Inmediatamente después de enseñar
a sus discípulos cómo orar, el Señor Jesús hizo una advertencia en cuanto a no
dejar que la falta de perdón se anide en el corazón. Dijo que quienes se niegan
a perdonar a otros, no serán perdonados por el Padre.
Los creyentes no pierden su
salvación cuando rehúsan perdonar pero interrumpen su relación con Dios. La
actitud contumaz estorba la confesión y el arrepentimiento. El Señor no puede
pasar por alto el pecado, y su Espíritu le hará saber al creyente cuando exhibe
una conducta pecaminosa, hasta que se ocupe de ella.
El perdón es un acto de la
voluntad más que del corazón. Muchas veces, las personas no sienten que deben
tener misericordia con quienes las han agraviado. Pero un espíritu rencoroso se
convierte en una carga terrible. El Señor sabe que el perdón es lo mejor, aun
cuando sea difícil.
Usted no se encargará de un
pecado hasta que lo vea como Dios lo ve. Por tanto, acepte toda la
responsabilidad por su actitud, y reconozca que eso es una violación de su
Palabra. Acoja la misericordia divina, y pídale que le dé fuerzas para
despojarse de la ira y el resentimiento. Como parte de su decisión de seguir
siendo compasivo, desarrolle el hábito de orar por quienes le hirieron. Y si el
Señor lo impulsa a hacerlo, busque el perdón de esas personas por la actitud
pecaminosa.
Un espíritu de amargura y
resentimiento no cuadra con lo que somos en Cristo. Ni tampoco es saludable
andar con una actitud amargada. Por eso es tan importante perdonar. Decida
verse libre de su carga; el Señor prometió hacernos libres si le entregamos
nuestros pecados (Juan 8:36).
Lea: Daniel 6:1-28
“Gracia Y Paz”
Meditación Diaria
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