¿TE RESULTA DIFÍCIL PERDONAR?
Mateo 6:9-15
“Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro
que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu
voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada
día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros
perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del
mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos.
Amén. Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a
vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus
ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”
Justo antes de este pasaje, Jesús estaba orando en un
lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a
orar, como también Juan enseñó a sus discípulos” (Lucas 1:1). Entonces Jesús
respondió con esta oración, la cual muchos conocen como “la oración modelo”.
Aquí el Señor se refirió a varios aspectos a tener en cuenta cuando oramos. Nos
habla de alabar y santificar el nombre de nuestro Padre que está en los cielos,
de someternos a su voluntad, de pedir la manifestación de su reino, de pedirle
nuestro diario sustento, pedirle que perdone nuestros pecados, y que nos libre
de todo mal.
Es interesante notar que de todas las peticiones, la
única que está sujeta a ciertas condiciones es la relativa al perdón. Dice así:
“Perdónanos nuestras deudas como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores” Es decir, si esperamos que
nuestro Padre celestial perdone nuestras ofensas, nosotros debemos perdonar a
aquellos que nos han ofendido. Después de terminar la oración, Jesús reafirma
este principio diciendo: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os
perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los
hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”.
Está bien claro en la Palabra que los cristianos debemos
perdonar, pues es la voluntad de Dios. Pero una cosa es saberlo, y otra es
llevarlo a la práctica. Cuando hemos sido heridos o cuando alguien que amamos
ha sido maltratado, ¿cómo podemos perdonar? Por regla general, todos entablamos
una lucha interna a la hora de perdonar. Y a veces, aún cuando pensamos que
hemos perdonado, sentimos el sentimiento de rencor resurgir en algún momento.
El perdonar no es un simple acto, sino un proceso continuo. Necesitamos
perdonar la misma ofensa una y otra vez hasta que la amargura y el
resentimiento desaparezcan totalmente de nuestro corazón. Nuestra meta debe ser
que seamos capaces de perdonar profunda y completamente, como lo hizo el Señor
con nosotros. Así nos dice el apóstol Pablo en Colosenses 3:13: “De la manera
que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”. Si tú eres capaz de poner
a un lado tu ira y tu odio en un acto decisivo de perdón, regocíjate porque tú
has sido bendecido.
Debemos tomar la decisión de seguir practicando el perdón
hasta que logremos alcanzar esa meta. Pero tenemos que estar conscientes de que
no podremos lograrlo sin el poder del Espíritu Santo manifestándose plenamente
en nuestras vidas. Cuando Esteban estaba siendo apedreado por un grupo de
enfurecidos judíos, justo antes de morir, “puesto de rodillas, clamó a gran
voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado” (Hechos 7:60). Esto fue posible
porque Esteban estaba “lleno del Espíritu Santo”, dice la Biblia en Hechos
7:55. Esta es la única manera de lograr que los resentimientos y las raíces de
amargura dejen de existir en nuestros corazones, podamos perdonar a los que nos
han herido y seamos totalmente libres.
Busca el rostro del Señor en oración cada día y pídele
que limpie tu corazón de todo rencor y lo llene de su amor perdonador. Si de
verdad lo deseas, el Espíritu Santo te ayudará a perdonar y te sentirás libre de
una gran carga.
ORACIÓN:
Bendito Dios, te ruego que tu Santo Espíritu arranque las
raíces de amargura y el resentimiento de mi corazón y las reemplace con tu amor
y tu misericordia, de manera que yo pueda perdonar totalmente a los que me han
herido. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla