miércoles, 18 de diciembre de 2013

ORACIÓN



Padre mío, gracias por tu amor y tu socorro inmerecidos en mis tiempos de aflicción. Hoy clamo a ti como me dice tu palabra, y confío plenamente en que no me dejarás ni me desampararás, y que tu paz y tu gozo me inundarán. En el nombre de Jesús, Amén.

¿DÓNDE ESTÁ DIOS CUANDO ESTOY SUFRIENDO?


Isaías 53:4-7
“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”.

Este pasaje fue escrito unos ochocientos años antes del nacimiento de Jesucristo. Aquí, el profeta Isaías describe el castigo más cruel e injusto que la humanidad haya conocido. Jesús, sin haber cometido pecado nunca, fue crucificado y sufrió el terrible dolor de la cruz por amor a nosotros, para librarnos de la condenación y darnos vida eterna. Mientras tanto su Padre, en el cielo, sufría junto con él mientras se llevaba a cabo su plan de salvación para la humanidad. ¿Puede acaso existir un ejemplo más evidente de la presencia de Dios en medio del dolor? A la pregunta: “¿Dónde está Dios cuando estoy sufriendo?”, hay una sola y contundente respuesta: “En el mismo lugar que estaba cuando crucificaban a su Hijo Jesucristo por ti y por mí”.

Los niños necesitan periódicamente inmunizaciones contra diferentes enfermedades. Con seguridad los pequeños no entienden que las vacunas son para su bien. Desde su punto de vista, están experimentando dolor, mientras que alguien que los ama lo está permitiendo. Tal vez tú recuerdas a tu madre o tu padre cuando te sujetaba para que el médico pudiera ponerte la inyección. Tal vez le recuerdas comentando con alguien que la experiencia le dolió más a ella o a él que lo que pudo haberte dolido a ti. Tal experiencia nos da una pequeña idea de cómo se relaciona Dios con sus hijos, y como él responde cuando estamos pasando por pruebas dolorosas.

El pueblo de Israel fue rebelde y desobediente, y por ello tuvieron que sufrir muy malas consecuencias. En Isaías 63:9 el profeta nos habla acerca del amor de Dios hacia su pueblo cuando dice que “en toda angustia de ellos él fue angustiado”. Esto es exactamente lo que Dios quiere decirnos cuando la aflicción llega a nosotros: cuando sufrimos, él sufre con nosotros. Claro que para una mente infantil, este es un concepto totalmente incomprensible, pero cuando crecemos y tenemos nuestros propios hijos lo vemos claramente. Entonces comenzamos a entender el infinito amor y la fidelidad de nuestro Padre celestial.

Un conocido comentarista bíblico dijo: “Nuestro Dios, nuestro Salvador es a veces un Dios que se oculta a sí mismo, pero nunca un Dios que se ausenta. A veces está en la oscuridad, pero nunca en la distancia”. Hebreos 13:5 nos recuerda que él dijo: “No te desampararé, ni te dejaré”. Esta es una preciosa promesa que debemos recordar siempre, sobretodo cuando estamos pasando por una prueba.

El Salmo 91:15 trae a nuestras vidas aliento, confianza y seguridad, por medio de esta promesa de Dios: “Me invocará, y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré”. Si estás en medio de un período doloroso, busca el rostro del Señor, invoca su nombre, aférrate de sus promesas. Ten la seguridad de que su respuesta no tardará, pues él está muy cerca, aunque te parezca lo contrario. Él te librará del dolor y la angustia y derramará sobre ti su gloria y su paz. Quizás las circunstancias no cambien inmediatamente, pero espera confiadamente pues tu Padre celestial está trabajando en ellas.

ORACIÓN:
Padre mío, gracias por tu amor y tu socorro inmerecidos en mis tiempos de aflicción. Hoy clamo a ti como me dice tu palabra, y confío plenamente en que no me dejarás ni me desampararás, y que tu paz y tu gozo me inundarán. En el nombre de Jesús, Amén.


“Gracia y Paz”

Dios te Habla

BOOZ: CUALIDADES DE UN HOMBRE DE DIOS



La Biblia está llena de hombres que por su piedad y buen ejemplo vale la pena estudiarlos y ponerlos como modelo para aprender de ellos. Booz que es uno de estos valiosos varones de Dios que merecen nuestra atención.

La historia de Booz la encontramos en el libro de Ruth, en donde se nos narra el amor de Booz y Ruth. Él, un hombre soltero, rico y honorable. Ella, viuda, humilde, pobre, de origen pagano pero  que renunció a sus dioses para ir tras el único y verdadero Dios y con la determinación de no abandonar a su suegra.

El pueblo de Israel tenía una ley para proteger a la familia: “la ley del levirato”, que consistía en que una mujer viuda que no tuviera hijos, podía desposarse con su cuñado, el hermano del difunto, para que tuviese descendencia, heredara sus bienes y perpetuara su nombre.  Booz se inspira en la piedad de esta ley para arropar a la desamparada Ruth de su estado de pobreza y soledad.

Veamos algunas características de un varón digno de imitar (lee el libro de Ruth capítulos 2-4):

Esforzado: Booz era un hombre trabajador y un buen administrador de su dinero, ya que a pesar de la hambruna que sufrió su pueblo, él fue muy rico, dueño de al menos un campo de cebada, con muchos empleados.

Respetado: De buena posición social, poderoso y honrado dentro de su comunidad.

Devoto: Aunque Booz vivía en una época donde la maldad predominaba en Israel, él era un hombre temeroso de Dios, que se apegaba a Su Ley. Sabía que era bienaventurado el que confiaba en el Dios de Israel.

Humilde: Conocía a sus empleados, los trataba con sencillez, consideración y respeto.

Generoso: Daba solícitamente más de lo que debía.

Misericordioso: Fue un instrumento de Dios para beneficiar al pobre, al desvalido, para ayudar al necesitado y marginado.

Bondadoso: Era un hombre cortés, consolador, cuidaba el bienestar de sus empleados y los trataba bien, brindaba un ambiente laboral armonioso.

Integro: Conocía las leyes de su nación y las cumplía, cuidó el honor y el buen nombre de una mujer. Demostró ser un hombre leal para hacer negocios.

Amable: Tuvo un trato tierno con una mujer indefensa, le proveyó alimento, reconoció sus virtudes.

Protector: Se compadeció de dos viudas como Ruth y Noemí, provee para que ellas se sientan seguras y confiadas.

Diligente: cuando se propuso una empresa, se apresuró a concluirla "Aquel hombre no descansará hasta que concluya el asunto hoy".

le dio Valor a la verdadera belleza: Se casó con una mujer virtuosa, reconoció en ella su fe, su bondad, su sabiduría y su buena reputación. Más no por su belleza externa o su juventud.

Booz fue un hombre al que no le importó la posibilidad de ser rechazado por su pueblo al casarse con una extranjera que abrazó la fe en el Dios verdadero. El no perdió tiempo, fue diligente y respetó la ley haciendo lo correcto; acudió con muchos testigos al pariente más cercano, según la ley del levirato, para verificar que éste no estaba dispuesto a arriesgar sus posesiones para ayudar a Ruth y a su suegra, y así, con la aprobación de los ancianos del pueblo, se convirtió en el esposo y redentor de Ruth. El miró su fe y sus virtudes por encima de sus otras cualidades y la “redimió”, la sacó de su aflicción y deplorable situación.

Booz y Ruth se casaron y tuvieron un hijo llamado Obed, y dos generaciones más adelante nació el Rey David, quien a su vez fue el antepasado de nuestro Señor Jesucristo.

Reflexión:

La historia del libro de Ruth es una mezcla de las adversidades de dos mujeres, que encuentran esperanza en Booz, quien tiene todas las posibilidades de “redimirlas” y sacarlas de su  situación lamentable.

Aunque Booz es un buen modelo a seguir, tenemos uno mejor: Jesucristo, quien, a pesar de nuestra condición de pecadores, que es más deplorable que la de Ruth, actuó como “pariente redentor”,  y nos libró de la muerte espiritual, de la amargura por estar separados de Dios y de la esclavitud del pecado. Él escogió una novia, la iglesia, una extranjera, manchada por el pecado, indigna, para lavarla, redimirla y vestirla sin mancha ni arruga, para hacerla su esposa. Fuimos recipientes de su compasión, amor, bondad, y gracia.

Si queremos ser varones imitadores de Cristo y llegar al menos a la estatura de Booz, pidamos a nuestro Padre Celestial que derrame más de su Gracia para que en medio de las batallas con nuestros pecados residuales, crezcamos en virtud y en humildad.


“Gracia y Paz”
Edificando Matrimonios
conforme al propósito de Dios

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CARTA DE UNA MADRE PARA SU HIJA:



“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da” (Éxodo 20:12).

CARTA DE UNA MADRE PARA SU HIJA:

Mi querida hija, el día que me veas vieja, te pido por favor que tengas paciencia, pero sobre todo trata de entenderme.

Si cuando hablamos, repito lo mismo mil veces, no me interrumpas para decirme “eso ya me lo contaste” solamente escúchame por favor. Y recuerda los tiempos en que eras niña y yo te leía la misma historia, noche tras noche hasta que te quedabas dormida.

Cuando no me quiera bañar, no me regañes y por favor no trates de avergonzarme, solamente recuerda las veces que yo tuve que perseguirte con miles de excusas para que te bañaras cuando eras niña.

Cuando veas mi ignorancia ante la nueva tecnología, dame el tiempo necesario para aprender, y por favor no hagas esos ojos ni esas caras de desesperada. Recuerda mi querida hija, que yo te enseñé a hacer muchas cosas, como comer apropiadamente, vestirte y peinarte por ti misma y como confrontar y lidiar con la vida.

El día que notes que me estoy volviendo vieja, por favor, ten paciencia conmigo y sobre todo trata de entenderme. Si ocasionalmente pierdo la memoria o el hilo de la conversación, dame el tiempo necesario para recordar y si no puedo, no te pongas nerviosa, impaciente o arrogante. Solamente ten presente en tu corazón que lo más importante para mí es estar contigo y que me escuches.

Y cuando mis cansadas y viejas piernas, no me dejen caminar como antes, dame tu mano, de la misma manera que yo te las ofrecí cuando diste tus primero pasos. Cuando estos días vengan, no te sientas triste o incompetente de verme así, sólo te pido que estés conmigo, que trates de entenderme y ayudarme mientras llego al final de mi vida con amor. Y con gran cariño por el regalo de tiempo y vida que tuvimos la dicha de compartir juntas, te lo agradeceré, con una enorme sonrisa y con el inmenso amor que siempre te he tenido, sólo quiero decirte que te amo, mi querida hija.


“Gracia y Paz”
Fuente: Reflexiones sobre nuestros actos cotidianos.

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