Romanos 3:10-12
“Como está escrito: No hay
justo, ni aun uno; No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios.
Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo
bueno, no hay ni siquiera uno”.
Todos decimos que somos pecadores
cuando se trata el asunto en términos generales, y lo aplicamos colectivamente,
pero a la hora de la verdad, cuando cada quien piensa en sí mismo, son pocos
los que aceptan realmente que en ellos no hay nada bueno. Si así no fuera no
habría tanto problema entre la gente, tantos altercados, tanta violencia, tanto
afán de autojustificación, cada cual
está constantemente defendiéndose... "Yo estoy bien; el que está mal eres
tu".
En una de sus salidas, Jesús se
encontró en el camino con un joven, quien le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué
haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno?
Ninguno hay bueno, sino solo uno, Dios” (Marcos 10:17-18). Si Jesús mismo no se
consideró bueno... ¿cómo seremos nosotros?. Fue por esa razón que Jesús vino al
mundo, para salvar a los pecadores.
“Dos hombres subieron al templo a
orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba
consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros
hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos
veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando
lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho,
diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa
justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será
humillado; y el que se humilla será enaltecido" (Lucas 18:10-14).
“Gracia y Paz”
Verdades Bíblicas