1 Samuel 17:32-37
“Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón
de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo. Dijo
Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque
tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud. David respondió a
Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o
un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo
libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la
quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y
este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al
ejército del Dios viviente. Añadió David: Yahweh, que me ha librado de las
garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de
este filisteo.”
Este pasaje nos narra los momentos que precedieron a uno
de los acontecimientos bíblicos más conocidos por todos: la pelea entre David,
un jovencito judío, pastor de ovejas, cuyo armamento se limitaba a una simple
honda y algunas piedras, y Goliat, un enorme gigante filisteo, experimentado
guerrero, armado hasta los dientes. David había llegado al campamento del
ejército de Israel con el fin de traer un encargo de su padre para sus hermanos
mayores. Allí se enteró que este gigante filisteo estaba retando a que saliera
un hombre de entre los israelitas para que peleara con él. Entonces David se
ofreció como voluntario para pelear contra el gigante.
Sin duda, la situación a la que se enfrentó David era
extremadamente difícil. Desde el punto de vista humano, las posibilidades de
éxito eran prácticamente nulas. Muchas veces nos encontramos en medio de
circunstancias tan difíciles que no vemos la más mínima solución. Quizás hoy tú
te encuentres en una de esas situaciones, ya sea en el aspecto económico, o en
lo relativo a la salud o a las relaciones familiares, o en cualquier otra área.
Y probablemente el diablo te esté sugiriendo de alguna manera que no hay forma
de que puedas resolver tu problema, así como Saúl trató de convencer a David de
que era totalmente imposible que él pudiera vencer a Goliat.
Pero lo primero que hizo David fue recordar las
maravillas que Dios había hecho en su vida y las veces que lo había librado de
circunstancias sumamente difíciles. Y en esos recuerdos basaba su fe y su
confianza en la victoria. Por eso dijo con absoluta seguridad: “Yahweh, que me
ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me
librará de la mano de este filisteo”. Y se dispuso a enfrentarse al gigante
Goliat. Dice el versículo 45 de este mismo capítulo: “Entonces dijo David al
filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el
nombre de Yahweh de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a
quien tú has provocado. Yahweh te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y
te cortaré la cabeza”. Y a los pocos minutos, aquel gigante yacía muerto a los
pies del joven pastor de ovejas. No por sus fuerzas, sino por la fuerza y el
poder del Dios todopoderoso.
Cuando nos encontramos en situaciones difíciles, en medio
de las presiones y la incertidumbre del momento es muy fácil que nos olvidemos
de todas las ocasiones en las que el Señor nos ha ayudado en el pasado, y
comencemos a dudar de su amor por nosotros y de su poder para resolver nuestro
problema. Piensa un momento en todo lo que Dios ha hecho en tu vida, en las
situaciones de las cuales te ha librado en el pasado. ¿Crees que ahora el Señor
te abandonará? ¡Por supuesto que no! Él ha prometido estar con sus hijos todos
los días hasta el fin del mundo (Mateo 28:20). También dice: “No te
desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5). De igual forma nos recuerda: “De
manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo
que me pueda hacer el hombre” (Hebreos 13:6).
No importa cuán grande te parezca tu problema, Dios es
infinitamente más grande que él. Así como David se enfrentó al enorme gigante,
enfréntate a ese problema sin temor, en el nombre del Señor. Y obtendrás la
solución.
ORACIÓN:
Padre mío, hoy pongo delante de tu trono de gracia esta
situación que para mí es imposible de resolver. Pero confío que tu poder es
mayor que todos mis problemas. Por favor ayúdame así como lo has hecho en otras
ocasiones, en el nombre de Jesús Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla