¡Cristo ha
resucitado!
¿Resucitó Jesús en
tu vida?
Lucas 24:5-6
"¿Por qué buscáis entre los muertos al
que vive? No está aquí, sino que ha resucitado".
Quienes habían buscado a Jesús para escucharle, para
atenderle, para seguirle, ahora lo buscaban para embalsamar su cuerpo. Por eso
lo buscaban en el lugar donde unas manos piadosas y amigas lo habían sepultado.
Así fue como el primer día de la semana, muy de mañana,
regresaron al sepulcro con las especias. Pero ¿qué vieron? La gran piedra que
cerraba la entrada estaba rodada y la tumba vacía. Allí había dos ángeles. Uno
de ellos dijo a las mujeres: “Sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado.
No está aquí, pues ha resucitado” (Mateo 28:5-6). Sin embargo, las palabras del
mensajero no son una obviedad sino un evangelio.
El mensajero de Dios dice dónde Jesús no está para que le
busquemos y le encontremos donde Él está. ¡Tenemos un Salvador resucitado que
se halla en la gloria del cielo!
Juan 16:5-7
“Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me
pregunta: ¿A dónde vas? Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha
llenado vuestro corazón. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya;
porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os
lo enviaré”.
Juan 14:15-18
“Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al
Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre, el
Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo
conoce; pero vosotros lo conocéis, porque vive con vosotros y estará en
vosotros.”
Amado Hermano, Amada Hermana, busca a Jesús, y lo
hallarás dentro de ti: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo
amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Juan 14:23).
Busca a Jesús, y lo hallarás en los pobres: “Venid,
benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros
desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve
sed, y me disteis de beber… Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más
pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mateo 25:34-40).
Busca al Resucitado, y lo encontrarás en su palabra: “¿No
estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el
camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lucas 24:32).
¡Cristo ha resucitado! y está a la derecha de Dios en el
cielo: “(Esteban), lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la
gloria de Dios y a Jesús que estaba en pie a la diestra de Dios; y dijo: «Estoy
viendo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre que está en pie a la diestra de
Dios»” (Hechos 7:55-56).
Nadie piense, sin embargo, que estamos excluidos de este
encuentro, pues donde Cristo está, también en la gloria de Dios, allí estamos sus
creyentes que henos sido unidos a él por la fe.
Colosenses 3:1-3
“Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las
cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las
cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida
está oculta con Cristo en Dios”.
Efesios 2:4-7
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor
con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente
con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y
asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para
mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su
bondad para con nosotros en Cristo Jesús”.
“No está aquí”, dijo el mensajero. Luego añadió: “ha
resucitado”. Y tú ya sabes dónde buscarle para encontrarle: en ti mismo, en tus
semejantes que caminan contigo, en la Iglesia a la que perteneces, en las
Santas Escrituras por medios de las cuales él te habla.
Si… búscalo en los pobres, en los hambrientos, en los
sedientos, en los enfermos, en los humillados, en los esclavizados por el
pecado, en los marginados, en los excluidos, etc.
A ti amado hermano, amada hermana, se te ha confiado el
testimonio de la resurrección. ¡Se pues testigo
de la resurrección de Cristo! Serás testigo con tu vida: Cristo mirará por tus
ojos, curará con tus manos, orará con tus labios, amará con el corazón de tus
hijos.
Serás testigo con tu muerte de cada día al pecado que aún
mora en ti, la de tu abandono en las manos de nuestro Padre; la del olvido de
ti mismo, de ti misma, y vivir para el que amas.
¡CRISTO HA RESUSITADO! ¡Hónralo con tu vida!
“Gracia y Paz”
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