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¡LA DESOBEDIENCIA, TRAE CONSECUENCIAS!




1 Samuel 15:22-23
“Y Samuel dijo: ¿Se complace el Señor tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras del Señor? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra del Señor, él también te ha desechado para que no seas rey”.

El rey Saúl había recibido instrucciones de Dios a través del profeta Samuel de que atacara a los amalecitas, enemigos acérrimos de Israel, y destruyera todo. Le dijo: “Mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos” (1 Samuel 15:3). Todo, absolutamente todo debía ser eliminado. Esa era la orden clara y terminante del Señor. Sin embargo, Saúl optó por perdonarle la vida al rey Agag, y traerse consigo lo mejor de las ovejas y del ganado (v. 9). Entonces Samuel confronta a Saúl (vv. 13-21) en relación a su desobediencia a Dios, y Saúl le contesta tratando de excusarse. Le dice que había sido el pueblo el que había tomado los mejores animales para ofrecer sacrificios al Señor (como si el pueblo tuviese la autoridad para actuar por sí mismo), y le da al profeta toda una serie de pretextos y disculpas.

Ante esa actitud de desobediencia y terquedad de parte de Saúl, Dios le dijo a Samuel: “Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras” (1 Samuel 15:11). La actitud de Saúl entristeció el corazón de Dios, y le costó su reinado. Finalmente Samuel pronunció las palabras del pasaje de hoy, como una sentencia para el rey Saúl que vino directamente del Señor: “Por cuanto tú desechaste la palabra del Señor, él también te ha desechado para que no seas rey”. Es decir, debido a que desobedeciste la palabra de Dios, él te ha rechazado. Ciertamente la desobediencia trae separación de Dios. Ser desobedientes nos impide recibir las bendiciones y las promesas del Señor. Por el contrario, cuando actuamos conforme a la voluntad de Dios, su gracia y su bondad se manifiestan sobre nosotros. Si sabemos esto, entonces ¿por qué desobedecemos? Hay varias razones por las que no obedecemos la palabra de Dios. He aquí algunas de ellas:

No amamos al Señor lo suficiente. Jesús dijo: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él” (Juan 14:21). Por el contrario, continúa el Señor, “el que no me ama, no guarda mis palabras” (Juan 14:24).

Un corazón impuro. Santiago 1:21 dice: “Desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”. Un corazón puro es terreno fértil para la palabra de Dios. Eva se dejó influenciar por las palabras de la serpiente y en su corazón sintió codicia por la fruta prohibida. Por eso la comió, desobedeciendo a Dios (Génesis 3:6).

LAS COSAS DEL MUNDO. Dice Jueces 2:16-17: “Y el Señor levantó jueces que los librasen de mano de los que les despojaban; pero tampoco oyeron a sus jueces, sino que fueron tras dioses ajenos, a los cuales adoraron; se apartaron pronto del camino en que anduvieron sus padres obedeciendo a los mandamientos del Señor; ellos no hicieron así”. Un ídolo o un dios falso puede ser cualquier cosa que ocupa en nuestras vidas un lugar preferente sobre Dios.

LA MALA INFLUENCIA DE LOS DEMÁS. La influencia de las malas amistades puede desviarnos de un camino de obediencia y convertirnos en cristianos mediocres y desobedientes. De esta influencia debemos alejarnos. El apóstol Pablo advierte a los romanos: “Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos” (Romanos 16:17). Y a los gálatas les dice: “Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad?” (Gálatas 5:7).

Ciertamente no queremos ser desechados por Dios, como le pasó a Saúl. Debemos, por tanto, desechar nosotros todo aquello que nos impide obedecer la palabra de Dios. Entonces recibiremos bendición de lo Alto.

ORACIÓN:
Padre santo, yo anhelo recibir tus bendiciones y tus promesas. Por favor ayúdame a rechazar todo aquello que interfiere en mi obediencia a tu palabra, y que trae malas consecuencias a mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla