Cuídense de la primera aparición de la lascivia, y huyan
de ella como de un veneno. Mantengan su corazón lleno de las cosas de Dios y su
cuerpo ocupado en el cumplimiento de sus obligaciones. Esto les ayudará más
adelante a cumplir los deberes matrimoniales. Cada uno debe “tener su vaso en santificación
y honor” (1 Tesalonicenses 4:4).
Los más grandes incendios comienzan con una chispa. El
placer momentáneo que precede al tormento eterno es pura necedad. Si han pecado
ustedes de esta manera, confiesen a Dios ese pecado y limpien su corazón con ayuno
y oración, pidiéndole perdón y fortaleza contra tentaciones futuras. Disfruten de
las delicias más esplendidas del favor y las promesas de Dios, el perdón del
pecado, y la seguridad de la vida eterna. Una vez que hayan bebido de la fuente
pura, nunca volverán a preferir las aguas de un arroyuelo turbio.
¡Gracia y Paz!