lunes, 2 de julio de 2012

¿ALABAS A DIOS COMO ÉL MERECE?


Salmo 150
"Alabad a Dios en su santuario; alabadle en su majestuoso firmamento. Alabadle por sus hechos poderosos; alabadle según la excelencia de su grandeza. Alabadle con sonido de trompeta; alabadle con arpa y lira. Alabadle con pandero y danza; alabadle con instrumentos de cuerda y flauta. Alabadle con címbalos sonoros; alabadle con címbalos resonantes. Todo lo que respira alabe al Señor. ¡Aleluya!"

El Salmo 150 es el último capítulo del libro de los Salmos. No pudo existir un final más apropiado para un libro que comienza enseñándonos cuán bienaventurados son aquellos que meditan en la ley de Dios y la cumplen (Salmo 1), y continúa a través de los próximos 148 capítulos, describiendo todo tipo de situaciones imaginables en la vida de los hombres: sufrimientos, persecución, derrotas, victorias, enfermedades, gozo, tristeza, angustia, traiciones, tentaciones, pecados, arrepentimiento, perdón, gracia y misericordia divina, etc., etc. El pasaje de hoy enfatiza en lo que debe predominar en todo momento, cualesquiera sean las circunstancias en la vida de una persona: alabar a Dios. La alabanza es la expresión externa de la adoración a Dios. Hay cuatro aspectos que resaltan en este precioso Salmo:

1. ¿Dónde debemos alabar a Dios?
En “su santuario”, dice el v.1. En los tiempos del Antiguo Testamento, el santuario residía en el templo, es decir en un edificio específico al cual acudía el pueblo de Dios para adorarlo y alabarlo. Después de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo el término "santuario" o “templo” adquirió un significado mucho más amplio y profundo. Dice 1 Corintios 3:16 que nosotros somos “templo de Dios” y el Espíritu Santo habita en nosotros. También dice el pasaje de hoy que lo alabemos “en su majestuoso firmamento”. Es decir, debemos alabar a Dios dondequiera que estemos, ya sea en la iglesia, en el trabajo, en el supermercado, en la casa, en la calle, en el automóvil. Claro que debemos aplicar el sentido común, y adaptar nuestra alabanza al lugar donde nos encontremos.

2. ¿Por qué debemos alabar a Dios?
“Por sus hechos poderosos”, dice este Salmo. Por lo que él ha hecho en nuestras vidas. Por la salvación a través de Jesucristo. Simplemente por quien es él. Dice el Salmo 95:2: "Lleguemos ante su presencia con alabanza; aclamémosle con cánticos. Porque Jehová es Dios grande, y Rey grande sobre todos los dioses."

3. ¿Cómo debemos alabar a Dios?
El propósito fundamental de la alabanza es agradar al Señor, por lo tanto debemos alabarlo como a él le gusta que lo alabemos: de todo corazón, en espíritu y en verdad. Dios se lamentó de la alabanza hipócrita de los israelitas, cuando dijo en Isaías 29:13: "Este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí." El Salmo 9:1 declara: "Te alabaré, oh Señor, con todo mi corazón; contaré todas tus maravillas." Efesios 5:19 nos exhorta a alabar al Señor "con salmos, con himnos y cantos espirituales." El Salmo 134:2 dice: “Alzad vuestras manos al santuario y bendecid al Señor." El Salmo 47:1 nos anima diciendo: “Batid palmas, pueblos todos; aclamad a Dios con voz de júbilo." Y el pasaje de hoy nos dice que lo alabemos con danza y con instrumentos musicales de todo tipo. Cada vez que tengamos oportunidad debemos expresar nuestra alabanza al Rey de reyes y Señor de señores con gozo genuino que brote de nuestros corazones.

4. ¿Quienes deben alabar a Dios?
El salmista no admite la más mínima excepción, por eso simplemente afirma: "Todo lo que respira alabe al Señor". Todo el mundo debe alabar a Dios. Con mucha más razón los que hemos sido redimidos y salvados por el sacrificio de Cristo en la cruz. La adoración y la alabanza deben ser parte inseparable de tu relación diaria con el Señor, conjuntamente con la oración y la lectura de la Biblia. Cuando hagas de ello un hábito, la gloria de Dios se manifestará en tu vida poderosamente.

ORACIÓN:
Padre santo, pon en mí un espíritu de adoración y alabanza para agradarte con todo lo que yo haga, dondequiera que me encuentre. Hoy te alabo con todo mi corazón, y te doy honra, gloria y honor como solamente tú mereces. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios Te Habla

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