Proverbios 22:4
“Riquezas, honra y vida son la
remuneración de la humildad y del temor del Señor”.
Cada ser humano, en algún
momento, se ha encontrado en una encrucijada en la cual tiene que tomar una
decisión que puede afectar el resto de su vida. ¿Qué debo hacer para tener
éxito? ¿Qué camino tomo para obtener los beneficios que deseo? En primer lugar
tenemos que tener en cuenta un principio bíblico que nos dice que sin el Señor
todos nuestros esfuerzos son en vano (Juan 15:5). Ahora bien, para entender
esto profundamente se requiere que nos despojemos de nuestra natural soberbia
que nos impulsa a creer que somos autosuficientes para lograr cualquier cosa que
nos propongamos, y cedamos el control a un espíritu de humildad que sólo puede
venir de Dios.
La humildad fue una
característica fundamental en la vida del apóstol Pablo. Esta fue la principal
razón del éxito que tuvo como siervo del Señor y evangelista. Nunca se vio a sí
mismo como un autosuficiente. Estaba convencido de que sin la gracia de Dios en
su vida el mensaje del evangelio no podría ser predicado ni él hubiera podido
sobrevivir en las situaciones a las que tuvo que enfrentarse. En su carta a los
filipenses, después de hablarles acerca de lo feliz que él se sentía en todas
las circunstancias imaginables, Pablo declara: “Todo lo puedo en Cristo que me
fortalece” (Filipenses 4:13). El orgullo y la soberbia encaminan al hombre
hacia la ruina, sin embargo, más tarde o más temprano la humildad siempre
conduce a la victoria. Dice Lucas 14:11: “Porque cualquiera que se enaltece,
será humillado; y el que se humilla, será enaltecido” Esto es promesa de Dios.
Aquel que tiene las cualidades
que menciona el pasaje de hoy recibirá remuneración, es decir será
recompensado. El que no actúa de esta manera, jamás logrará lo que desea. Lo
vemos en Marcos 10:35-45 cuando Juan y Jacobo le pidieron a Jesús que en la
gloria les concediera sentarse uno a su izquierda y el otro a su derecha. El
Señor les respondió: “Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las
naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad.
Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros
será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo
de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir,
y para dar su vida en rescate por muchos” Jesús mismo, el Hijo de Dios, dejó la
gloria para venir a este mundo a enseñarnos humildad y dar su vida por
nosotros. Por eso, después de la resurrección, “Dios le exaltó hasta lo sumo, y
le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Filipenses 2:9).
Si queremos tener éxito en la
vida debemos imitar la actitud de Pablo, pues él siempre trató de imitar a
Jesucristo. En su carta a los corintios, Pablo escribió: “Sed imitadores de mí,
así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1). Cuando nos llegamos al Señor en
oración y nos sometemos de todo corazón a Su voluntad, recibimos la paz que
viene solamente como resultado de la verdadera humildad. Es allí, postrados,
donde podemos abandonar nuestro natural orgullo, renunciar a nuestra
resistencia humana y aceptar la gracia de Dios como suficiente para nuestra vida.
La humildad es parte esencial de una vida cristiana victoriosa; sin ella no
experimentaremos crecimiento espiritual. Dios nos promete un final victorioso,
pero algo que debemos entender es que nuestra jornada empieza a los pies de la
cruz del Calvario.
En ocasiones encontrarás
situaciones en tu trabajo o en tu hogar o en la calle en que sientas que has
sido tratado injustamente, y probablemente tu reacción inicial sea una de
soberbia y coraje. Es importante que controles esta reacción y te sometas a la acción
del Espíritu Santo, quien puede traer paz a tu corazón y guiarte a asumir una
actitud humilde que glorifique el nombre de Dios. Verás como, de alguna manera,
las circunstancias cambiarán favorablemente para ti, y al final podrás
disfrutar del éxito.
ORACIÓN:
Querido Padre celestial, yo me
arrepiento de mi actitud de soberbia y orgullo, y te pido que me ayudes a
actuar con humildad cualesquiera que sean las circunstancias para que tu nombre
sea glorificado en mi vida, y pueda yo disfrutar de todas tus bendiciones. En
el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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