Apocalipsis 1:17-18
“Cuando le vi, caí como muerto a
sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el
primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por
los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades”.
El foco central del libro de
Apocalipsis es la majestad y la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Dios quiere
que conozcamos a su Hijo como lo que realmente es: nuestro Salvador, quien es
digno de nuestra adoración, alabanza, honor y gloria. Este libro nos ayuda a
entender quien es Jesucristo. El pasaje de hoy nos dice que él es el primero y
el último; el que resucitó de los muertos y vive por los siglos de los siglos.
Apocalipsis 19:16 dice que él es “Rey de reyes y Señor de señores”. Y en
Apocalipsis 1:8, Jesús dice: “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice
el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso”.
Él es el único con autoridad para
abrir el libro de la vida, afirma Apocalipsis 5:5, y el versículo 12 nos
muestra a Jesús como el Cordero inmolado que “es digno de tomar el poder, las
riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza”. En
Apocalipsis 3:14 dice: “Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí
el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios”.
Cuando la Biblia
dice que Jesús es “el Amén”, quiere decir que él es el “Sí” divino a toda la voluntad
de Dios y a las oraciones de su pueblo, siempre y cuando éstas estén de acuerdo
con dicha voluntad.
En Juan 16:33, Jesús les dice a
sus discípulos: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al
mundo”. Aquí el Señor dice lo que aún no había sido como si ya hubiera sido: su
victoria en la cruz del Calvario. Y les promete que si confían, él les ayudaría
en las pruebas que habrían de encontrar, y los llevaría junto con él a
disfrutar de la victoria. En Apocalipsis 3:21, reafirma su promesa a aquellos
que, confiando en él, han sido victoriosos. Dice: “Al que venciere, le daré que
se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi
Padre en su trono”. Estas promesas están vigentes para nosotros en estos momentos.
En medio de tu prueba, confía en Aquel que venció a la muerte, que es Rey de
reyes y Señor de señores, el Todopoderoso, el Invencible.
Cuando llegamos a conocer a Jesús
íntimamente, su carácter, su grandeza, su majestad, podemos proclamar con toda
autoridad, como el apóstol Pedro: “A él sea la gloria y el imperio por los
siglos de los siglos. Amén” (1 Pedro 5:11). Y cuando Jesús regrese a la tierra
en toda su gloria, toda rodilla se doblará ante él, y toda lengua confesará a
Dios (Romanos 14:11). Nadie podrá negar su majestad, su poder y su autoridad. Y
entonces los que hemos sido redimidos por la sangre del Cordero de Dios, nos
uniremos al coro celestial diciendo en voz muy alta: “Gocémonos y alegrémonos y
démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha
preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y
resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos”
(Apocalipsis 19:7-8).
¿Estás preparado para ese día
glorioso? ¿Estás ansiosamente esperando el momento en que Jesús vuelva para
llevar a sus amados siervos a las mansiones celestiales? Quizás ese momento
esté más cerca de lo que nos imaginamos. Si tienes la seguridad de que estarás
con él por la eternidad, ¡Gloria a Dios! Pero si por alguna razón no tienes esa
seguridad, escucha la invitación que hace Jesús: “He aquí, yo estoy a la puerta
y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él,
y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).
Tú puedes recibir a Jesús ahora
mismo, abriendo la puerta de tu corazón y aceptándolo como tu Salvador
personal. Confiesa tus pecados, y su sangre derramada en la cruz los lavará y
serás justificado delante de Dios. Entonces recibirás el regalo de la vida
eterna.
ORACIÓN:
Padre santo, te doy gracias con
todo mi corazón por el maravilloso regalo que nos hiciste al enviar a tu único
Hijo, para darnos la salvación de nuestras almas. ¡A él sea toda la honra, la
alabanza, la gloria y el poder por toda la eternidad! Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla