apiladas aparte.
Los que no han recibido el
Bautismo mencionado tienen que cerrar sus ojos. Yo los cierro y entrelazo mis
manos hacia adelante. Me corrigen: los brazos a ambos costados, libres. Mi
única manifestación fue llorar y reírme un poco. Pero todo lo demás lo rechacé.
Con tanta presión sicológica creí tener una visión: un montón de basura
increíble y una Persona vestida de blanco que aparece, que me pareció era el
Señor. Pero no permitiré que me quiebren. Conozco las técnicas de lavado de
cerebro y quiebre mental. Leí mucho acerca de los cristianos perseguidos en los
países en donde funciona la iglesia subterránea. Instruyen al otro grupo para
que, al contar uno, dos, tres y ¡ya! Todos corran hacia el otro extremo del
salón, en donde estamos nosotros. Con los ojos cerrados percibo como si una
manada de cientos de búfalos arremetiera contra nosotros. También, me parece
que son demonios, porque se abalanzan contra nosotros gritando enloquecidos,
furiosos. Uno me grita en un oído, otra persona me grita en el otro oído. Un
tercero me grita frente a mi rostro: ¡Recibe! ¡Recibe! ¡Recibe!
Me golpean en el pecho, me
empujan haciendo presión en mi frente, para que caiga hacia atrás. Insisten,
pero nada. Vienen refuerzos y uno a uno caen al suelo, menos yo. Estoy
contento. Vencí a todos los demonios; no pudieron conmigo. ¡Gloria a Dios! Por
primera y única vez hacen pasar a los pastores delante. No podía creer que
hubieran hecho esta distinción; muchos sabrán ahora, que soy pastor de una
congregación. Nos alineamos adelante, y el principal con su esposa (que también
hablaron y representaron a los familiares en los círculos en el suelo)
comienzan a ministrarnos, mientras la música es puesta a todo volumen y los
asistentes gritan. Tal es la confusión, el ruido, la música y el griterío, que
no me doy cuenta cuando me ponen aceite en mi frente.
Apenas escucho la oración que me
están elevando. Como estoy con los ojos cerrados, siento que mis piernas se
aflojan, me baja la presión sanguínea. Clamo al Señor: “No permitas que esta
gente me venza; Tú sabes que todo esto es presión sicológica, humana; si caigo
al suelo creerán que han tenido la victoria” Pero no caigo al suelo. Nadie, ni
siquiera el principal pudo vencerme. Me siento victorioso, fortalecido. Sin
embargo, no soy tan necio para creer que fue mi fortaleza. Fue el Señor que me
dio la victoria. Ahora, estoy mejor preparado para cuando en un futuro tenga
que ser sometido a una presión semejante, si llego a ser un cristiano
perseguido como en otros países. Luego de esto, la alegría reina en el lugar.
Todos (menos yo) comienzan a bailar, a danzar, a reír, a gritar. Nuevamente la
música es puesta a todo volumen. Te dicen que, para recibir la Unción , debes tocar,
abrazar al principal; ya que la
Unción se transmite de persona a persona. Todos se desesperan
por tocarlo, como los católicos hacen cuando quieren tocar y besar una imagen.
Lo abrazan, lo tiran al suelo. La idolatría que veo es repulsiva. Jamás haré
cosa semejante. Recuerdo cuando a Bernabé y a Pablo en Listra los llamaban
dioses y trajeron guirnaldas y querían ofrecerles sacrificios. Pero ellos
rasgaron sus ropas y dando voces les dijeron “Nosotros también somos hombres semejantes
a vosotros” (Hechos 14:11-15). No, ellos no aceptaron la gloria que sólo le
pertenece al Señor. Ahora reina la alegría; todos están contentos. Hoy es día
de Resurrección. El principal llena una vasija con vino tinto. Y comienza a
tirar el vino por todo el salón, manchando las ropas de los asistentes (menos a
mí, que me he alejado). “¡Reciban la
Unción , reciban el Gozo!”
Increíble, te entregan un Certificado de Nacimiento: “En la Ciudad de… a los… días del
mes de… del año… CERTIFICO el nacimiento de… Y para que así conste, firmo el
presente”. ¡Tú mismo debes firmarlo! ¡Debes hacerte responsable! Pero, ¿acaso
no he nacido de nuevo cuando entregué mi vida al Señor Jesucristo, a la edad de
trece años? Si ahora certifico mi nacimiento (¿quién soy yo para certificarlo?
es el Espíritu Santo el que da testimonio, Romanos 8:16) entonces debería ser
también bautizado. Te reparten otro documento: “PACTO – Responsabilidad sin
límites – Una entrega total” “Yo… me comprometo a firmar bajo un pacto:
- A ser parte de un equipo y
trabajar en unidad, desechando todo individualismo.
- Tendré en cuenta al equipo,
ante cualquier decisión.
- No buscaré el beneficio propio,
sino el del equipo”.
Siguen otros compromisos, de
consagración, perdón. Finaliza el documento: “Bajo esta declaración, y en forma
voluntaria y responsable, firmo delante de Dios y de la iglesia, mi
compromiso”. Te entregan una carta de parte del principal que, entre otras
cosas, dice: “Sé que este tiempo fue un tiempo para parar de muchas rutinas
diarias, para participar de este ENCUENTRO, lo cual lo podemos describir con
estas palabras: que es TREMENDO… Esto sólo es el comienzo de algo TREMENDO y
maravilloso. Y vemos detrás a multitudes llegando a los pies de CRISTO a través
de tu vida y ministerio”.
Finaliza el pacto de silencio,
ahora podemos hablar, conversar. Recibimos una sorpresa: la correspondencia de
nuestra familia y de nuestra congregación y amistades, preparada de antemano.
Se viene el regreso al salón de la iglesia anfitriona, la que recibió el dinero
de cada uno de los participantes; que, descontando los costos les deja una
ganancia del 60% de lo abonado. En el trayecto de regreso se entona: “Un minuto
de silencio para el diablo, que está muerto” (Pero La Biblia dice que el diablo
está como león rugiendo – 1 Pedro 5:8).
Allí nos esperan nuestros
familiares, a puertas cerradas. Porque en un momento dado, las compuertas de la
capilla se abren y entramos nosotros, los ‘hombres de valor’ los nuevos
hombres, los santos, los llenos del Espíritu, los vencedores, los nuevos
líderes, los espirituales. Porque así
como te humillaron en el Encuentro, también te exaltaron hasta lo sumo, para
que en el nombre de… Y comienza el baile, todos bailan, danzan, hacen el
trencito. Luego vendrá el Post-Encuentro. Pero nunca más me verán allí. En la
iglesia que pastoreo me veré en un grave problema: los hombres de valor me
citan para anunciarme que quieren conformar ellos una Junta pastoral y todo lo
deberé consultar con ellos, los cuales tomarán las decisiones. Pero nuevamente
tuve victoria en el Señor. Dios deshizo la obra del enemigo. Pero lamento en el
alma que dos familias se retiraran de la congregación. Tuve la inmensa alegría
de que el matrimonio de una de ellas viniera después de un año, a pedir perdón.
Ellos se han mudado y viven muy lejos como para regresar a nuestra
congregación. Con la otra familia, aunque no han vuelto, tenemos una excelente
relación. Hoy solamente quedan algunos conceptos errados que, de a poco, voy
corrigiendo.
Dije al principio que, lo primero
que uno oye es acerca de los Encuentros. Con el tiempo uno aprende que detrás
de todo esto está el Grupo G12, las reuniones en hoteles denominadas ‘Hombres
de Valor’, los Congresos ministeriales en donde te ministra un apóstol. Mega
iglesias, la Iglesia
del Tercer Día, Maldiciones generacionales y tantos términos nuevos. Tuve que
asistir también, porque sin avisarme y sin mi conocimiento empezaron a robarme
uno a uno los miembros, para concurrir al Encuentro. Cuando me enteré de esto,
corría el peligro de sufrir una disgregación en la congregación. Y, si no
asistía, no tenía argumentos de primera mano.
Si bien es cierto que el Señor
eligió a doce varones para que fuesen sus discípulos, no era un método; si así
fuese, habría que admitir que le falló; ya que quedaron solamente once. Tampoco
vemos a los discípulos enseñando cada uno de ellos a otros doce y éstos, a su
vez, a otros doce. Qué extraño que en los Hechos de los Apóstoles y en las
cartas y epístolas no se mencione en detalle tal método. Se habla de enseñar a
hombres idóneos para que, a su vez, éstos enseñen a otros. Pero no se menciona
el número doce. Tampoco Las Escrituras afirman que en cuarenta días tu vida va
a cambiar.
“Gracia y Paz”
Marcos Andrés Nehoda