jueves, 18 de octubre de 2012

¿ESTÁS PRACTICANDO LA VERDAD?


1 Juan 1:5-9
“Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”.

En 1979, una mujer fue acusada de intentar asesinar al presidente de los Estados Unidos Gerald Ford. Inmediatamente ella admitió que “voluntaria y concientemente” trató de matar al presidente. Cuando se le informó que podría ir a la cárcel por el resto de su vida, contestó que no veía ninguna manera “razonablemente honesta y honorable” de evitarlo. “Llega un momento en que cada uno de nosotros tiene que rendirse cuentas a sí mismo – declaró --, y es con nuestra propia conciencia con la que tenemos que hacer las paces”. Muchos cuestionaron la salud mental de la mujer porque admitió su culpabilidad en lugar de ofrecer la esperada negación. Incluso el juez, al conocer las declaraciones de la mujer, ordenó que le hicieran pruebas siquiátricas con el fin de evaluar su estado psicológico.

En todas partes del mundo se llevan a cabo diariamente juicios contra personas acusadas de diferentes delitos, y aunque muchas veces hay evidencias que indican claramente que el acusado es culpable, este mantiene su declaración de inocencia, mientras su abogado defensor trata por todos los medios de sacarlo absuelto. Esta es la tendencia natural del ser humano: ocultar su delito ante los demás y tratar de echar la culpa sobre alguien. Cuando Adan y Eva, después que pecaron, oyeron la voz de Dios lo primero que hicieron fue esconderse entre los árboles del huerto. Y cuando el Señor los confrontó, el hombre respondió: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí” (Génesis 3:12). Y la mujer dijo: “La serpiente me engañó, y comí” (v.13).

En el mundo en que vivimos, confesar la propia culpa en vez de defenderse obstinadamente de una acusación puede considerarse una señal de debilidad o inestabilidad mental. Sin embargo ante los ojos de Dios es lo único sensato que se puede hacer. La Biblia dice que “el que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13). Ciertamente debemos tratar de no ofender a nadie, pero si en alguna ocasión lo hacemos, tenemos que ser humildes y confesar nuestro error. La confesión de nuestras culpas y pecados es esencial para tener una linda relación con Dios, pero además afecta positivamente nuestra salud física y mental. Santiago 5:16 dice: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados”.

El rey David nos cuenta su experiencia en este aspecto. Así escribió en el Salmo 32: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano. Se volvió mi verdor en sequedades de verano. Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmo 32:3-5). Y el pasaje de hoy, nos enseña que el perdón de Dios depende de la sincera confesión de nuestros pecados. Dice el apóstol Juan que “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

Haz tuya esta enseñanza, guárdala en tu corazón y practica la verdad y la transparencia en todo tiempo para disfrutar de una íntima comunión con el Señor, pues “si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad” Si has desobedecido al Señor, si has caído en pecado admítelo, confiésalo ante su trono de gracia y recibe su perdón. Entonces disfrutarás de la paz de Dios y de buena salud física, mental y espiritual.

ORACIÓN:
Padre santo, te doy gracias por tu misericordia y por tu infinito amor. Confieso ante ti mis pecados y te ruego me perdones y me limpies de toda maldad. Por favor, ayúdame a practicar siempre la verdad. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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