Judas 24, 25
"Y a aquel que es poderoso
para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con
gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad,
imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén".
Todo ser humano nos enfrentamos al
fracaso en algún momento de nuestras vidas. No nos gusta esta realidad, pero lo
cierto es que muchas veces, no importa cuánto nos esforcemos o cuan
inteligentes seamos, simplemente no tenemos éxito o no alcanzamos nuestro
objetivo. ¿Cómo podemos tener la seguridad de que vamos a triunfar aún cuando
las circunstancias estén contra nosotros? Para quienes hemos confiado nuestra vida
a Jesucristo, la respuesta es vivir una vida de íntima comunión con él,
llegando a confiar en Dios de tal manera que tengamos la plena seguridad de que
él es poderoso para darnos la victoria, conforme a sus planes en nuestras
vidas, a pesar de nuestras debilidades.
Cuando Dios decidió liberar al
pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto (Éxodo cap. 3), envió a Moisés para
que se enfrentara a Faraón y le exigiera la liberación de su pueblo. Moisés
tuvo temor y preguntó a Dios “¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de
Egipto a los hijos de Israel?” (Éxodo 3:11). Dios simplemente le respondió:
“Ve, porque yo estaré contigo...” Después de varios intentos por librarse de
esta encomienda, finalmente Moisés obedeció y el Señor mostró su poder de forma
maravillosa, resultando en la liberación de los israelitas. Moisés descubrió
que Dios, ciertamente, es todopoderoso y que su poder está a la disposición de
aquellos que le obedecen.
Cuando David se enfrentó al
gigante Goliat nadie esperaba que David resultara vencedor. ¿Quién podía
imaginar que un jovencito pastor de ovejas, sin experiencia militar, armado
simplemente con una honda y unas piedras pudiese derrotar a un gigante de 9 pies de estatura,
consumado guerrero y armado hasta los dientes? Sin embargo David marchó
resueltamente hacia Goliat diciéndole: “Tú vienes a mí con espada y lanza y
jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de
los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en
mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza” (1 Samuel 17:45). Y a los
pocos minutos aquel enorme gigante yacía en tierra, con una piedra salida de la
honda de David, clavada en medio de la frente. David sabía que por sus propias
fuerzas él jamás podría vencer a Goliat, pero puso toda su confianza en Dios, y
se enfrentó al gigante en el nombre poderoso de Jehová de los ejércitos. Por
eso obtuvo la victoria.
Después de su conversión en el
camino a Damasco (Hechos cap. 9), el apóstol Pablo tuvo que pasar por infinidad
de pruebas y situaciones difíciles, en las cuales experimentó el amor y el
poder de Dios. Por eso en su carta a los romanos pudo declarar: “Si Dios es por
nosotros, ¿quién contra nosotros?” Y al escribirles a los filipenses, en medio
de duras pruebas, les aseguró: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”
(Filipenses 4:13). No existe una situación que sea difícil para Dios. Así lo dijo
el Señor a través del profeta Jeremías: “He aquí que yo soy Jehová, Dios de
toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?” (Jeremías 32:27).
Quizás en estos momentos te
encuentres frente a una situación que puede compararse a un enorme gigante, un
difícil problema que para ti es imposible de resolver. ¿Qué vas a hacer?
¿Tratar de resolverlo por ti mismo sabiendo que vas a fracasar o vas a hacer lo
que hicieron Moisés, David y Pablo que confiaron en el poder de Dios?
Posiblemente has orado mucho por esta situación, pero ahora necesitas actuar en
fe. No es suficiente venir delante de Dios y decirle: “Yo tengo un tremendo problema”.
Es necesario que también digas con autoridad frente al problema: “¡Yo tengo un
tremendo Dios!” Esta confesión de fe, salida de un corazón totalmente confiado
en el poder de Dios abre las puertas de la victoria no importa lo grande y
complejo que pueda parecerte tu problema.
ORACIÓN:
Padre mío, te doy gracias porque
has puesto tu poder a mi disposición. Te ruego me capacites para confiar en ese
poder y ver la victoria aunque las circunstancias indiquen todo lo contrario.
Hoy manifiesto y confío en que tú eres más grande que cualquier problema que
puede existir en este mundo, y que si tú eres por mí, nadie podrá contra mí. En
el nombre poderoso de Jesucristo, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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ALABADO SEA DIOS
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