Gálatas 5:16-26
“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no
satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el
Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí,
para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no
estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la carne, que son:
adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías,
enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias,
homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las
cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales
cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo,
paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales
cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus
pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.
No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a
otros.”
Cuando observamos una banda de música actuar en una
parada o en un evento deportivo, lo que más llama la atención es el hecho de
que todos los integrantes marchan al unísono llevando el paso al ritmo de la
música. Todos concentran sus esfuerzos en moverse unánimemente al compás de los
tambores y demás instrumentos, siguiendo la dirección del director de la banda.
El pasaje de hoy nos dice que “si vivimos por el
Espíritu, andemos también por el Espíritu.” Esta expresión también se puede
traducir de la siguiente manera: “Si vivimos en el Espíritu, llevemos el paso
del Espíritu”. Es decir, al igual que los integrantes de esa banda tratan de
mantener el ritmo indicado por su director, los que vivimos en el Espíritu
hemos de seguir la dirección del Espíritu y estar en armonía con él. Dice
también este pasaje: “Si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley”.
Esto significa que si estamos siguiendo las instrucciones del Espíritu Santo no
dependeremos de nuestros propios esfuerzos para vivir una vida de santidad,
pues él se encarga de luchar contra los deseos de nuestra naturaleza carnal que
nos mueven a pecar.
Tenemos que estar conscientes de que “la carne y sus
deseos” siguen presentes aun después de nuestra conversión. Dios podría haber
quitado la naturaleza carnal del nuevo creyente, pero en vez de hacerlo nos dio
su propio Espíritu para que morase en nosotros. Entonces se establece una
batalla constante dentro de nosotros. “Andar en el Espíritu” implica renunciar
a nuestros propios deseos, rendirse a la autoridad de Cristo, y permitir que el
Espíritu Santo controle nuestras acciones. Es esto precisamente lo que Dios
desea que hagamos.
¿Cómo podemos estar seguros de que estamos bajo el
control del Espíritu Santo y no de nuestros propios deseos? Mientras predicaba
el Sermón del Monte Jesús dijo, refiriéndose a los falsos profetas que
abundaban en aquellos días: “Por sus frutos los conoceréis.” (Mateo 7:16). Esto
podemos aplicarlo a nosotros también. El pasaje de hoy nos muestra claramente
la diferencia entre las obras o frutos de la carne y el fruto que produce el
Espíritu Santo. Si analizamos nuestro diario vivir, ¿qué frutos muestran
nuestras acciones? ¿Acaso se manifiestan los deseos carnales mencionados allí u
otros por el estilo? ¿O puede verse con claridad en nuestras vidas la
manifestación del fruto del Espíritu?
Medita en el pasaje de hoy. ¿Cómo te evalúas a ti mismo
cuando de "llevar el paso" del Espíritu se trata? ¿En el mismo ritmo?
¿O en total disonancia siguiendo los toques de tu propio tambor? Quizás estés
tratando de “andar en el Espíritu”. El problema es que cuando tratamos de vivir
como Cristo, encontramos serias dificultades en lograrlo porque nos enfocamos
en hacerlo nosotros, en lugar de permitir que sea Cristo viviendo su vida a
través de nosotros.
Ora pidiendo al Señor discernimiento espiritual para
escuchar claramente las instrucciones del Espíritu Santo, y la capacidad para
mantenerte en armonía con él ejecutando sus instrucciones de manera impecable.
ORACIÓN:
Bendito Dios, ¡cuánto anhelo caminar en perfecta armonía
con tu Espíritu! Por favor, ayúdame a mantenerme en el camino trazado por ti,
alejándome cada vez más de las obras de la carne, y que tu Santo Espíritu
produzca en mí su fruto y tu nombre sea glorificado en mi vida. En el nombre de
Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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