1
Corintios 6:9-11
“¿No
sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los
fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que
se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los
maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais
algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis
sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios".
A
través de toda la Biblia
hay muchos pasajes que pueden ser mal interpretados o quizás llevados a
extremos en su interpretación. Muchos creyentes se exceden en su celo religioso
y muchas veces se basan en pasajes como el de hoy, fundamentalmente los dos
primeros versículos, para condenar a aquellos que ellos consideran hacedores de
maldad, proclamando con sus propias palabras algo así como: “Ustedes están
condenados, y no tienen ninguna esperanza”. Sin embargo, sí existe una
esperanza para aquellos que necesitan un cambio en sus vidas. Esta esperanza es
Cristo Jesús. El último versículo del pasaje de hoy (v.11) dice: “Y esto erais
algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis
sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro
Dios”.
Cuando
los escribas y los fariseos trajeron delante de Jesús a una mujer que había
sido sorprendida en el acto de adulterio (Juan capitulo 8), para ella no había
ninguna esperanza pues, según la ley, debía morir apedreada. Y estos judíos,
con el fin de tentar a Jesús para poder acusarle, le dijeron: “Tú, pues, ¿qué
dices?” (v.5). Y Jesús les contestó: “El que de vosotros esté sin pecado sea el
primero en arrojar la piedra contra ella”. Y dice la Biblia que ellos, “al oír
esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más
viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en
medio.” Entonces Jesús le dijo a la mujer: “¿Dónde están los que te acusaban?
¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo
te condeno; vete, y no peques más” (v.10-11) ¡Qué experiencia tan maravillosa
vivió aquella mujer! No tenía ninguna esperanza, y se encontró frente a frente
con el Hijo de Dios, el cual en su infinita gracia y misericordia perdonó su
pecado, y le dijo: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. Allí Jesús
manifestó su amor y su perdón, pero además expresó claramente la necesidad de
un cambio en la vida de ella: “No peques más”, le dijo. En el pasaje de hoy, el
apóstol Pablo expresa este cambio en la vida de aquellos a quienes escribe de
la siguiente manera: “Y esto erais algunos”.
¿Conoces
a alguien que necesita este mensaje de esperanza en el día de hoy? ¿Sabes si
esta persona conoce el poder redentor y restaurador de la sangre de Cristo?
Hazte el propósito de compartir este mensaje con alguien, ya sea en tu centro
de trabajo, entre tus vecinos o familiares, en el mercado o en cualquier lugar
en que te encuentres. No existe un sentimiento más reconfortante que guiar a un
inconverso al conocimiento de Aquel que dio su vida por la redención de
nuestros pecados, y mostrarle que no todo está perdido, que hay esperanza de perdón
y un cambio muy grande en su vida.
ORACIÓN:
Padre
santo, te doy gracias por el mensaje de esperanza que nace del sacrificio de tu
Hijo. Te ruego me capacites para transmitir a todos aquellos que viven sin una
esperanza, las buenas nuevas de salvación a través de ese sacrificio. En el
nombre de Jesús, Amén.
“Gracia
y Paz”
Dios te Habla
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