¿Aún dices
mentiras?
Colosenses 3:9-10
“No mintáis los unos a los otros, puesto que
habéis desechado al viejo hombre con sus malos hábitos, y os habéis vestido del
nuevo hombre, el cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme
a la imagen de aquel que lo creó”.
Un entrenador de fútbol universitario renuncia después de
admitir que falsificó sus credenciales académicas y atléticas. Un oficial
militar de carrera confiesa haber llevado puestas condecoraciones de combate
que no se ganó. Un solicitante de un empleo reconoce que cuando dijo que tenía
experiencia en la "supervisión de alimentos y bebidas" en realidad lo
que hacía era café todas las mañanas en la oficina. Con frecuencia oímos de
muchos otros que son públicamente avergonzados cuando en algún momento se
descubre que mintieron en el pasado. Lo cierto es que más tarde o más temprano
habrá malas consecuencias para aquellos que mienten.
A veces pensamos que una pequeña “mentirita” no tiene
importancia y que seguramente no tendrá consecuencias, pero nos olvidamos que
cuando ignoramos los principios de la Palabra de Dios estamos exponiéndonos a
sufrir los resultados que trae consigo la desobediencia. Gálatas 6:7 dice: “No
os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare,
eso también segará”. Es decir, si sembramos una mentira con seguridad no vamos
a segar algo bueno, sino todo lo contrario. El pasaje de hoy dice claramente:
“No mintáis los unos a los otros”, sin diferenciar una mentira de otra. Aun
esas pequeñas mentiras por lo general crecen a medida que tratamos de evitar
que se descubran. Y a una mentira sigue otra y otra, y por regla general el
resultado final es un enorme enredo lleno de malas consecuencias.
Ahora bien, la razón fundamental por la que no debemos
mentir es porque hemos confiado en Jesucristo como nuestro Salvador, por lo
cual el “viejo hombre” con todas sus miserias y pecados, incluyendo las
mentiras, ha sido desechado dando lugar a un “nuevo hombre”. De esta manera
continúa el pasaje de hoy: “…puesto que habéis desechado al viejo hombre con
sus malos hábitos, y os habéis vestido del nuevo hombre..." Es el plan de
Dios que este “nuevo hombre” poco a poco, bajo la acción del Espíritu Santo, se
vaya “renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de aquel
que lo creó”. Así termina este pasaje.
Sin duda, en este proceso, muchas veces vendrán a
nosotros pensamientos o impulsos pertenecientes a hábitos o costumbres del
pasado, entre ellos las mentiras. La enseñanza de hoy nos exhorta a rechazar
esos impulsos, y decir siempre la verdad, pues la verdad viene de Dios,
mientras que la mentira proviene de Satanás. En Juan 8:44, Jesús les dice a un
grupo de judíos: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de
vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha
permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de
suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”. Es evidente que cuando
mentimos no agradamos al Señor, sino que estamos complaciendo los deseos del diablo.
Debemos esforzarnos y luchar contra todo aquello que no sea verdad. No siempre
resulta fácil hacerlo, pero si permitimos que se manifieste en nosotros el
poder del Espíritu Santo y con él la verdad y la justicia de nuestro Señor,
entonces podremos vivir una vida santa y veraz, digna de un hijo o hija de
Dios.
Busca el rostro del Señor cada día en oración, lee la
Biblia, medita en sus enseñanzas y esfuérzate en ponerlas en práctica. El
Espíritu Santo producirá en ti su fruto, y poco a poco las mentiras dejarán de
formar parte de tu vida, y el nombre de Dios será glorificado.
ORACIÓN:
Querido Dios, ayúdame a vivir consciente de que las cosas
viejas pasaron y todas han sido hechas nuevas. Dame el poder para mostrar el
Cristo que vive en mí quien vivió una vida de total honestidad, integridad y
verdad absoluta. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla