Isaías 40:10-11
“He aquí que Jehová el Señor
vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su recompensa viene con él,
y su paga delante de su rostro. Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo
llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las
recién paridas”.
Unos ochocientos años antes del
nacimiento de Jesús, el profeta Isaías anunció al pueblo de Israel la llegada
de un pastor que traería a ellos consuelo, paz, amor y esperanza. Dos siglos
después, es el profeta Ezequiel quien transmite a los israelitas, esta
declaración, directamente de la boca de Dios: “Porque así ha dicho Jehová el
Señor: He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré. Como
reconoce su rebaño el pastor el día que está en medio de sus ovejas esparcidas,
así reconoceré mis ovejas, y las libraré de todos los lugares en que fueron
esparcidas el día del nublado y de la oscuridad” (Ezequiel 34:11-12).
Finalmente estas profecías se
hacen realidad con la llegada al mundo del Mesías, el Cristo, nuestro Señor
Jesucristo, quien se anuncia a todos, diciendo: “Yo soy el buen pastor; el buen
pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11). Y después expone la diferencia
entre él (el verdadero pastor), y aquellos que fingen ser pastores, sin serlo.
Dice el Señor: “Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son
propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo
arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es
asalariado, y no le importan las ovejas” Es sin duda, una diferencia de vida o
muerte, de paz o angustia, de protección o desamparo.
En los tiempos actuales vemos con
frecuencia este tipo de falso pastor, o “asalariado”, los cuales se aprovechan
de su posición en la iglesia, actuando deshonestamente con el fin de obtener
beneficios personales. Estos “asalariados”, obviamente no están dirigidos por
el Espíritu de Dios, y por lo tanto no pueden llevar a su congregación por el
camino preparado por el Señor para su iglesia. El apóstol Pedro se refiere a
ellos como “fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los
cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre” (2 Pedro 2:17). Es
decir, su vida está vacía y no tienen nada provechoso que ofrecer. Lo más
lamentable es que aquellos que les siguen van a parar al mismo lugar que ellos.
¿Cómo podemos identificar a estos
falsos pastores? Primeramente es necesario que leamos la Biblia diariamente, que
meditemos en ella, orando y pidiendo al Señor que nos de discernimiento
espiritual para reconocer todo aquello que no esté de acuerdo a su palabra, y
que por lo tanto no proviene de él. Cuando Jesús les prometió a sus discípulos
que el Padre enviaría el Espíritu Santo, les dijo que éste les recordaría todo
lo que él les había dicho. (Juan 14:26). Si nos mantenemos en comunión con el
Señor, podremos escuchar su voz dirigiéndonos de la manera en que él declara en
Juan 10:27: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” Entonces no
será difícil reconocer si las enseñanzas de un pastor no coinciden con las del
Buen Pastor, nuestro Señor Jesucristo.
En Mateo 7:15, Jesús advierte:
“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas,
pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis” Hay falsos
maestros y pastores que están dotados de un gran talento para la oratoria, y
con su elocuencia son capaces de persuadir a su audiencia para que los sigan,
sin percatarse de sus verdaderas intenciones. Por eso debemos estar muy atentos
al comportamiento de estos pastores, y a través de sus frutos conoceremos sus
corazones.
El apóstol Juan también nos
advierte que debemos estar alertas ante la maldad y las malas intenciones de
los falsos pastores. Dice 1 Juan 4:1: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino
probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido
por el mundo” Es nuestra responsabilidad, como ovejas del Verdadero Pastor,
mantenernos atentos y comprobar que en efecto, es el Espíritu de Dios el que
está dirigiendo los pasos del cuerpo de Cristo, en la iglesia local donde nos
congregamos.
ORACIÓN:
Mi Padre amado, gracias por tu Hijo Jesucristo, quien es el Buen
Pastor. Por favor, capacítame para reconocer su voz por encima de todas las
demás voces de este mundo, y obedecerle y seguir siempre sus instrucciones. En
el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla