1 Corintios 10:13
“No os ha sobrevenido ninguna
tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados
más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la
tentación la salida, para que podáis soportar”.
La tentación es una cosa
corriente para el hombre. En realidad, incluso los héroes de la Biblia pasaron por pruebas
y fallos sorprendentes. ¿Nos acordamos de la borrachera de Noé? ¿O la cobardía
de Abraham y su mentira al rey pagano? ¿Qué de la propia exaltación de Moisés
golpeando la roca que le valió el no entrar en la tierra prometida? ¿O las
estratagemas de Jacob? ¿Cómo obraron los patriarcas con José? ¿No murmuró
Elías? ¿Qué del doble pecado de David? ¿O la ostentación de Ezequías? ¿No tuvo
Jonás un espíritu rebelde? ¿No negó Pedro al Señor? ¿No se apartó Juan Marcos?
¿No discutieron Pablo y Bernabé?.
Algunos de los personajes más
nobles de la Biblia
no solamente pasaron por la tentación, sino que cayeron en ella. Pero cuando
uno lee u oye hablar a algunos sobre la vida espiritual, llega a pensar que ese
llamado cristiano de vida victoriosa nunca pasa por la tentación, o, si pasa
por ella, es una experiencia tan débil y pasajera que, en realidad, no le
ocasiona problemas.
Acabo de leer media docena de
libros sobre la vida espiritual y sólo en uno he encontrado un par de párrafos
alusivos a la tentación. Quizás esta actitud irreal respecto de la realidad de
la tentación es causa del desánimo que se propaga entre algunos creyentes que,
pensando que tienen el « secreto» de la victoria, de repente se encuentran, no
sólo frente a la tentación, sino vencidos por ella.
Pero, aunque la tentación sea
cosa común al hombre, el creyente no tiene que ceder a ella, puesto que Dios,
en su misericordia, ha preparado vías de escape, con el objetivo que podamos
soportarla. De modo que el creyente, aunque nunca esté libre de la tentación, no
precisa sucumbir ante ella. En verdad, los creyentes espirituales son los que
más afrontan la tentación.
“Bien se ha dicho que los
creyentes espirituales son honrados con un puesto en la primera trinchera para
pelear contra el mal. Allí se sienten los ataques más feroces del enemigo, pero
tienen el privilegio de contemplar su aplastante derrota. Tan abundante es el
poder infinito de Dios, y en la misma medida el creyente espiritual es
honrado”.
“Gracia y Paz”
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