Lucas 24:52, 53
“Ellos, después de haberle
adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; y estaban siempre en el templo,
alabando y bendiciendo a Dios. Amén."
La historia de Israel encierra un
importante mensaje para la
Iglesia de hoy, Dios se ha revelado a través de su trato con
el pueblo escogido. La historia sagrada enseña además grandes lecciones morales
y espirituales. En este mensaje veremos el secreto de este pueblo a través de
los hombres de Dios.
1. EL HOMBRE DE DIOS DEBE SER
LLENO DEL ESPÍRITU SANTO
En el tiempo de los jueces se
levantaron hombres llenos del Espíritu de Dios que exhortaban al pueblo a
buscarle. Pero una vez que moría el juez el pueblo volvía a la decadencia
espiritual; esta dejadez los llevó muchas veces a vivir sometidos a sus opresores.
Esta decadencia espiritual vino al haber dejado la comunión con el Señor y
porque ya no había un líder que fuese una inspiración y que llamara al pueblo a
la adoración, al servicio y a la comunión con Dios.
Los jueces procedían de distintos
estratos de la sociedad, y hasta hubo entre ellos una mujer (Débora, Jueces
4:4-5:31). Estos fueron especialmente elegidos por Dios para librar a su pueblo
y fueron investidos por el Espíritu de Dios para llevar a cabo su misión. Es
importante observar que la historia bíblica se repite de manera que podemos
asegurar lo importante que son los líderes dentro del pueblo de Dios y con el
pueblo inconverso.
Estamos llamados a llevar este
Evangelio para alcanzar muchas vidas para su gloria. Si nosotros no fuéramos a
predicar cómo se convertirán. El apóstol Pablo escribiendo a los romanos dijo:
"¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán
hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas
nuevas!" (Romanos 10:15).
Debemos valorar el trabajo de los
grandes hombres de Dios como es el caso del apóstol Pablo quien llegó a Asia
sin programas radiales, sin programas de televisión, sin los medios de
transporte de hoy día, sin la tecnología de hoy; pero sí con lo que realmente se
necesitaba, y esa era la llenura del Espíritu Santo, el poder de Dios.
En cada época Dios ha tratado de
distintas maneras. Ahora no podemos vivir con Moisés, ni con Elías, ni con
aquellos sacerdotes y profetas que Dios usó en otros tiempos. Tenemos que saber
que el Moisés, el Elías, el Eliseo ,y el Isaías de hoy somos nosotros.
Isaías vivió una etapa muy
triste, porque veía cómo era la condición del pueblo, entonces profundizó su
comunión con Dios. Se sentía insuficiente, incapaz de hacer algo. Es posible
que en algún momento nos sintamos de igual manera, pero lo maravilloso de esto
es que Dios se glorifica y nos usa precisamente cuando reconocemos nuestra
insuficiencia, cuando sabemos que nada podemos hacer.
Gedeón tenía mucho ejército, pero
Dios sabía que se podía enaltecer y para que no se dañara le redujo el
ejército, de manera que tenía que depender del socorro que viene de arriba
(Jueces 7:1-9). No podemos trabajar con recursos humanos. Cuando pensamos que
con nuestra experiencia, nuestro conocimiento, nuestra habilidad, etc. podemos
hacer grandes cosas; entonces Dios no es glorificado, no es alabado, y podemos
llegar a exaltar nuestra persona.
Muchos se preocupan cómo es que
hacemos esta labor, cuál es el método, pero podemos decir dónde está el
secreto, pues el secreto está en el libro de los Hechos. Hay que hacer lo que
los hombres y las mujeres realizaron, para que el Evangelio se difundiera con
poder, como lo describe el libro de los Hechos; en realidad, este libro, es un
verdadero manual de evangelización y donde se habla de la manifestación
gloriosa del poder del Espíritu Santo.
2. EL HOMBRE DE DIOS ORA SIEMPRE
En el libro de 2 Crónicas 6:19-21,
la Palabra de
Dios nos dice que el rey Salomón en la dedicación del templo hizo una oración,
leemos: "Mas tú mirarás a la oración
de tu siervo, y a su ruego, oh Jehová Dios mío, para oír el clamor y la oración
con que tu siervo ora delante de ti. Que tus ojos estén abiertos sobre esta
casa de día y de noche, sobre el lugar del cual dijiste: Mi nombre estará allí;
que oigas la oración con que tu siervo ora en este lugar. Asimismo que oigas el
ruego de tu siervo, y de tu pueblo Israel, cuando en este lugar hicieren
oración, que tú oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada; que oigas
y perdones".
Luego que Jesús ascendió, sus
discípulos perseveraban en el aposento alto en oración y ruego. En el Evangelio
según San Lucas 24:52 y 53, leemos: "Ellos
después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; y estaban
siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios".
En Hechos 1:14 las Escrituras nos
dice: "Todos éstos perseveraban
unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y
con sus hermanos". Aquí encontramos a los discípulos obedeciendo,
orando, buscando la llenura del Espíritu Santo.
También observamos que el lugar
de reunión, el templo, estaba abierto a cualquier hora del día y el pueblo
podía ir a la casa de Dios a orar. Mateo 21:13 dice: "Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis
hecho cueva de ladrones"; el templo es el lugar de oración. Es bueno
orar en el hogar, en el monte, a la orilla del río; pero hay un lugar que Dios
ha designado para orar. El templo es el lugar más indicado porque este se ha
dedicado para el culto, la adoración, la alabanza y servicio a Dios.
En el tiempo de los sacerdotes
siempre había quien recibiese la ofrenda del pueblo y a cualquier hora se
encontraba un sacerdote en el servicio a Dios. Que maravilloso sería si
nosotros también pudiésemos mantener el templo abierto para que cualquiera que quisiera
fuera a orar.
Los apóstoles comenzaron a orar y
alabar a Dios en el templo, sus copas rebosaron, comenzaron a gemir y a llorar.
La oración nos lleva al quebrantamiento, a la adoración, a la alabanza y a
profundidades espirituales con Dios.
No podemos engañarnos al ir de
rodillas sin tener la verdadera comunión con Dios. No debemos ministrar sin
tener la unción del Espíritu Santo. Nosotros como ministros estamos llamados a
ir de rodillas a pedirle a Dios el mensaje que el pueblo necesita cada día. Eso
se busca y se recibe en la intimidad, en la humillación y entrega a Dios.
3. EL HOMBRE DE DIOS ES UN
EJEMPLO DIGNO DE IMITAR
En 1 Timoteo 4:12-16 encontramos
que la Biblia
nos dice: "Sé ejemplo de los
creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza… Ten cuidado de ti
mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues habiendo esto, te salvarás a ti
mismo y a los que te oyeren".
Amado, tenemos una Iglesia que
nos observa y alrededor nuestro muchas vidas, el Cielo, Dios, el Hijo, el Espíritu
Santo, ángeles, pero también el diablo, los demonios, los vecinos, los
religiosos. Satanás se da cuenta de nuestra condición, cuando nos descuidamos,
él lo sabe.
En 1 Samuel 2:22 la Biblia dice: "Pero Elí era muy viejo; y oía de todo
lo que sus hijos hacían con todo Israel, y cómo dormían con las mujeres que
velaban a la puerta del tabernáculo de reunión". Los hijos de Elí eran
sacerdotes, pero eran impíos y cometían adulterio en el templo. Ahora sabemos
que no es solo estar en el templo, sino cumplir la función para la cual fuimos
llamados. Se puede tener un tremendo mensaje, pero cuando se busca el
testimonio este no respalda el mensaje.
Amado ministro, Dios le demandará
por el rebaño que le ha entregado en sus manos. Dios muestra y revela a sus siervos
la condición del pueblo, los dones del Espíritu Santo son muy necesarios para
mantener el rebaño. "Procurad los dones espirituales…" (1 Corintios
14:1).
Ministro de Jesucristo no
permitas que tu corazón se cargue de los afanes de esta vida, que matan la vida
espiritual y no nos permite hacer una buena labor como líderes, ministros y
obreros del Señor Jesucristo. "Por
nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios
en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa
todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en
Cristo Jesús" (Filipenses 4:6, 7).
Tenemos que ser ejemplo en todo
tiempo, busca al Señor en ayuno y oración y tendremos su respaldo. "Sé ejemplo de los creyentes en
palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza" (1 Timoteo 4:12)
“Gracia y Paz”
Impacto Evangelístico
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