Juan 4:39
“Y muchos […] creyeron en él por
la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he
hecho”.
¿Qué vio Jesús cuando miró a la
mujer junto al pozo en Juan 4? Alguien que necesitaba desesperadamente que la
aceptaran y le demostraran amor. Pero por encima de todo, vio a una persona que
precisaba lo que solamente Él podía dar: un corazón nuevo.
No fue casualidad que todos los
discípulos fueran a la ciudad a comprar alimentos. Sin duda, habrían tratado de
advertir a Jesús de que no hablara con esa persona: mujer, samaritana y de mala
reputación.
Sin embargo, como Jesús no tenía
en cuenta el protocolo, utilizó este encuentro para bendecirla con la verdad
del «agua viva» (Juan 4:10). En una simple conversación, echó abajo las
barreras de las antiguas hostilidades, de la discriminación de género y del
sectarismo étnico y racial. Y esta mujer se convirtió en la primera de muchos
samaritanos que confesaron que Jesús era el Mesías (vv. 39-42).
Cuando les contó a los demás
sobre su encuentro con un Hombre que le «[había] dicho todo cuanto [había]
hecho» ella puso en práctica el principio de sembrar y cosechar que Jesús
estaba enseñándoles a sus seguidores (Juan 4:35-38). Muchos creyeron aquel día,
y más adelante, Felipe, Pedro, Juan y otros predicarían en Samaria y guiarían a
muchos más a Cristo (Hechos 8:5-14; 15:3).
Cuando
les hablamos a los demás de nuestro «encuentro» con Jesús, los bendecimos con
agua viva.
La
fe que vale la pena merece ser comunicada.
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LEA: Juan 4:27-39
Biblia en un año: Filipenses 1–4
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“Gracia y Paz”
Nuestro Pan Diario
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