2 Corintios 5:14-15
“Porque el amor de Cristo nos
constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y
por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel
que murió y resucitó por ellos”.
Durante siglos, todo el mundo
creyó que la tierra, no el sol, era el centro del universo. ¿Por qué tenía
tanta aceptación esa idea? Simplemente porque al ser humano le gusta creer que
es el centro de todo interés y actividad. El saber que nuestro planeta gira
servilmente alrededor del sol, fue muy humillante para toda la humanidad. Sin
duda fue una lección dura, pero es algo que todos debemos aprender: no somos el
centro del universo. Cuando un cristiano actúa de esta manera, es decir con una
actitud egocéntrica o individualista, está rechazando la soberanía de Cristo en
su vida. El apóstol Pablo, en su primera carta a los corintios les recuerda que
“no sois vuestros, porque habéis sido comprados por precio” (1 Corintios 6:19-20).
Y a los cristianos de Roma los exhorta de la siguiente manera: “Digo, pues, por
la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más
alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura”
(Romanos 12:3).
Por regla general, el ser humano
opera sobre tres principios fundamentales: codicia, comodidad y conveniencia.
La motivación detrás de esta actitud es clara: tratar de superar a todos los
demás, haciendo el menor esfuerzo posible. Pero esta no es la vida que promueve
la Biblia. En
su carta a los Filipenses, Pablo escribe: "Nada hagáis por contienda o por
vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como
superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual
también por lo de los otros" (Filipenses 2:3-4). Se requiere una gran
dosis de amor y humildad para actuar de esta manera. Eso es exactamente lo
contrario a lo que nuestra egoísta naturaleza humana nos impulsa a hacer.
Dicho de manera sencilla, es
imposible vivir la vida cristiana activa y madura si nos concentramos
enteramente en nosotros mismos. Si Cristo no ocupa firmemente el centro de tu
“universo”, entonces tu mundo girará alrededor de principios puramente humanos,
y los resultados no serán los que Dios ha planeado para tu vida. Es necesario
que tu “YO” muera para que la vida de Cristo se manifieste completamente en ti.
De esta manera lo expresó el apóstol Pablo en su carta a los Gálatas: “Con
Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y
lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me
amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). El resultado de esta
actitud es una vida llena del amor y el poder de Dios, aun en momentos de
prueba.
David fue un hombre conforme al
corazón de Dios, dice 1 Samuel 13:14. Pecó y le falló al Señor, como cualquiera
de nosotros, pero se arrepintió y confesó sus pecados, y fue perdonado. En sus
Salmos, David derramó su corazón en las buenas y en las malas; clamó a Dios en
momentos difíciles en busca de sabiduría y fortaleza; mostró agradecimiento en
los buenos tiempos y lo alabó por sus bondades y sus misericordias en todo
momento. David amaba la
Palabra de Dios, se deleitaba meditando en ella y se
esforzaba por aplicarla en su vida. En el Salmo 119:97 exclama: “¡Oh, cuánto
amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.” Y después declara: “No me
aparté de tus juicios, porque tú me enseñaste. ¡Cuán dulces son a mi paladar
tus palabras! Más que la miel a mi boca. De tus mandamientos he adquirido
inteligencia; por tanto, he aborrecido todo camino de mentira” (vv. 102-104).
¿Deseas vivir una vida de
victoria llena de bendiciones? Lee la
Biblia cada día, medita en sus enseñanzas, ama la Palabra de Dios y pide al Señor
que su Santo Espíritu te ayude a entenderla y a aplicarla cada día de tu vida.
ORACIÓN:
Padre santo, entiendo la
necesidad de actuar conforme a lo que me enseña tu palabra, pero confieso que
para mí es imposible hacerlo. Te ruego que el poder de tu Espíritu Santo obre
en mi vida y me ayude a morir a la carne y sus deseos, de manera que sea Cristo
pensando, sintiendo y actuando a través de mí. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla