cinco hermanas que
cambiaron el mundo de las mujeres
Sus nombres son
definitivamente desconocidos: Maala,
Noa, Hogla, Milca y Tirsa. Lo que hicieron, ocho siglos antes de la
fundación de Roma, se ha perdido en gran parte en las memorias del tiempo. Pero
toda mujer tiene con ellas una deuda de gratitud. Y también todo abogado. Los
nombres pertenecen a las hijas de Zelofehad; eran cinco jóvenes que, de haber
vivido hoy, habrían tenido la edad suficiente para ser estudiantes
universitarias de leyes. Pero, en su época, y en el Cercano Oriente, las
mujeres tenían pocas libertades, y menos aún la de opinar sobre su futuro.
Afortunadamente, eso no les
impidió desafiar las leyes de su cultura, sin faltar al mismo tiempo a los
principios de su fe. Al hacerlo, se hicieron acreedoras de una increíble
victoria en cuanto a los derechos de las mujeres, y hoy nos ofrecen el
inspirador ejemplo de una gran valentía.
Su historia se encuentra en el
Libro de Números. Su padre, Zelofehad, de la familia de Manasés, había muerto
en el desierto, y gracias a que no fueron parte de la compañía de Coré, que se
había rebelado contra Moisés, sus hijos tenían derecho a su herencia. Pero
había un problema: Zelofehad no tenía un hijo varón que pudiera reclamar la
herencia, sino únicamente sus hijas, que no tenían absolutamente ningún
derechos de propiedad bajo las costumbres existentes.
Al ver que esto era injusto,
las jóvenes se unieron y valientemente dijeron que tenían derecho a lo que su
padre había dejado. Esto sucedió en un momento clave de la historia de Israel.
El pueblo se preparaba para entrar a la Tierra Prometida y, por consiguiente,
se encomendó un censo para distribuir correctamente la nueva tierra entre
quienes habían cruzado el Jordán. Las hijas de Zelofehad habían sido contadas
entre las personas de su tribu que debían tener por lo menos 20 años de edad en
el momento de repartir la tierra. Estas mujeres fueron lo suficientemente
sabias como para reconocer que era el momento ideal para dar la batalla; de lo
contrario, se arriesgaban a perder toda oportunidad de recibir la herencia que
había dejado su padre a sus hijos.
Una bendición nunca antes vista.
Las jóvenes hicieron algo
inédito: fueron directamente a Moisés, al sacerdote Eleazar y a toda la
congregación para presentar su caso públicamente: "¿Por qué será quitado el
nombre de nuestro padre de entre su familia, por no haber tenido hijo? Danos
heredad entre los hermanos de nuestro padre" (Números 27:4). Su
petición no tenía precedentes; era una acción muy arriesgada.
¿Puede usted imaginar la
escena? Debieron de haber soportado muchas burlas, e incluso haberle causado
consternación a los israelitas de la "vieja escuela" que creían que
las mujeres, especialmente si eran tan jóvenes, debían simplemente ocupar su
puesto y permanecer calladas. Y hasta es posible que algunos interpretaran su
acción como una “afrenta” al Todopoderoso y a las leyes que Él había dado con
tanto detalle.
Moisés debió de haberse dado
cuenta de esto, pero conocía también la solución. Llevó el caso de las mujeres
al Señor, un Dios justo y recto. Y el Juez supremo dio rápidamente Su
veredicto: "Bien dicen las hijas de Zelofehad; les darás la posesión de una
heredad entre los hermanos de su padre, y traspasarás la heredad de su padre a
ellas" (Números 27:7). La resolución de Dios fue en favor de las
hermanas. La ley fue reescrita, y las mujeres tuvieron derechos legales de
propiedad por primera vez. Después, el caso fue ampliado para incluir otras
instancias, como cuando el muerto no tenía hermanos varones ni hijos
sobrevivientes.
Ésta es una de las demandas
más antiguas registradas. En los tiempos modernos, ha sido utilizada por
abogados y juristas como precedente, y sigue siendo aceptada como el caso más
antiguo juzgado. De hecho, un artículo de la Revista del Colegio de Abogados de
los Estados Unidos de América, escrito por Henry C. Clark, en 1924, se refiere
a la decisión, llamándola una sentencia "de enorme significado". La
sentencia o decreto se aplicó a todas las doce tribus, y modificó su mismísima
constitución de gobierno. La política fundamental del estado fue cambiada.
Antes, en ausencia de descendientes varones, una familia se extinguía y las
hijas quedaban sin un centavo, pero ahora ellas podían preservar el nombre de
la familia y recibir la herencia". En su libro All of the Women of the
Bible (Todas las mujeres de la Biblia), Edith Deen lo resume de esta manera:
"Hasta ese momento, las mujeres no tenían derechos de propiedad. Ésta es
la razón por la que los hombres deseaban siempre tener un hijo varón. Pero
ahora las mujeres eran consideradas seres humanos con iguales derechos de
propiedad, al igual que los hombres".
Un precedente para los demás.
La valiente acción de Maala,
Noa, Hogla, Milca y Tirsa muestra el impacto que puede tener la valentía, no
sólo en su vida, sino también en la vida de los demás, incluso de las
generaciones futuras. También ha sido un modelo para otras mujeres con nombres
igualmente desconocidos, que sintieron que Dios las estaba dirigiendo a retar
el "status quo" de su tiempo —por ejemplo en el mundo de las
publicaciones, el trabajo misionero y el ministerio carcelario.
En Bay Colony, Massachussets,
Anne Bradstreet perdió su casa en un incendio, vio morir a su hija de cuatro
años, y estuvo separada de su esposo, Simon, durante largos períodos de tiempo
cuando éste tenía que viajar a Inglaterra por razones de servicio. Sin embargo,
estas experiencias, y la fe en Dios que éstas le inspiraron, fueron expresadas
en sus poemas que finalmente fueron publicados como The Tenth Muse (La décima
musa) y que se convirtió en el primer volumen de imperecedera poesía en lengua
inglesa jamás producido por una mujer.
En las iglesias del siglo 19
había una intensa oposición a que las mujeres fueran misioneras. Pero Sarah
Doremus fundó la Sociedad Misionera de la Unión de Mujeres de los Estados
Unidos de América, que derribó esas barreras. Además de criar a ocho hijos,
Sarah dirigió una organización para reintegrar a la sociedad a las ex
presidiarias, creó un programa de ayuda a los cristianos griegos oprimidos por
los musulmanes turcos, y ayudó a crear dos hospitales en el estado de Nueva
York, uno para niños y otro para mujeres.
En 1896, el director de la
cárcel de Sing Sing, en Ossining, Nueva York, invitó a Maud Booth a hablar a
los presos. Ésta les dijo, valientemente: "No he venido aquí para evitar
que paguen el castigo merecido por sus delitos; tomen su medicina como
verdaderos hombres. Cuando hayan pagado su condena, los ayudaré. Me ocuparé de
su salud. Les conseguiré trabajo. Pero, sobre todo, confiaré en ustedes. Y
también dependerá de ustedes que yo lo siga haciendo o no". Ese día, cinco
reclusos decidieron seguir a Cristo. Al final de ese año, Maud creó la
"Liga de voluntarios carcelarios". Desde 1923, 100.000 presos se han
inscrito en este programa. Maud estableció las "Casas de esperanza"
en toda la nación para facilitar el reingreso de los ex convictos a la sociedad.
Gracias a sus esfuerzos, Voluntarios de América y otras organizaciones hicieron
lo mismo para lograr reformas penitenciarias en el siglo 20.
¿Qué acción valiente le está
pidiendo el Señor a usted? Puede que no sea desafiar las costumbres
establecidas o iniciar un gran ministerio cristiano. Pudiera ser tan sencillo y
tan importante como testificar de Cristo a un vecino, confrontar a un ser amado
en cuanto a un problema de relación, o comenzar una nueva actividad económica.
Sea lo que sea, siga el valiente ejemplo de las hijas de Zelofehad y de sus
seguidoras modernas.
¡Gracia y Paz!
Adam Colwell