1 Pedro 4:12-16
“Amados, no os
sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa
extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los
padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os
gocéis con gran alegría. Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois
bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros.
Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es
glorificado. Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o
malhechor, o por entremeterse en lo ajeno; pero si alguno padece como
cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello”.
La primera carta
del apóstol Pedro fue dirigida a “los expatriados de la dispersión”, cristianos
(tanto hebreos como gentiles) que habían salido al exilio después de la
destrucción de Jerusalén. Estos creyentes estaban soportando fuertes pruebas
por causa de su fe, y en esta carta Pedro intenta darles consuelo y estímulo.
Para ello les exhorta a vivir una vida caracterizada por el amor y libre de
toda maldad, “no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por
el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis
bendición” (1 Pedro 3:8-9).
Sabiendo que sus
discípulos encontrarían todo tipo de oposición, desprecio y humillaciones por
parte del mundo, Jesús les dijo en la enseñanza del Sermón del Monte:
“Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan
toda clase de mal contra vosotros, mintiendo” (Mateo 5:11). “Vituperar”
significa difamar, maltratar, atropellar. Todo esto tuvieron que soportar los
primeros cristianos. Ahora, el apóstol Pedro, recordando las palabras del
Maestro y basado en su propia experiencia, escribe en el pasaje de hoy: “Si
sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el
glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros”.
Un misionero que
visitó la lejana región de Siberia en la parte oriental de Rusia, compartió una
pequeña historia acerca de una conversación que tuvo con una joven que trabaja
en una emisora cristiana en la ciudad de Magadan. Ella le contó que había
aceptado a Cristo como su Salvador hacía varios años, y que desde entonces su
fe había crecido extraordinariamente. Al igual que la mayoría de los cristianos
rusos, esta joven tiene mucha esperanza en el futuro, pero a la vez es realista
respecto a lo que podría pasar en su tierra natal. En medio de la conversación,
ella pronunció una frase que hizo estremecer al misionero. Le dijo: “Yo me
estoy preparando para la persecución”.
En la
actualidad, en muchas partes del mundo cientos de miles de nuestros hermanos
están siendo maltratados, torturados, encarcelados y hasta ejecutados sólo por
haber profesado su fe en nuestro Señor Jesucristo. Tenemos también el ejemplo
de aquellos primeros cristianos que fueron víctimas de tan inhumana
persecución, muchos de los cuales sufrieron terribles muertes mientras cantaban
himnos alabando a Dios. Los que vivimos en países donde se puede practicar con
libertad cualquier religión, no hemos tenido que sufrir este tipo de
persecución, pero sin duda habrá ocasiones en las que el profesar nuestra fe y
comportarnos como hijos de Dios nos puede traer el rechazo y la burla de
aquellos que actúan conforme a las costumbres del mundo. Entonces surge la pregunta:
¿Estás tú preparado para ser vituperado por el nombre de Cristo? ¿Estás
preparado para recibir humillaciones y maltrato por causa de nuestro Señor?
Solamente
podremos decir que estamos preparados, cuando nos hayamos entregado totalmente
al Señor, cuando hayamos muerto a la carne y nuestra vida refleje en todos los
aspectos la vida de Jesús, cuando podamos afirmar como el apóstol Pablo:
“Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21).
Y esto solamente podemos lograrlo buscando una íntima comunión con Dios, por
medio de la oración y la lectura de su palabra cada día de nuestras vidas.
ORACIÓN:
Bendito Dios, te
ruego me des fuerzas para soportar todo sufrimiento y maltrato que se presente
en mi vida por cumplir tu voluntad. Ayúdame a ser testimonio fiel de que Cristo
vive en mí, para la honra y la gloria de tu nombre. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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