Marcos 10:46-52
"Entonces vinieron a Jericó;
y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el
ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. Y oyendo que
era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten
misericordia de mí! Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba
mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces Jesús,
deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza;
levántate, te llama. El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús.
Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo:
Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en
seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino."
Una enfermera cristiana cuenta
esta pequeña historia: Me recliné sobre la cama y suavemente le dije a mi
paciente la orden del doctor que tenía que llevar a cabo. Como enfermera,
aprendí hace mucho tiempo a decirle siempre al paciente el procedimiento que
iba a realizar, no importa cuán rutinario pareciera. En este caso, yo no
esperaba una respuesta. Mi paciente, un hombre de alrededor de 70 años, había
sufrido un infarto masivo, el cual limitaba grandemente su capacidad para
hablar o moverse. Pero tan pronto terminé de explicarle lo que estaba por
hacer, sus ojos se encontraron con los míos y lentamente movió sus labios para
decir: "¡Jesús, ayúdame!" En ese cuarto, en ese momento, la presencia
de Cristo fue tan real como el hombre acostado en la cama. Oré para que mis
manos fueran suaves y para que mi voz pudiera brindarle aliento, y en mi
corazón sentí una gran compasión por aquel hombre.
Muchas personas en este momento
están clamando a Dios en medio de una difícil situación. Así como el salmista
clamó: "Escucha mis súplicas, rey mío y Dios mío, porque a ti elevo mi
plegaria" (Salmo 5:2), miles de personas en el mundo elevan una súplica al
Altísimo, y Dios puede usarte a ti para manifestar su compasión y su amor.
Jesús se detuvo a menudo al escuchar un clamor solitario por misericordia,
dando su tiempo y total atención a cualquier persona que lo llamara. El clamor
de aquellos con aflicciones espirituales o físicas hace que el Hijo de Dios se
detenga, para tocar, para sanar, para aliviar. En el pasaje de hoy, Jesús
escuchó el clamor del ciego Bartimeo y reconoció su fe, y no solamente le
devolvió la vista, sino que también le dio la salvación de su alma. La
compasión fue una cualidad primordial en el carácter de Jesús. En Mateo 9:36 dice,
refiriéndose al Señor: “Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas;
porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor”. Si
queremos imitar a nuestro Señor, debemos reflejar misericordia y compasión en
nuestro comportamiento.
Cuando un intérprete de la ley le
preguntó a Jesús quién era su prójimo, a quien debía amar (Lucas 10:25-37), el
Señor le respondió con la parábola del buen samaritano, la cual cuenta de un
hombre que fue asaltado y dejado medio muerto en el camino. Primero pasaron un
sacerdote y un levita, y ambos siguieron de largo. "Pero un samaritano,
que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y
acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su
cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos
denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de
más, yo te lo pagaré cuando regrese." Entonces, Jesús le preguntó al
fariseo: “¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó
en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces
Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo”.
Esta es la misericordia de Dios;
la cual se manifiesta en todo momento sin acepción de personas. Oremos para que
nuestros corazones sean sensibles como lo fue el corazón del buen samaritano, y
el nombre de Dios sea glorificado con nuestras acciones.
ORACIÓN:
Padre Santo, permíteme ver y oír a quienes claman por tu misericordia.
Pon en mi corazón amor y compasión, para que yo pueda ser un instrumento tuyo
en la vida de aquellos que necesitan tu sanidad y tu cuidado. En el nombre de
Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla