1 Crónicas 28:8
“Ahora, pues, ante los ojos de
todo Israel, congregación de Jehová, y en oídos de nuestro Dios, guardad e
inquirid todos los preceptos de Jehová vuestro Dios, para que poseáis la buena
tierra, y la dejéis en herencia a vuestros hijos después de vosotros
perpetuamente”.
Los padres en la Obra de Dios son llamados a
consagración. En la Palabra
de Dios encontramos que Él le dice a su pueblo Israel, específicamente a los
padres: “Guardad e inquirid todos los preceptos de Jehová vuestro Dios, para
que poseáis la tierra, y la dejéis en herencia a vuestros hijos después de
vosotros perpetuamente”. Es al padre a quien corresponde poseer la heredad de
sus hijos. Este principio lo tenemos en nuestro Dios, la Palabra del Señor dice:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los
padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a
quien constituyó heredero de todo” (Hebreos 1:1-2).
Dios nuestro Padre, es un padre
responsable, tiene herencia para cada uno de nosotros. Dios que todo lo tiene,
todo lo posee, nos ha entregado a su Hijo Jesucristo. Que vino a este mundo, se
humilló, se hizo hombre, “fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su
gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”
(Juan 1:14). La Palabra
dice que de esa plenitud de Cristo tomamos todos, gracia sobre gracia. Cristo
recibe toda la heredad y es el gozo de Él hacernos a nosotros coherederos con
Él. Todo lo que nosotros tenemos desde la cabeza hasta los pies tiene que estar
lleno de Cristo, todo nuestro ser está en esa herencia que Cristo ha comprado
por nosotros y para nosotros en la cruz del calvario.
Es necesario que nos detengamos y
analicemos los procesos de la obra de Dios. Cuando vamos a la Palabra nos damos cuenta
que Dios en su infinita misericordia tiene propósitos con todos aquellos que se
consagran a Él. Dios escoge ciertas vidas para primero formarlas y una vez que
están formadas comienza a darles y a poseer una heredad, una herencia.
Tenemos en la Palabra de Dios un hombre
como Noé, era un profeta de su tiempo. Su vida es un ejemplo de entrega a la
obra de Dios. Lo vemos cuando le ordenó construir el arca y dar el mensaje. Los
hombres del tiempo de Noé, quizá el primer día cuando lo vieron trabajar le
preguntaron qué es lo que estás haciendo y él les explicó la necesidad del
arca, la revelación que Dios le había dado porque vendría un diluvio, que
destruiría a toda la humanidad, venía un juicio sobre toda la tierra y aquellos
hombres se preguntaban en su corazón ¿cómo será ese juicio? Y él les contestó,
¡vendrá un diluvio! Dice la
Biblia que todavía no había llovido en la tierra. Los hombres
comenzaron a buscar señales en la naturaleza para ver si lo que Noé estaba
diciendo era real. Pero la señal no estaba en la naturaleza, la señal de Dios
no estaba en las nubes, la señal de Dios estaba en el arca y esa arca era el
testimonio de que el juicio de Dios venía y Noé estaba edificando el arca en la
cual él se salvó y toda su familia.
Luego el arca fue levantada y se
posó en el monte Ararat. Y Noé descendió del arca e hizo sacrificio a Dios.
Cuando se secó la tierra, Dios se acordó de Noé y lo último que tenemos de la
vida de Noé es la terrible maldición que pronunció sobre Canaán después no se
menciona nada más. Quiere decir que en los tratos y propósitos de Dios tenemos
que entender cuál es la posición que Dios nos da en sus propósitos y en sus
tratos para con su Obra.
Dios llama a algunos a realizar
algo específico. Los propósitos con Abraham eran diferentes, era hacerlo el
padre de la fe. En Abraham estaba la simiente que era el linaje de él, que
pisotearía la cabeza de la serpiente. Dios dice que Abraham era el padre de la
fe, él poseyó esa fe, tomó esa fe, se desarrolló en esa fe, caminaba y
comunicaba la fe que Dios había puesto en él. Poseyó esa fe, vivió esa fe,
proclamó esa fe, comunicó esa fe, y no solo la vivió, sino que además le dejó
como herencia a Isaac, su hijo.
La primera letra del alfabeto
hebreo es ALEPH, la segunda es BETH, y la primera letra en un diccionario
hebreo es AB que significa PADRE. La primera y la segunda letra del alfabeto
hebreo se unen y forman la primera palabra y ésta es Padre. Es decir, que todo
lo que viene después de la primera palabra se debe a que ahí está el origen de
todo lo demás.
En la Biblia , padre significa,
aquel que es el origen de todo lo que existe, no solo es el origen, sino el
educador y el protector del hijo. Dios habló a los padres de su pueblo Israel,
que tenía que consagrarse para poseer la buena tierra y después de poseerla no
podían quedarse con ella sino que tenían que aprender que esa tierra que Dios
les había dado tenían que entregarla a sus herederos. Ningún padre se puede
quedar con lo que ha conquistado, con lo que Dios le ha dado, tiene que
comunicarlo a aquellos hijos que Dios le ha dado en ese ministerio.
Cuando el padre no entiende que
lo que está conquistando, que lo que está ganando, que lo que está recibiendo
no es para él mismo sino para sus hijos, entonces el padre falla, el padre le
quita la bendición a sus hijos, el padre impide a sus hijos recibir la herencia
porque eso es lo que Dios quiere, que los hijos reciban lo que el padre estuvo
conquistando, estuvo tomando, estuvo recibiendo.
Hay padres perezosos que no
conquistan nada para sus hijos. Hay padres que conquistan, pero se vuelven
avaros, se lo gastan todo, se van a la tumba y solo dejan ruinas detrás de
ellos.
Hay padres que conquistan, toman,
poseen y saben entregar a sus hijos; para que hereden, para que reciban aquello
que tanto les costó. Porque ese es el propósito de Dios, Padres para poseer e
hijos para heredar, este es un principio bíblico y tenemos que entender este
principio en esta hora que estamos viviendo.
En la Obra que estamos viviendo,
nosotros somos aquellos que estamos heredando lo que Dios le ha dado a nuestros
padres, y aquí están los hijos que la habrán de heredar para poseerla.
El padre tiene que conquistar
para heredar. Dios escoge hombres, nadie se puede autoproclamar padre de una
Obra, ni fundador. Hay muchas Obras ficticias que cuando usted busca el
fundamento no encuentra nada.
Para Dios usar una persona con
propósitos específicos, hay cuatro condiciones de saber: 1) GUARDAD, 2) INQUIRIR,
3) POSEER y, 4) HEREDAD.
1) La primera que Dios revela es
GUARDAD (Shamar), que significa: poner un cerco, proteger. Lo primero es
guardar porque hay muchos padres que no hacen provisión y cuando no se hace
esto, no se puede aconsejar a sus hijos. El que no guarda no importa cuánto se
le dé todo lo pierde, todo lo bota, no tiene nada, pero aquel que guarda
comenzará a buscar y a inquirir en la Palabra de Dios.
2) El segundo paso es INQUIRIR
(Daresh), que significa: pisada, pisar con frecuencia en un mismo lugar de
manera habitual. Para ser padre y poseer necesita no solo guardar la Palabra de Dios, sino
además inquirir. Cuando se inquiere se dejan huellas para que los hijos entren
en ese mismo camino que Cristo abrió para nosotros hasta el lugar santísimo.
El padre que va a poseer tiene
que dejar huellas y para dejar huellas hay que caminar no una sola vez, sino
todos los días. Este es un camino de sufrimientos, de dificultades, es un
camino angosto, pero que vale la pena caminarlo. Vale la pena dejar las huellas
para que otros entren, sigan y vean que si se está caminando por la misma
senda.
3) El tercer principio para
heredar es POSEER (yaresh), que significa: ocupar algo que está lleno por
alguien más, en el hebreo significa echar fuera los inquilinos que ocupan esa
posición. Dice Dios: “Guardad e inquirid todos los preceptos de Jehová vuestro
Dios, para que poseáis…” Cuando Israel entró en la tierra prometida encontraron
inquilinos que estaban contaminando la tierra, pero ellos entraron. Para poseer
hay que echar fuera a los enemigos de la Obra de Dios. Pero cuando una Obra no expulsa, no
saca, y deja que se instalen los enemigos; esa Obra no prospera, no avanza, no
vence. Nosotros hemos aprendido que debemos echar afuera todo aquello que está
impidiendo que la Obra
de Dios avance.
Cuando un obrero se daña Dios nos
da otro mejor. Dios a través del profeta Samuel le habló a Saúl y le dijo que
Dios “lo ha dado a un prójimo tuyo mejor que tú” (1 Samuel 15:28). Si no
estamos dispuestos a pagar el precio, Dios hallará otro mejor. Cuando Dios
escogió a Saúl, lo escogió porque era el mejor, pero se dañó y Dios tuvo que
buscar otro mejor. Por eso, cada obrero, cada misionero, cada maestro bíblico tiene
que proponerse en el Señor a darlo todo. Debe recordar que debemos de dar todo
lo que la Obra
requiera de nosotros para que Dios no tenga que dejarnos a un lado y buscar a otro.
Para poseer hay que expulsar al
enemigo, y habrá batallas, pero para esas batallas Dios tiene una armadura. El
que no la tiene se tambalea, le llega la inseguridad, la duda, no puede
discernir sin la presencia de Dios. En su presencia comprendemos el propósito
de tener toda la armadura de Dios. En estos tiempos hemos tenido que tomarla y
ponerla continuamente porque ésta es la que nos protege en el combate. Es muy
necesaria para poseer lo que Dios nos ha entregado, para su gloria.
4) El cuarto paso es HEREDAR.
Dios dice en su palabra “para que poseáis la buena tierra, y la dejéis en
herencia”, este principio está expresado en toda la Biblia. El padre posee,
pero no para él, es para que los hijos se gocen de lo que los padres estuvieron
conquistando por la fe. HEREDAR significa (Nachal) distribuir lo que se ha
recibido. Hay padres que no distribuyen, no dejan ni las migajas a los hijos,
hay padres que toman, poseen, y se lo entregan a los que no son sus hijos.
Abraham le llegó el momento que
tenía que entregar la herencia en vida, no esperó morir para entregarla.
Abraham hizo algo muy precioso, tomó a Ismael, le dio una parte, y lo mandó
lejos, para que este no le quitara la herencia al que era hijo de Sara, el hijo
de la promesa. No hay que equivocarse de heredero, hay quien se equivoca, pero
Dios no se equivoca, Él sabe quiénes son sus herederos.
Hay hijos que son como Esaú,
vivieron vidas desordenadas, trayendo dolor al corazón de sus padres,
deshaciendo el testimonio de ellos. Cuando Esaú vio que se acercaba el momento
de heredar, fue a buscar la bendición, pero ya su papá se lo había entregado a
otro. Entonces Esaú le dijo: ¿Padre no ha quedado otra bendición para mí? Isaac
respondió: no hay otra herencia, no hay otra bendición (Génesis 27:36-38).
Hay hijos malos que no valen ni
un Eliezer. Abraham le preguntó a Dios, Señor, ¿Quién me va a heredar, este
damasceno, este siervo? Ese siervo, sabiendo que no podía heredar, que nunca
iba a recibir la herencia, le fue fiel a Abraham. Hay hijos que siendo
legítimos no tienen la fidelidad de Eliezer. Un error que cometían muchos
padres era que creían que el sucesor podía ser quien ellos decidiera. Dios es
quien constituye al sucesor de su heredad.
Moisés tuvo un siervo fiel,
Josué, pero cuando le llegó el momento de pasar el mando no pensó en su hijo
Gerson para que pudiera ocupar su lugar. “Entonces respondió Moisés a Jehová,
diciendo: Ponga Jehová, Dios de los espíritus de toda carne, un varón sobre la
congregación, que salga delante de ellos y que entre delante de ellos, que los
saque y los introduzca, para que la congregación de Jehová no sea como ovejas
sin pastor. Y Jehová dijo a Moisés: Toma a Josué hijo de Nun, varón en el cual
hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él” (Números 27:15-18). Ningún hombre
puede determinar quiénes son los herederos de la Obra , pues ésta no es de
hombres, sino de Dios y ésta nació en el corazón de Dios. Él es quien
constituye al sucesor y no mira conveniencias personales. Hubo un tiempo en que
muchos padres pensaban que sus hijos automáticamente ya eran herederos. Eso
sucedió con el profeta Samuel, él quiso que sus hijos fueran herederos y los
puso como herederos del patrimonio espiritual, pero se equivocó.
Cuando José trajo a sus hijos a
Israel (Jacob), éste casi ya no veía (Génesis 48:8-10). “Pero viendo José que
su padre ponía la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, le causó esto
disgusto; y asió la mano de su padre, para cambiarla de la cabeza de Efraín a
la cabeza de Manasés. Y dijo José a su padre: No así, padre mío, porque éste es
el primogénito; pon tu mano derecha sobre su cabeza. Mas su padre no quiso, y
dijo: Lo sé, hijo mío, lo sé; también él vendrá a ser un pueblo, y será también
engrandecido; pero su hermano menor será más grande que él, y su descendencia
formará multitud de naciones. Y los bendijo aquel día, diciendo: En ti
bendecirá Israel, diciendo: Hágate Dios como a Efraín y como a Manasés. Y puso
a Efraín antes de Manasés” (Génesis 48:17-20). La Biblia dice que a José no
le gustó la acción de su padre y pensó que se había equivocado de heredero,
pero Israel que estaba en comunión con Dios afirmó que “así conviene que se
haga”.
Hemos dicho “padres para poseer”,
pero ahora vienen los “hijos para heredar”. ¿Y quiénes son los hijos para
heredar? ¿Aquellos que golpearon?, ¿aquellos que traicionaron? Los hijos que
heredan son aquellos que estuvieron en el dolor, en las lágrimas, que en las
pruebas estuvieron al lado de sus líderes. ¿Quiénes son los hijos?, los que se
proclaman o los que vivieron y sufrieron al lado de ellos. En medio de esta
Obra hay varones, siervos de Dios, que estuvieron con ellos en el sufrimiento,
en el llanto, en las pruebas, mostrándoles su amor al Señor y a su Obra. Sin
anhelos de posiciones, sin anhelar ganancias personales, porque el Señor es el
dueño de esta Obra.
Dios ha constituido herederos,
los ha elegido y los hijos cuando heredan tienen que mantener y engrandecer la
herencia recibida. En esta hora le decimos al Señor “somos los herederos”,
vamos a engrandecer esta Obra, y con su ayuda la llevaremos adelante, a través
de los mares.
Seguiremos avanzando en el mundo,
aquí estamos con aquellos que Tú has escogido, con aquellos que son fieles. Si
el Señor se tardare en venir, ellos un día tendrán que entregar y otros tendrán
que heredar, pero cada vez que esa herencia pase de los padres a los hijos Dios
la irá engrandeciendo para su gloria.
“Gracia y Paz”
Impacto Evangelístico
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