sábado, 27 de abril de 2013

¿TE SIENTES CON LA MORAL POR LOS SUELOS?



Salmo 142:1-5
“Con mi voz clamaré al Señor… Delante de él expondré mi queja; delante de él manifestaré mi angustia… Conociste mi senda…Tú eres mi esperanza”.

Hebreos 13:6
“El Señor es mi ayudador”.

David, quien llegaría a ser rey de Israel, pasó por la cueva de la depresión a causa de los celos de Saúl, quien llegó a ser su enemigo. Perdió su posición en la corte, tuvo que dejar a su mujer para salvar su propia vida, abandonar a Jonatán, su íntimo amigo… Dijo que era perseguido como “una perdiz por los montes” (1 Samuel 26:20).

¿Ha perdido usted a su cónyuge o a su mejor amigo? ¿Está sin trabajo, tiene problemas de salud o de dinero? ¿Un amigo le dio la espalda? ¿Qué hace usted cuando lo que era su seguridad viene abajo, cuando ya no sabe adónde ir? ¿Le sumergen la pena, el miedo, la desesperación o la rebeldía?

¡Quizá como el rey David, usted huyó a su cueva, lamentándose de su suerte! ¿Cómo se las arregló David? Primeramente levantó los ojos al cielo y miró hacia Dios, quien es luz y fuerza. Reconoció su propia miseria y a Dios como su verdadero refugio. Liberado de su «cárcel», halló más que la paz y la serenidad junto a su Dios; deseó alabar su nombre.

Cuando todo le falta, recuerde que aún existe Alguien junto a quien usted puede ir, alguien que siempre se preocupa por usted. Es el gran Dios del cielo y de la tierra, nuestro Padre celestial. Él no dejó de amarnos y dio la prueba de ello al enviar a su Hijo para el perdón de nuestros pecados. Desde ahora, confiemos en él.


“Gracia y Paz”
La Buena Semilla

TODA UNA VIDA DE SANTIDAD



Romanos 12:1-3
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”.

Al poner nuestra fe en Jesucristo, los creyentes somos santificados, es decir, apartados para el propósito de Dios. A diferencia de la salvación, que se produce en un instante, la santificación es un proceso que dura toda una vida. Quienes hemos confiado en Cristo como Salvador, y permitido que su Santo Espíritu controle nuestras vidas, estamos siendo santificados en el presente, no importa lo que podamos sentir o cómo parezcan nuestras acciones a los demás. Estamos progresando en la madurez de nuestra fe.

Si estamos progresando en nuestra vida cristiana, entonces tenemos que estar avanzando hacia algo. El apóstol Pablo explicó la misión del cristiano de esta manera: “Porque a los que [Dios] antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Romanos 8:29). El carácter, la conducta y la conversación de un creyente deben reflejar a Cristo.

Por nuestra propia cuenta, pondríamos demasiado énfasis en la conducta y quedaríamos atrapados por la obediencia a las reglas y a las ceremonias que parecen cristianas, pero que no reflejan en verdad a Cristo. Pero Dios nos ha dado a cada creyente su Espíritu para que nos enseñe y nos guíe. La obra del Espíritu Santo es transformar nuestras mentes y corazones para que nuestro carácter sea diferente al de las personas que no conocen a Cristo. Solo cuando estamos bajo el control del Espíritu podemos hablar y actuar de acuerdo con lo que somos realmente:  hijos de Dios.

Nuestro Padre celestial quiere que sus hijos seamos ejemplos vivos y un reflejo de lo que Él es. El Señor espera que busquemos la perfección de nosotros día con día; Él nos enseña a pensar y actuar para que podamos “[andar] como es digno de la vocación con que [fuimos] llamados” (Efesios 4:1).

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

ORACIÓN



Dios todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, Padre de amor y de misericordia, ante ti me postro dejando en tus manos todos mis problemas, mis angustias, mis imposibles, mis limitaciones, y todo, sabiendo que no hay nada en este mundo más grande que tú. Y ahora mismo te pido humildemente que tú te hagas cargo de ellos y que hagas tu voluntad en mi vida y me des fuerza, y me levantes en victoria para que tu nombre sea glorificado. En el nombre de Jesús, Amén.

DIOS ES MAYOR QUE TUS PROBLEMAS



Isaías 40:28-31
¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”.

El mundo en que vivimos está lleno de problemas de todo tipo. Esto no debe extrañarnos si consideramos que, en su evangelio, el apóstol Juan llama al diablo “el príncipe de este mundo” (Juan 14:30). Y si Satanás es "el príncipe de este mundo”, ¿podemos acaso esperar que haya paz, amor y gozo en el mundo? Todo lo contrario, como dice Gálatas 5:19-21, lo que debemos esperar son problemas, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, envidias, homicidios y cosas semejantes a estas.

Por eso Jesús advirtió a sus discípulos: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Ciertamente, en el transcurso de nuestras vidas, no podremos evitar los problemas y las aflicciones, pero si confiamos en el Señor, esos problemas no nos destruirán, sino que serán usados por Dios para fortalecer nuestro carácter e irnos puliendo espiritualmente de manera que lleguemos a ser conformes a la imagen de su Hijo Jesucristo, que es su propósito, según nos dice Romanos 8:29. Y si nos mantenemos firmes en nuestro amor al Señor, podremos estar seguros que cualquiera sea el problema, el final será de bendición para nosotros, como afirma Romanos 8:28. El amor, el gozo y la paz provienen de una intima comunión con Dios, cuando el Espíritu Santo produce su fruto en nuestras vidas (Gálatas 5:22, 23).

El Señor hoy habla directamente a aquellos que tienen la tendencia a concentrarse demasiado en esas situaciones problemáticas, de manera que los problemas empiezan a parecer enormes y la fortaleza del Dios todopoderoso parece pequeña. En lugar de mover montañas por medio de la fe, estas personas se preocupan todo el tiempo creando montañas de presiones innecesarias que les afectan a ellos y a los que les rodean. A ellos el profeta Isaías les recuerda: “¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra?” Él no desfallece, no se cansa, nadie tiene su entendimiento y su sabiduría, y todo aquel que le busca recibe nuevas fuerzas. Dios es mayor que el mundo que él creó, “las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo” (Isaías 40:15), y los habitantes de la tierra son para él “como langostas” (v.22). Es decir, Dios es inmensamente más grande que el universo, los planetas, los moradores del mundo que él creó, y por supuesto, que cualquier problema que pueda surgir en cualquier momento y en cualquier lugar.

Esta seguridad debe ser más que suficiente para que depositemos en Dios nuestra confianza aun en medio de los problemas y las dificultades. Si dependemos del Señor en lugar de concentrarnos en nuestros inconvenientes y las circunstancias que nos rodean, él renovará nuestra fortaleza, y las alas de la fe levantarán nuestros corazones por encima de nuestras dificultades. Quizás algunas de ellas sean muy grandes pero si confiamos podremos verlas mucho más pequeñas que nuestro gran Dios. Y esto cambia totalmente la perspectiva de nuestra situación.

Si en estos momentos los problemas te agobian, es hora de actuar en fe. Quizás has orado mucho por esta situación, pero además de venir delante de Dios y decirle: "Yo tengo un tremendo problema", es necesario que también le digas al problema: "¡Yo tengo un tremendo Dios!". Esta declaración de fe, salida de un corazón totalmente confiado en el poder de Dios abre las puertas de la victoria no importa lo grande y difícil que sea tu problema.

ORACIÓN:
Dios todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, Padre de amor y de misericordia, ante ti me postro dejando en tus manos todos mis problemas, mis angustias, mis imposibles, mis limitaciones, y todo, sabiendo que no hay nada en este mundo más grande que tú. Y ahora mismo te pido humildemente que tú te hagas cargo de ellos y que hagas tu voluntad en mi vida y me des fuerza, y me levantes en victoria para que tu nombre sea glorificado. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla