Salmo 32:5
“Dije: Confesaré mis
transgresiones al Señor; y tú perdonaste la maldad de mi pecado”.
Hace varios años, una compañía de
teléfonos móviles quiso poner una antena en su propiedad y disimularla para que
pareciera un pino. Después tuvieron una idea mejor: construir un granero falso
con paneles de vinilo que permitieran que las ondas de radio los atravesaran.
Después, desarrollaron esta idea hasta que se convirtió en una empresa que
levanta estructuras para ocultar antenas, por razones de seguridad y de
estética. El director de la empresa está convencido de que muchos de sus
vecinos todavía no tienen ni idea de qué hay adentro de su granero.
La mayoría de la gente trata de
mantener algo fuera de la vista. Puede ser algo tan inofensivo como trastos en
un sótano o tan tóxico como los fracasos morales y espirituales que intentamos
esconder de los demás, de nosotros mismos e, incluso, de Dios.
En el Salmo 32, David describió
cuán inútil fue tratar de esconder su pecado (vv. 3-4) y el alivio que sintió
al abrirle su corazón al Señor: «Mi pecado te declaré, y no encubrí mi
iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor; y tú perdonaste la
maldad de mi pecado» (v. 5).
Confesar nuestros pecados a Dios
y abandonarlos genera una sensación de libertad en nuestra alma, y nos da la
tranquilidad de saber que no tenemos nada que ocultar.
Cuando
estamos listos para revelar nuestros pecados, Dios lo está para quitarlos.
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LEA: Salmo 32:1-11
Biblia en un año: Lucas 18–21
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“Gracia y Paz”
Nuestro Pan Diario
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