Apocalipsis 4:9-11
“Y siempre que aquellos seres
vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el
trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se
postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los
siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor,
digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas
las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”.
A lo largo de la Biblia, encontramos
referencias a la “coronas”. Demos un vistazo a estas recompensas eternas.
La
corona de
victoria. Para terminar bien en la vida, los creyentes necesitamos
resistencia olímpica. Los atletas en los juegos de la antigüedad recibían una
diadema perecedera de hojas de laurel. Pero si somos efectivos en la tarea que
Dios nos ha dado, y triunfamos sobre el pecado, recibiremos una corona
incorruptible (1 Co 9:25-27).
La
corona de gozo
y gloria. Los creyentes a quienes ayudamos a traer a Cristo, serán
“nuestro gozo y gloria” delante de nuestro Señor (1 Ts 2:18-20). Imagine cómo
será su regocijo en el cielo cuando vea y hable con las personas que reconocen
su contribución a su desarrollo espiritual.
La
corona de
justicia. La vida cristiana no es fácil, pero hay una gran recompensa
por vivir rectamente cuando se enfrentan la tentación o las adversidades. Los
creyentes que buscan la santidad están pensando constantemente en la vida
futura, y anhelan su reunión con Dios con una conciencia pura (2 Ti 4:5-8).
La
corona de la vida. La aflicción y el dolor son inevitables, pero podemos
cobrar ánimos al saber que gran parte del crecimiento espiritual se produce en
la adversidad. Persevere para recibir la corona de la vida que el Señor ha
prometido a los que le aman (Stg. 1:12).
¿Qué haremos en el cielo con las
coronas que hemos ganado? Las echaremos a los pies del Señor Jesús (Ap. 4:10),
como homenaje a Aquel que nos salvó, nos dio dones, nos preparó y vivió en
nosotros. Todo lo bueno y justo vino a nosotros por medio del Señor, y por eso
merece nuestras coronas.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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