sábado, 13 de septiembre de 2014

¿TIENES UNA ÍNTIMA COMUNIÓN CON EL SEÑOR?



¿TIENES UNA ÍNTIMA COMUNIÓN CON EL SEÑOR?

Apocalipsis 3:20
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”

En aquellos tiempos el desayuno y el almuerzo se tomaban de manera muy similar a los tiempos actuales. Cada miembro del hogar desayunaba un poco a la carrera a medida que iban saliendo para el trabajo o la escuela. El almuerzo lo tomaban en cualquier lugar donde se encontraban a esa hora. Pero la cena era algo muy distinto. Todos juntos se sentaban a la mesa, y como no había televisión, ni cine, ni teléfonos celulares ni nada que hacer por la noche, ese era el momento en que la familia podía compartir y hablar acerca de las actividades del día, tranquilamente, sin apuros. Era un rato de verdadera comunión. En el pasaje de hoy, cuando Jesús habla de cenar con aquel que abra la puerta de su corazón, realmente está hablando de una íntima comunión. Está mostrando su deseo de relacionarse con cada uno de nosotros de una manera sincera, profunda, especial.

Cuando creemos y aceptamos a Jesucristo como nuestro Salvador, él viene a morar en nuestros corazones en la forma del Espíritu Santo. Dice Gálatas 4:5 que en ese momento recibimos “la adopción de hijos”. Es decir pasamos a ser hijos de Dios. Esto nos indica la naturaleza de nuestra relación con el Señor. Él desea relacionarse con nosotros como lo hace un Padre, y nosotros debemos responder como hijos amorosos y obedientes. Dios ha tomado la iniciativa de invitarnos a ser parte de su familia. Cuando decimos sí a la invitación, y recibimos a Jesús como nuestro Salvador personal, estamos dando el primer paso. Pero después de eso tenemos la responsabilidad de buscar y mantener una íntima comunión con él.

Nuestra parte consiste en aprender a ser buenos oyentes y percatarnos cuando el Señor esté hablando, con el fin de seguir sus instrucciones. Proverbios 1:33 dice: “Mas el que me oyere, habitará confiadamente y vivirá tranquilo, sin temor del mal”. Es por eso que necesitamos pasar tiempo meditando en la Palabra de Dios. Aquí se ha volcado el corazón del Señor al haber inspirado a hombres y mujeres a través de los siglos. “Toda la Escritura es inspirada por Dios”, dice 2 Timoteo 3:16. Sin embargo, muchos que dicen estar interesados en conocer a Dios, relegan a un plano secundario el estudio de su Palabra. Otros dicen: “Yo leo la Biblia, pero no la entiendo”. ¿Crees tú que Dios inspiró a sus siervos a escribir la Biblia para que no pudiéramos entenderla? Si somos constantes en la lectura de las Escrituras, el Espíritu de Dios que mora en el corazón de cada creyente, nos dará discernimiento e inteligencia espiritual para entender el mensaje de nuestro Padre celestial. Jesús declara en Juan 7:38: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. Muchos dicen “creer” en Jesús. Y algunos hasta dicen “yo creo a mi manera”. Pero el Señor dice muy claramente que debemos creer en él “como dice la Escritura”. Por eso es necesario leer la Biblia diariamente.

Es posible que hayamos respondido afirmativamente a la invitación del pasaje de hoy, y hayamos abierto “la puerta” a Jesús. Pero quizás le hemos dicho: “Pasa y siéntate”, y lo hemos dejado sentado en la sala. No lo hemos atendido como se merece, no le hemos conocido profundamente, no hemos establecido una comunión íntima con él, y por lo tanto no hemos permitido que el agua de vida que él nos ofrece fluya y corra en nosotros libremente. Está ahí, pero no corre, está estancada. Para vivir la vida en abundancia que Jesús nos ofrece, es necesario mantener una profunda relación con él. Hazte hoy el firme propósito de buscar el rostro del Señor cada día, leer su palabra, meditar en ella, pasar tiempo en oración, deleitarte en adorarle y en servirle, y disfrutarás plenamente de la paz y el gozo que provienen de su santa presencia.

ORACIÓN:
Padre santo, una vez más te doy gracias por tu iniciativa de buscar una relación conmigo. Yo anhelo vivir muy cerca de ti, sentir tu dulce presencia en mi vida y disfrutar de tu paz y de tu amor. Te ruego me ayudes a mantener una íntima comunión con tu Hijo Jesucristo. En su santo nombre te lo pido, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

ORACIÓN


ORACIÓN

Salmo 86:11 
“Enséñame, oh Señor, tu camino; caminaré yo en tu verdad”






¿ESTÁS CAMINANDO EN LA DIRECCIÓN CORRECTA?



¿ESTÁS CAMINANDO EN LA DIRECCIÓN CORRECTA?

Salmo 25:4-5
“Muéstrame, oh Señor, tus caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día”

La tendencia natural del ser humano es sentirse totalmente capaz de seguir su propia dirección en la vida y obtener el éxito. Esta es una característica que se ha transmitido de generación en generación a partir del momento en que Adán y Eva decidieron seguir las instrucciones de Satanás y apartarse del camino que les había indicado su Creador. Las consecuencias, como todos sabemos, fueron desastrosas. De manera similar sufrió el pueblo de Israel debido a su desobediencia. Por medio del profeta Jeremías, Dios les recuerda lo que él les ordenó el día que los sacó de la esclavitud en Egipto. Dice Jeremías 7:23: “Esto les mandé, diciendo: Escuchad mi voz y yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo, y andaréis en todo camino que yo os envíe para que os vaya bien”. Sin embargo los israelitas no siguieron sus instrucciones, por lo que Dios seguidamente añadió: “Pero no oyeron ni inclinaron su oído; antes caminaron en sus propios consejos, en la dureza de su corazón malvado, y fueron hacia atrás y no hacia adelante”.

Los golpes y fracasos que sufrimos en la vida nos llevan a reconocer que somos incapaces de determinar cuál es la dirección correcta que debemos seguir. Esto crea las condiciones para comenzar a depender de Dios y caminar en sus caminos. El rey David pecó fallándole al Señor de una manera terrible. Primero cometió adulterio con una mujer casada. Después trató de ocultar su acción y llegó hasta el homicidio, planeando la muerte del esposo de esta mujer. Pero más tarde se arrepintió de todo corazón y clamó a Dios por su perdón. En el pasaje de hoy David reconoce su incapacidad de caminar en la dirección correcta y expresa su dependencia del Señor al pedirle que le muestre sus caminos. Entonces le dice: “Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación”. Al final de su vida, siendo muy anciano, David escribió el Salmo 37 donde derrama su experiencia en el caminar con el Señor. En el versículo 5 nos da un sabio consejo: “Encomienda al Señor tu camino, y confía en él; y él hará”. Este es básicamente el proceso mediante el cual los hijos de Dios maduran espiritualmente, y llegan a conocer íntimamente al Señor.

Conocer a Dios implica caminar en su verdad. Esto es, conocer su palabra y aplicarla en nuestras vidas. Por medio de la lectura diaria de la Biblia aprendemos lo que Dios desea que nosotros sepamos: sus mandamientos, la manera en que él se ha manifestado en tantas ocasiones diferentes a través de los siglos, los testimonios de cientos de hombres y mujeres que confiaron en él y salieron victoriosos por medio del poder divino, las enseñanzas de Jesús, los principios morales y los valores espirituales que un hijo de Dios debe cultivar, expuestos en las diferentes epístolas. En fin, la Palabra de Dios contiene todo lo que necesitamos para vivir una vida victoriosa, si la obedecemos. David lo entendió perfectamente, por eso en el Salmo 86:11 escribió: “Enséñame, oh Señor, tu camino; caminaré yo en tu verdad”. Entonces clama: “Afirma mi corazón para que tema tu nombre”. Un corazón firme es aquel que confía plenamente en la dirección y en el amor de Dios. Aquel en el cual el Espíritu Santo ha producido su fruto. Como resultado sentimos el temor reverente al nombre del Señor y deseamos alabarle de todo corazón y glorificar su nombre con nuestro testimonio.

David se desvió del camino recto y caminó en dirección opuesta a Dios por un tiempo. Pero recapacitó, y el Señor en su inmensa misericordia escuchó su clamor, lo perdonó, y le mostró el camino de la verdad. La vida de David es un testimonio de la victoria que nos espera cuando rectificamos la dirección que llevábamos y dejamos que Dios nos dirija. La Biblia nos cuenta que David “murió en buena vejez, lleno de días, de riquezas y de gloria” (1 Crónicas 29:28).

Haz del pasaje de hoy tu oración constante. Pide al Señor que te enseñe sus caminos, que te encamine en su verdad, que te guíe en la dirección correcta.


¡Gracia y Paz!

Dios te Habla