Josué 1:8
“Nunca se
apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás
en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito;
porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”.
La meditación en
la Palabra de
Dios es vital para tener una relación saludable y profunda con el Señor.
Lamentablemente no forma parte de la vida espiritual de muchos creyentes. En el
pasaje de hoy, Dios le advierte a Josué acerca de la importancia de meditar en
su Palabra, con el fin de obedecerla y así tener una vida próspera y bendecida.
En el Salmo 1 el salmista reafirma esta promesa de Dios para aquellos que son
constantes en meditar en su palabra. Dice la primera mitad de este Salmo
(v.1-3): “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo
en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que
en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será
como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo,
y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará”. Podemos ver claramente las
bendiciones que se manifiestan en aquel que lee la Biblia diariamente y medita
en ella. La segunda mitad del Salmo (v.4-6) se refiere a los que no actúan de
esta manera, y por lo tanto sufrirán las consecuencias. Considerando esto,
debemos hacernos una pregunta clave:
¿Cuándo y cómo debemos meditar?
Primero: Debemos crear
el hábito de leer la Palabra
de Dios cada día de nuestras vidas. Pero no solamente leerla, sino meditar en
ella, es decir reflexionar en el pasaje que estamos leyendo. Debemos
preguntarnos: “¿Qué quiere decirme Dios con estas palabras?” La Biblia no es un libro
cualquiera, es un manual de las instrucciones de Dios para su pueblo. A través
de ella podemos conocer mejor a nuestro Padre celestial.
Segundo: Tenemos que
aprender a usar la Palabra
de Dios cuando oramos. Es decir, después de leer un pasaje bíblico, tenemos que
levantar esa palabra hacia el cielo mostrando a nuestro Padre celestial que
estamos de acuerdo con lo que él dijo, y pedirle que nos ayude a obedecerle.
Esta es la manera de afirmar en nosotros el mensaje de las Escrituras.
Tercero: Debemos
desechar todo aquello que no es agradable al Señor y aplicar su Palabra a
nuestras vidas. Esto es fundamental para nuestro crecimiento espiritual. No avanzaremos
nada con leer la Palabra
de Dios si no la ponemos en práctica. El apóstol Santiago hace énfasis en este
punto cuando escribe: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de
malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar
vuestras almas. Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores,
engañándoos a vosotros mismos” (Santiago 1:21-22).
Cuarto: Debemos buscar
ávidamente la voluntad de Dios y someternos a ella. A medida que pasamos tiempo
activamente escuchando la voz de Dios, él nos irá comunicando sus planes para
nuestras vidas. En la medida que aplicamos lo que hemos escuchado, la
meditación se irá haciendo cada vez más instintiva en nosotros. Entonces nos
daremos cuenta de que podemos escuchar su voz con claridad en esos momentos.
Un viejo
profesor de inglés solía dar este consejo a sus estudiantes extranjeros recién
llegados a los Estados Unidos: "Escuchen la radio y vean la televisión en
inglés solamente. Al principio no entenderán absolutamente nada, pero si no se
desaniman y persisten, poco a poco, sin apenas darse cuenta comenzarán a
entender con claridad, primero unas cuantas palabras y frases, después
conversaciones cortas, hasta que con el tiempo les resultará fácil entenderlo
todo". Por medio de la práctica, el oído se va "afinando" y
comenzará a percibir sonidos que antes no era capaz de percibir. De igual
manera sucede con el oído espiritual. A medida que dedicamos tiempo diariamente
a buscar el rostro del Señor en oración, a leer su Palabra y a meditar en ella,
nos resultará más fácil escuchar y entender la voz de Dios. Dios tiene un
mensaje especial para ti cada día. Toma el tiempo necesario para meditar en su
Palabra y escuchar lo que tu Padre celestial quiere decirte.
ORACIÓN:
Padre santo,
¡qué privilegio tan grande me das al poder pasar tiempo contigo! Permíteme
disfrutar de tu presencia cada día y ayúdame a entender tu mensaje y dame la
fuerza y el valor para aplicarlo a mi vida en todo momento. En el nombre de
Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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