¿TIENES UNA ÍNTIMA COMUNIÓN CON EL SEÑOR?
Apocalipsis 3:20
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si
alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él
conmigo”
En aquellos tiempos el desayuno y el almuerzo se tomaban
de manera muy similar a los tiempos actuales. Cada miembro del hogar desayunaba
un poco a la carrera a medida que iban saliendo para el trabajo o la escuela.
El almuerzo lo tomaban en cualquier lugar donde se encontraban a esa hora. Pero
la cena era algo muy distinto. Todos juntos se sentaban a la mesa, y como no
había televisión, ni cine, ni teléfonos celulares ni nada que hacer por la
noche, ese era el momento en que la familia podía compartir y hablar acerca de
las actividades del día, tranquilamente, sin apuros. Era un rato de verdadera
comunión. En el pasaje de hoy, cuando Jesús habla de cenar con aquel que abra
la puerta de su corazón, realmente está hablando de una íntima comunión. Está
mostrando su deseo de relacionarse con cada uno de nosotros de una manera
sincera, profunda, especial.
Cuando creemos y aceptamos a Jesucristo como nuestro
Salvador, él viene a morar en nuestros corazones en la forma del Espíritu
Santo. Dice Gálatas 4:5 que en ese momento recibimos “la adopción de hijos”. Es
decir pasamos a ser hijos de Dios. Esto nos indica la naturaleza de nuestra
relación con el Señor. Él desea relacionarse con nosotros como lo hace un
Padre, y nosotros debemos responder como hijos amorosos y obedientes. Dios ha
tomado la iniciativa de invitarnos a ser parte de su familia. Cuando decimos sí
a la invitación, y recibimos a Jesús como nuestro Salvador personal, estamos
dando el primer paso. Pero después de eso tenemos la responsabilidad de buscar
y mantener una íntima comunión con él.
Nuestra parte consiste en aprender a ser buenos oyentes y
percatarnos cuando el Señor esté hablando, con el fin de seguir sus
instrucciones. Proverbios 1:33 dice: “Mas el que me oyere, habitará
confiadamente y vivirá tranquilo, sin temor del mal”. Es por eso que
necesitamos pasar tiempo meditando en la Palabra de Dios. Aquí se ha volcado el
corazón del Señor al haber inspirado a hombres y mujeres a través de los
siglos. “Toda la Escritura es inspirada por Dios”, dice 2 Timoteo 3:16. Sin
embargo, muchos que dicen estar interesados en conocer a Dios, relegan a un
plano secundario el estudio de su Palabra. Otros dicen: “Yo leo la Biblia, pero
no la entiendo”. ¿Crees tú que Dios inspiró a sus siervos a escribir la Biblia
para que no pudiéramos entenderla? Si somos constantes en la lectura de las
Escrituras, el Espíritu de Dios que mora en el corazón de cada creyente, nos
dará discernimiento e inteligencia espiritual para entender el mensaje de
nuestro Padre celestial. Jesús declara en Juan 7:38: “El que cree en mí, como
dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. Muchos dicen
“creer” en Jesús. Y algunos hasta dicen “yo creo a mi manera”. Pero el Señor
dice muy claramente que debemos creer en él “como dice la Escritura”. Por eso
es necesario leer la Biblia diariamente.
Es posible que hayamos respondido afirmativamente a la
invitación del pasaje de hoy, y hayamos abierto “la puerta” a Jesús. Pero
quizás le hemos dicho: “Pasa y siéntate”, y lo hemos dejado sentado en la sala.
No lo hemos atendido como se merece, no le hemos conocido profundamente, no
hemos establecido una comunión íntima con él, y por lo tanto no hemos permitido
que el agua de vida que él nos ofrece fluya y corra en nosotros libremente.
Está ahí, pero no corre, está estancada. Para vivir la vida en abundancia que
Jesús nos ofrece, es necesario mantener una profunda relación con él. Hazte hoy
el firme propósito de buscar el rostro del Señor cada día, leer su palabra,
meditar en ella, pasar tiempo en oración, deleitarte en adorarle y en servirle,
y disfrutarás plenamente de la paz y el gozo que provienen de su santa presencia.
ORACIÓN:
Padre santo, una vez más te doy gracias por tu iniciativa
de buscar una relación conmigo. Yo anhelo vivir muy cerca de ti, sentir tu
dulce presencia en mi vida y disfrutar de tu paz y de tu amor. Te ruego me
ayudes a mantener una íntima comunión con tu Hijo Jesucristo. En su santo
nombre te lo pido, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla