1 Juan 1:8-10
“Si decimos que
no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado,
le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”.
Es fácil
encontrar en este mundo personas que no sienten responsabilidad alguna por sus
pecados. La mayoría de ellos ni siquiera piensan que han cometido pecados.
Viven su vida en la búsqueda constante de la satisfacción de sus deseos, y para
ellos Dios no existe. El resto de las personas están más o menos concientes de
que están haciendo “algo malo”, pero generalmente encuentran alguna excusa por
medio de la cual justificar sus acciones. Unos atribuyen su comportamiento al
medio ambiente, o a su carácter o temperamento, a un factor hereditario, o a su
condición física, o a cualquier otra razón. Otros dicen que fueron engañados y
llevados por un camino extraviado. Esta fue precisamente la actitud de Adán y
Eva cuando Dios los confrontó después de haber cometido el primer pecado al
desobedecer comiendo la fruta prohibida. Dice Génesis 3:12-13: “Y el hombre
respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.
Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la
mujer: La serpiente me engañó, y comí”. Desde aquel momento, es característico
de todo ser humano hacer todo lo posible por quitarse de encima toda
responsabilidad por sus acciones pecaminosas.
El profeta
Isaías afirmó lo siguiente: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas”
(Isaías 53:6). Y Romanos 3:23 dice: “Por cuanto todos pecaron, y están
destituidos de la gloria de Dios”. Todos, absolutamente todos los seres humanos
hemos pecado de una manera u otra. Sin embargo hay algunos que hasta se sienten
ofendidos si se les llama pecadores. Su error consiste en que consideran
“pecado” solamente las acciones verdaderamente criminales, como asesinar a
alguien, robar un banco, o algo por el estilo. Lo cierto es que la palabra
griega que se utiliza en el pasaje de hoy para definir el pecado es “jamartia”,
que significa literalmente “errar al blanco”. Es decir, no importa si hemos
errado por un metro o por un centímetro, lo fundamental es que no dimos en el
blanco. Pecar es, simplemente, apartarnos de las normas y preceptos
establecidos por Dios. Pecamos cuando desobedecemos los principios divinos y
aplicamos a nuestras acciones nuestros propios conceptos, cuando no somos las
personas que debiéramos haber sido (buenos padres o madres; buenos esposos o
esposas; buenos hijos, empleados, amigos, etc.). Todo esto es pecado, y nos
incluye y compromete a todos sin excepción. Está muy claro en el pasaje de hoy
que “si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos”. Y aun
peor, “si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra
no está en nosotros”.
Pero hay buenas
noticias. Este pasaje también nos dice que, en su infinita misericordia, Dios
está dispuesto a perdonarnos “si confesamos nuestros pecados”. Esta es, en
resumen, la esencia de la vida cristiana: primero reconocer nuestro pecado y
después arrepentirnos y acudir a Dios en busca de ese perdón que puede cancelar
el pasado, y de esa limpieza que puede restaurar nuestro presente y asegurarnos
la victoria en nuestro futuro. Cuando venimos a Dios con un corazón humilde y
sinceramente arrepentido, él nos ve a través de la sangre preciosa de su Hijo
derramada en la cruz, y, como dice el pasaje de hoy, nos limpia “de toda maldad”.
ORACIÓN:
Amante Padre
celestial, te ruego me ayudes a reconocer mis pecados, y a venir ante tu trono
de gracia confesándolos de todo corazón y buscando tu perdón. Te doy gracias
por estar siempre dispuesto a perdonarme. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
Le invito a que visite la
Pagina: