1 Tesalonicenses 5:23, 24
“Y el mismo Dios de paz os
santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea
guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el
que os llama, el cual también lo hará”.
Todos experimentamos
adversidades, y las pruebas pueden sacudirnos si no nos aferramos a la verdad.
Permítame que le hable de tres seguridades que podemos recordar en medio de la
angustia.
Primero,
Dios siempre atenderá nuestras necesidades espirituales, y nos bendecirá con
todo lo que sea necesario para realizar su propósito en nuestras vidas. Su
objetivo es santificarnos, no simplemente satisfacer nuestros deseos.
Segundo,
nunca estamos solos. Dios prometió estar con nosotros siempre (Hebreos 13:5).
La soledad es algo que, por lo general, acompaña a la adversidad, y por eso
podemos sentirnos abandonados o rechazados por familiares y amigos. Pero
nuestro Padre celestial ha enviado su Espíritu para que esté con nosotros y en
nosotros, hasta el día que nos lleve al cielo (Juan 14:16, 17). Él es todo lo
que necesitamos: Nuestro abogado, guía, ayudador y consolador.
Tercero,
el amor de Dios es eterno. Su amor es incondicional, incluso cuando Él nos
reprende. Los padres amorosos permiten que sus hijos desobedientes sufran las
consecuencias de sus decisiones; reconocen la bendición de aprender de los
errores. Por supuesto, hay veces cuando somos afectados negativamente por las
malas acciones de los demás. Sin embargo, Dios es soberano y permite solo lo
que será para bien en las vidas de sus seguidores.
En los tiempos de dificultad,
podemos recordar que Dios está siempre con nosotros, y que nos ama por siempre.
Aunque Jesús dijo que tendríamos aflicciones, también nos ofreció ánimo. No
olvide que las pruebas son temporales, mientras que el amor de nuestro Padre
celestial es eterno.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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