1 Juan 2:15-17
”No améis al mundo, ni las cosas
que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los
ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el
mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para
siempre”.
El mundo en que vivimos tiene
tanto para ofrecernos que corremos el riesgo de pasar nuestra vida persiguiendo
objetivos mundanos tratando de satisfacer nuestros deseos. Aquí se puede
aplicar la advertencia del sabio Salomón cuando escribió en Eclesiastés
capítulo 1: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho tiene el
hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?” Ciertamente los
bienes materiales, las riquezas, la popularidad, la fama y la posición social
no deberían ser la meta de nuestra vida. Estos supuestos “valores” son superficiales,
y además son temporales como es el mundo mismo. El pasaje de hoy dice que “el
mundo pasa, y sus deseos”. Y el apóstol Santiago afirma que la vida es “neblina
que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Santiago 4:14).
Esto es lo que espera a aquellos que se concentran en buscar la felicidad por
sus propios medios.
Un ejemplo de la ineptitud del
ser humano para conseguir su propia felicidad lo tenemos en el que fuera ídolo
de multitudes en el campo de la música rock en las décadas de los cincuenta y
sesenta. Su nombre: Elvis Presley, "el rey del rock and roll". Elvis
llegó a la cúspide de la popularidad y la fama mundial en plena juventud.
Acumuló cientos de millones de dólares. Tenía casas, automóviles, joyas; con
sus millones podía conseguir todo lo material que se le antojaba. En el aspecto
sentimental, las mujeres se rendían a sus pies. Ante los ojos humanos aquel
hombre estaba absolutamente completo en cuanto a felicidad se trataba. Sin
embargo, él mismo declaró que no era feliz y que en él había un vacío muy
grande. Buscando llenar ese vacío comenzó a probar con las drogas y por años
vivió en el mundo esclavo de la drogadicción hasta que finalmente murió a los
42 años producto de una sobredosis de drogas, sin haber encontrado jamás la tan
ansiada felicidad. Ese vacío que Elvis Presley trató de llenar de tantas
maneras diferentes, sólo puede ser llenado por Dios.
Detengámonos, pues, un momento
para evaluar nuestra situación y formularnos las preguntas correctas: ¿Qué
buscamos? ¿Cuál es nuestra meta en esta vida? Primeramente acordémonos de las
palabras de Jesús: “Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro
corazón” (Mateo 6:21). Lo que amamos, es decir nuestro tesoro, nos controla y
nos dirige. Si amamos al mundo y sus placeres, eso es lo que buscaremos. Ahora
bien, el pasaje de hoy dice que “si alguno ama al mundo, el amor del Padre no
está en él”. Quizás en algunas ocasiones todo marche bien por un tiempo, pero
nuestra sed de felicidad no estará verdaderamente satisfecha y poco a poco el
bienestar irá desapareciendo dando lugar a un vacío que no sabremos como
llenar, pues la perfecta y completa felicidad reside solamente en una íntima
comunión con nuestro Padre celestial. Él es el único que puede darnos la paz,
el gozo y la esperanza que todo lo supera, aun la misma muerte. Por eso debemos
ponerlo a él en primer lugar en nuestras vidas. Jesús dijo: “Buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán
añadidas” (Mateo 6:33). Cuando el Señor ocupa el primer lugar, su paz y su gozo
llenarán nuestros corazones, y además él suplirá todas las cosas que
necesitemos en esta vida.
Hazte el firme propósito de dejar
a un lado todo aquello que es vano y efímero, y concéntrate por el resto de tu
vida en buscar la única, verdadera y eterna felicidad, que sólo Dios puede
darte. Como dijo el apóstol Pablo: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya
alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome
a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de
Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14). Esta debe ser nuestra meta. ¿Es
esta tu meta?
ORACIÓN:
Padre santo, yo deseo sentir la verdadera felicidad que es la que viene
de ti. Ayúdame a concentrarme en la búsqueda de tu presencia cada día de mi
vida, y echar a un lado cualquier otra cosa que el mundo me ofrezca. En el
nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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