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lunes, 21 de julio de 2014
YAHWEH EXHORTA A ISRAEL Y A JUDÁ AL ARREPENTIMIENTO
Yahweh exhorta a Israel
y a Judá al arrepentimiento
Jeremías 3:6-11
“Me dijo Jehová en días del rey Josías: ¿Has
visto lo que ha hecho la rebelde Israel? Ella se va sobre todo monte alto y
debajo de todo árbol frondoso, y allí fornica. Y dije: Después de hacer todo
esto, se volverá a mí; pero no se volvió, y lo vio su hermana la rebelde Judá.
Ella vio que por haber fornicado la rebelde Israel, yo la había despedido y
dado carta de repudio; pero no tuvo temor la rebelde Judá su hermana, sino que
también fue ella y fornicó. Y sucedió que por juzgar ella cosa liviana su
fornicación, la tierra fue contaminada, y adulteró con la piedra y con el leño.
Con todo esto, su hermana la rebelde Judá no se volvió a mí de todo corazón,
sino fingidamente, dice Jehová. Y me dijo Jehová: Ha resultado justa la rebelde
Israel en comparación con la desleal Judá.
Estas escrituras revelan el nivel de rebeldía y
desobediencia del pueblo elegido de Dios, sin embargo, por la Gracia y
Misericordia infinitas de Dios este pueblo es llamado, una vez más, al
arrepentimiento. Sabemos que desde el éxodo hasta la época actual Dios siempre
ha exhortado a su pueblo a que se vuelvan a Él.
Obviamente esta exhortación no es solo para el pueblo
judío literal, es decir, para los nacidos en Israel, sino que en el corazón de
Dios está que “todos procedamos al arrepentimiento”. Al decir “todos” estamos
hablando de los judíos literales, los que nacieron en Israel y de los gentiles
los que no nacimos en aquella nación.
Quiero hacer mucho énfasis en que esta exhortación no fue
solo para los israelitas y judíos de aquella época. Esta exhortación es
aplicada también a los tiempos actuales, vuelvo a decir, tanto a los judíos
literales no creyentes, como a nosotros los judíos espirituales que decimos ser
cristianos, pero que vivimos en desobediencia.
Romanos 9:6-8
“No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos
los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de
Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es:
No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son
hijos según la promesa son contados como descendientes”.
Aquí, el Apóstol Pablo está diciendo que los hijos de
Abraham son los que creemos en el Señor Jesucristo y no los judíos literales y
físicos. Y lo mismo, pero en otras palabras, les repite a los de Galaxia:
Gálatas 3:28-29
“Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no
hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si
vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según
la promesa”.
No puede ser más claro, para con Dios no existe ningún
favoritismo en cuanto a la raza, ya que todos somos una sola raza, porque todos
venimos de Adán. Los judíos literales no tienen ningún favoritismo de parte de
Dios, están en la misma condición que todos los que no nacimos en Israel: sin
Cristo están bajo la condenación; en Cristo, son parte del verdadero Israel
porque son parte de la verdadera Iglesia
de Cristo. De hecho, el verdadero Israel es la iglesia, los verdaderos hijos de
Abraham son los creyentes, el verdadero Judío es el creyente y la verdadera Jerusalén
no es la que existe allá en el medio oriente, sobre la cual los judíos y los
musulmanes se estas peleando desde tiempos ancestrales.
No es judío el que lo es exteriormente, sino el que lo es
interiormente. El verdadero judío es el verdadero cristiano.
Veamos ahora la siguiente escritura:
Romanos 2:25-29
“Pues en verdad la circuncisión aprovecha, si guardas la
ley; pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión viene a ser
incircuncisión. Si, pues, el incircunciso guardare las ordenanzas de la ley,
¿no será tenida su incircuncisión como circuncisión? Y el que físicamente es
incircunciso, pero guarda perfectamente la ley, te condenará a ti, que con la
letra de la ley y con la circuncisión eres transgresor de la ley. Pues no es
judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace
exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la
circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual
no viene de los hombres, sino de Dios”.
La Iglesia cristiana es el verdadero Israel, es decir, los
que hemos sido circuncidados del corazón, los creyentes en Cristo Jesús, somos los
verdaderos judíos, la nación santa, el verdadero pueblo de Dios. En la
actualidad, los judíos literales, los que por su nacionalidad se dicen ser
Judíos, pero que no creen en Jesús, ellos son incircuncisos y por lo tanto,
aunque crean ser el “pueblo verdadero de Dios”, lamentablemente no lo son.
Ellos verán la ira de Dios.
Los verdaderos hijos de Dios no son los que nacen de
carne ni de sangre, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Solo los que han nacido de nuevo y tienen fe en Cristo serán
salvos y heredarán las promesas de Dios.
¡Gracia y Paz!
¿HAY DESEOS DE VENGANZA EN TU VIDA?
¿HAY DESEOS DE venganza
EN TU VIDA?
1 Samuel 26:5-9
“Y se levantó David, y vino al sitio donde
Saúl había acampado; y miró David el lugar donde dormían Saúl y Abner hijo de
Ner, general de su ejército. Y estaba Saúl durmiendo en el campamento, y el
pueblo estaba acampado en derredor de él. Entonces David dijo a Ahimelec heteo
y a Abisai hijo de Sarvia, hermano de Joab: ¿Quién descenderá conmigo a Saúl en
el campamento? Y dijo Abisai: Yo descenderé contigo. David, pues, y Abisai
fueron de noche al ejército; y he aquí que Saúl estaba tendido durmiendo en el campamento,
y su lanza clavada en tierra a su cabecera; y Abner y el ejército estaban
tendidos alrededor de él. Entonces dijo Abisai a David: Hoy ha entregado Dios a
tu enemigo en tu mano; ahora, pues, déjame que le hiera con la lanza, y lo
enclavaré en la tierra de un golpe, y no le daré segundo golpe. Y David
respondió a Abisai: No le mates; porque ¿quién extenderá su mano contra el
ungido de Jehová, y será inocente?”
El rey Saúl había escogido tres mil hombres de su
ejército, y había salido a buscar a David con el fin de matarlo. Este pasaje
nos cuenta que una noche David y uno de sus hombres, Abisai, se llegaron hasta
el lugar donde Saúl había acampado, y descubrieron que el rey y sus hombres
dormían. Viendo que estaban totalmente indefensos, Abisai pidió permiso a David
para matar a Saúl, diciendo que esta oportunidad había venido de Dios. David
pudo haber consentido fácilmente. Lo cierto es que Saúl lo estaba buscando a él
para matarlo, así que perfectamente podía considerar el acto como defensa
propia. Pero no sólo eso, sino que ya David en una ocasión anterior había
perdonado la vida a Saúl cuando pudo haberlo matado (1 Samuel 24). En aquel
momento Saúl lloró cuando se enteró de la misericordia de David, y decidió
abandonar la persecución, y hasta dijo que David era apto para ser el próximo
rey de Israel.
Pero ahora Saúl había reanudado su inflexible acoso. Y de
nuevo David lo tenía indefenso frente a él. Bien pudo haber razonado: “Lo
perdoné una vez. Dios me está dando esta segunda oportunidad”. Además, Abisai
insistía en matarlo. ¡Qué fantástica oportunidad de librarse de aquel que tanto
lo odiaba! Sin embargo, David rechazó esos pensamientos porque creía firmemente
que no estaba bien matar al hombre que Dios había ungido para que fuese rey de
Israel. Y le respondió a Abisai: “No le mates; porque ¿quién extenderá su mano
contra el ungido de Jehová, y será inocente?”
Cuando nos tratan injustamente, nos ofenden o nos causan
daño, es fácil aprovechar cualquier oportunidad para vengarnos de alguna manera,
y después tratar de justificar la acción sobre la base de ese maltrato de que
fuimos víctimas, e incluso hasta aseguramos que Dios fue el que facilitó la
oportunidad. Sin embargo, estos no son los principios que deben guiar a un hijo
de Dios que verdaderamente desea agradar a su Padre celestial. En el Sermón del
Monte, Jesús dijo a sus discípulos: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu
prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos,
bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por
los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:43-44).
Es muy difícil poner en práctica esta enseñanza, pues
nuestra naturaleza carnal nos impulsa a hacer lo contrario, como quería Abisai.
Pero, al igual que David, nosotros podremos lograrlo si deseamos agradar al
Señor. Lo más importante es poner en primer lugar, antes que nuestros
sentimientos y nuestros impulsos carnales, los principios de la palabra de
Dios, y nuestra disposición a obedecer su voluntad. El apóstol Pablo nos dejó
este consejo en su carta a los romanos: “No os venguéis vosotros mismos, amados
míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la
venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Romanos 12:19).
Si estás luchando con un sentimiento de venganza en
relación a alguien que te ha hecho daño, haz tuya esta enseñanza, y glorifica
el nombre de Dios siguiendo sus preceptos y obedeciendo su voluntad. Déjalo en
manos del Señor. Ten la completa seguridad de que él recompensará con creces tu
obediencia.
ORACIÓN:
Padre amado, es mi anhelo agradarte siempre, pero cuando
se trata de controlar los deseos de vengarme de alguien que me ha herido, me
resulta muy difícil obedecer tu palabra. Por favor dame las fuerzas para
sobreponerme a estos sentimientos y mostrar tu amor y tu misericordia. En el
nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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