martes, 30 de septiembre de 2014

¿ESTÁS DEJANDO QUE EL ESPÍRITU SANTO CONTROLE TU VIDA?



¿ESTÁS DEJANDO QUE EL ESPÍRITU SANTO CONTROLE TU VIDA?

Gálatas 5:16-23
“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”.

Con frecuencia escuchamos noticias acerca de renombrados políticos o exitosos hombres de negocios que, siendo casados, han sido descubiertos teniendo una relación fuera del matrimonio. La mayoría de ellos llevaban muchos años de casados, es decir tenían hogares largamente establecidos. Pero estos hogares fueron totalmente destruidos al conocerse públicamente la “doble vida” que ellos llevaban. ¡Cuántas dificultades y obstáculos habrán tenido que vencer para llegar a la posición a la que llegaron! ¡Y de repente todo se fue por la borda! La pregunta que muchos se hacen es: “¿Qué fuerza movió a estos hombres a actuar de esta manera que los llevó a destruir sus vidas y las de sus respectivas familias?”

Con toda seguridad, tiempo atrás, cada uno de ellos se encontró en una situación en la que les resultaba fácil tener una relación fuera de sus respectivos matrimonios, y los deseos sexuales los empujaban a cometer adulterio. Finalmente cada uno de ellos decidió satisfacer los “deseos de la carne”, y a la corta o a la larga tuvieron que sufrir las consecuencias. En el pasaje de hoy, el apóstol Pablo advierte claramente a los cristianos de las iglesias de Galacia que esto es algo que no deben hacer, sino más bien todo lo contrario. “Andad en el Espíritu”, les dice, “y no satisfagáis los deseos de la carne”. Estos “deseos de la carne” están contra el Espíritu de Dios porque son parte de nuestra corrupta naturaleza humana, y son alimentados por espíritus diabólicos que buscan la destrucción y la muerte del ser humano. Pablo menciona una lista de las obras que resultan de satisfacer estos deseos, entre ellas “adulterio, fornicación, inmundicia…” y muchas más “semejantes a estas”. Y entonces una fuerte advertencia: “Los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”.

La otra alternativa que tiene el ser humano es “andar en el Espíritu”, lo cual implica renunciar a sus propios deseos, rendirse a la autoridad de Cristo y permitir que el Espíritu Santo controle sus acciones. Esto es algo que está totalmente opuesto a lo más intrínseco de la naturaleza humana, y por lo tanto es imposible de llevar a cabo por nuestras propias fuerzas. Se requiere una fuerza sobrenatural a la que sólo tenemos acceso por medio de la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas.

Por ejemplo, cuando Jesús fue arrestado por los soldados romanos en el huerto de Getsemaní, “todos los discípulos, dejándole, huyeron” (Marcos 14:50). Sin duda la naturaleza carnal los movió a poner sus propias vidas en primer lugar y huir del peligro. Pero cuando Jesús resucitó y se presentó ante ellos, comenzaron a haber cambios profundos en sus vidas. Y cuando fueron llenos del Espíritu Santo en Pentecostés, la transformación de estos hombres fue completa. Predicaron la palabra de Dios, se enfrentaron con valor a amenazas de muerte, sufrieron torturas, cárcel y todo tipo de humillaciones, y permanecieron fieles al Señor aun a costa de sus propias vidas.

¿Qué te mueve a actuar en tu vida? ¿Son tus acciones obras de la carne? Si es así, estás actuando en contra de la voluntad de Dios, y lo que te mueve no es el Espíritu de Dios. Acércate, pues, al Señor, busca su rostro, humíllate, confiesa tus pecados y el Dios en su infinita misericordia te limpiará completamente. Este es el primer paso para que el Espíritu Santo tome control de tus actos y su fruto se manifieste en tu vida.

ORACIÓN:
Padre santo, te ruego me ayudes a obedecer tu palabra y que sea tu Espíritu Santo quien me mueva en todo lo que hago, y aun en lo que hablo y hasta en lo que pienso. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

SALMO 13

Salmo 13
“¿Hasta cuándo, Yahweh? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, con tristezas en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí? Mira, respóndeme, oh Yahweh Dios mío; alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte; para que no diga mi enemigo: Lo vencí. Mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara. Mas yo en tu misericordia he confiado; mi corazón se alegrará en tu salvación. Cantaré a Yahweh, porque me ha hecho bien”.

La inseguridad no es algo que simplemente se confiese y automáticamente desaparezca. Más bien es una condición que debe ser confrontada por un período de tiempo más o menos largo. Sobre todo la persona que tiene este problema debe tomar la decisión de confiar en lo que Dios ha prometido y no en lo que el enemigo trata de hacerle creer. David estaba pasando por momentos de gran inseguridad e incertidumbre en su vida. Al describir su situación, en el pasaje de hoy, se muestra temeroso e impaciente ante la supuesta “tardanza” de Dios para acudir en su ayuda. Sin embargo, en medio de su ansiedad, su corazón (que “era conforme al corazón de Dios”) le recuerda que, independientemente de lo difícil de la situación, siempre debía confiar en el Señor. Por eso pudo decir con toda seguridad: “Mas yo en tu misericordia he confiado; mi corazón se alegrará en tu salvación” Esta expresión implica seguridad, no en él mismo, no en las circunstancias, no en la suerte, sino en el Dios de amor y misericordia que todo lo puede. Y anticipando esta salvación termina exclamando: “Cantaré a Jehová, porque me ha hecho bien”. Este salmo comienza con un lamento pero termina con una canción.


¡Gracia y Paz!