Indudablemente
una de las mayores presiones que tenemos los Hijos de Dios es saber convivir
con las personas de nuestro entorno social, incluso con las de nuestro entorno familiar. Dios nos creó para ser
sociables, para aprender a relacionarnos unos con otros. De ahí la naturalidad
que tenemos para forjar amistades de manera muy rápida. El problema es cuando
no sabemos elegir a nuestras amistades, cuando convivimos demasiado tiempo con
personas que no aman a Dios.
Desde luego que
tampoco debemos ser apáticos con las personas o con los familiares que no
comparten nuestra Fe, ni que nos comportemos como unos “aguafiestas” en los
lugares de reunión familiar o lugares donde concurrimos. Sin embargo, es muy
importante saber controlar el tiempo que compartimos con esas personas y,
sobretodo, si no aman al Señor; porque podríamos, sin darnos cuenta, caer en el
lazo del enemigo y hacer cosas que a Dios no le agradan.
Jeremías 15:19
“Conviértanse ellos a ti, y tú no te
conviertas a ellos”.