¿Cómo nacer de
nuevo?
Juan 3:1-7
“Había un hombre de los fariseos que se
llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y
le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer
estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo:
De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?
¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y
del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la
carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles
de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo”.
Cuenta este pasaje que en una ocasión, siendo de noche,
un hombre llamado Nicodemo se acercó a Jesús. Este hombre era un fariseo,
principal entre los judíos, miembro del Sanedrín, el cual era además reconocido
como un gran maestro entre su pueblo. Como judío, Nicodemo esperaba a un Mesías
que viniese a liberar a Israel del yugo del imperio romano y estableciera su
reino sobre la tierra, donde el pueblo judío sería el primero entre las
naciones y todos sus enemigos serían destruidos. Los fariseos se habían
declarado contrarios a Jesús y sus enseñanzas, y muchos buscaban eliminarlo.
Sin embargo, Nicodemo estaba muy intrigado por los milagros de Jesús y la
autoridad con que él hablaba. Admitía que había venido de parte de Dios por las
señales que hacía y aceptaba que era un maestro por sus grandes conocimientos
de las Escrituras. Pero, “¿habrá algo más en este hombre?”, se preguntaba
constantemente.
Jesús, reconociendo en el corazón de Nicodemo un genuino
deseo de conocer la verdad, le respondió de una manera que lo dejó estupefacto.
“De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios”, le dijo. “Nacer de nuevo” no es una frase fácil de entender,
mucho menos en aquellos tiempos en los que este concepto espiritual era
totalmente desconocido. Es una descripción idónea del proceso que se lleva a
cabo en nosotros cuando aceptamos a Jesucristo como nuestro Salvador y Señor.
No se trata simplemente de un cambio en la manera de ser o en la forma de
hablar, más bien el viejo estilo de vida termina y comienza una nueva vida en
el Espíritu que es completamente diferente. Por consiguiente tiene sentido
decir que hemos “nacido de nuevo”. Así les dijo el apóstol Pablo a los
cristianos de Éfeso: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en
vuestros delitos y pecados” (Efesios 2:1). Esto significa que ya no somos
aquellos que una vez vivimos en tinieblas y en pecado, sino más bien una nueva
creación que existe para la gloria de Dios. De esta manera lo describe Pablo en
2 Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las
cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.
Es muy importante que entiendas el profundo significado
de la enseñanza de Jesús a Nicodemo. Dios no se conforma con que simplemente
cambies en algunos aspectos. Es su deseo rehacerte totalmente. En esto hay una
gran diferencia. El viejo “yo” muere en este proceso, y la vida de Cristo se
manifiesta en su lugar. Pablo da testimonio de esto en su carta a los Gálatas,
al decir “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive
Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de
Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
Al aceptar a Jesucristo como salvador el Espíritu Santo
viene a morar en nosotros y así comienza este proceso de nacer de nuevo. Somete
tu vida totalmente al control del Señor, y permite que el Espíritu Santo lleve
a cabo en ti el maravilloso milagro del nuevo nacimiento.
ORACIÓN:
Mi amante Padre celestial, gracias por el sacrificio de
tu Hijo Jesús en la cruz del Calvario, quien dio su vida para que nosotros
tuviésemos nueva vida. Te ruego me ayudes a morir a la carne y a vivir de
manera que tu nombre sea glorificado. Por Cristo Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla