1 Corintios 3:6-9
“Yo planté, Apolos regó; pero el
crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega,
sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma
cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque
nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios,
edificio de Dios”
Nuestro propósito dado por Dios
es glorificar a nuestro Padre celestial. Efesios 2:10 arroja luz en cuanto al
medio de lograrlo: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para
buenas obras”.
Como creyentes, somos
responsables de hacer la obra del Señor. Un día, estaremos delante del tribunal
de Cristo, y rendiremos cuentas de nuestro servicio.
“Tribunal” puede ser una palabra
intimidante. Pero recuerde que Jesús nos redimió por su muerte y resurrección,
y pagó la pena por nuestros pecados. Él recibió nuestro castigo, y ya no
enfrentamos la condenación (Romanos 8:1). El tribunal de Cristo será para
recibir la recompensa que Él dará a cada creyente.
En esa evaluación, Dios someterá
a prueba nuestras acciones. La
Biblia compara esto con probar la calidad de una sustancia
por medio del fuego. Después que el fuego consuma los motivos impuros y las
tareas sin valor, el Señor dará la recompensa por lo que haya quedado.
Desde afuera, puede parecer que
tenemos una vida de obediencia, esforzándonos por honrar al Señor Jesús. Muchas
tareas parecen abnegadas y estimables, pero debajo de su noble apariencia no
tienen la motivación correcta. Puesto que nuestro deseo debe ser agradar a
Cristo, podemos pedirle que purifique y cambie nuestro corazón.
Piense en sus acciones del día de
ayer. ¿Cuánto tiempo y energía invirtió sirviendo a Cristo para gloria de Él?
Esto puede incluir cualquier tarea, no solo los esfuerzos relacionados con la
iglesia. Pídale a Dios que le revele si actúa con motivos egoístas, que
necesitan ser puestos bajo la autoridad de Él.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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