sábado, 5 de enero de 2013

EL COMPROMISO



Nehemías 6:1-3
“Cuando oyeron Sanbalat y Tobías y Gesem el árabe, y los demás de nuestros enemigos, que yo había edificado el muro, y que no quedaba en él portillo (aunque hasta aquel tiempo no había puesto las hojas en las puertas), Sanbalat y Gesem enviaron a decirme: Ven y reunámonos en alguna de las aldeas en el campo de Ono. Mas ellos habían pensado hacerme mal. Y les envié mensajeros, diciendo: Yo hago una gran obra, y no puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros”.

La palabra “Compromiso” encierra un gran significado, pero en términos sencillos se trata de un convenio, de una obligación contraída por medio de acuerdo, promesa o trato que se hace entre dos o más personas. En la Biblia encontramos que Dios pactó un compromiso con los hombres, y que su compromiso con los hombres fueron indefinidos.

La Biblia nos dice que Dios se acordó de su pacto con Israel. “Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob”, Éxodo 2:24. Dios llamó a Moisés para que liberte a su pueblo que estaba bajo el yugo de esclavitud en Egipto. Y respondió Dios a ese compromiso con Abraham, que haría de él una nación grande, que sería bendición a todas las naciones, y multiplicaría su descendencia y le daría esa tierra (Canaán) en heredad a su simiente.

Recordemos que José pidió a Faraón que se le concediera a su familia un lugar en Egipto. Luego surgió el temor en Faraón de que esta gente estaba creciendo demasiado y creyó que se  convertiría en un problema fuerte, entonces se lanzó un plan para detener el crecimiento. Éxodo 1:12 dice que “cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían”. Y los egipcios los esclavizaron y el pueblo de Israel comenzó a quejarse y elevó su corazón a Dios, acordándose de las promesas que el Señor les había hecho a sus padres, y Dios determinó darles la salida después de más de 400 años, parecía que Dios se había olvidado de ellos, pero Dios cumple sus promesas.

En el libro de Nehemías 6:1, leemos: “Cuando oyeron Sanbalat y Tobías y Gesem el árabe, y los demás de nuestros enemigos, que yo había edificado el muro, y que no quedaba en él portillo (aunque hasta aquel tiempo no había puesto las hojas en las puertas)”. Ya se había edificado, ya se había levantado, eso despertó la envidia, despertó la oposición, despertó la maquinación; y se dieron a criticar, a ridiculizar, a burlarse y a tratar de detener la obra. La oposición nunca cesará ni se demorará en llegar cuando se inicia una labor a favor del Señor.

Estos enemigos de la Obra fingen ser espirituales, fingen ser de ellos, de querer edificar con ellos, pero todo esto no era cierto, ellos querían meterse dentro del pueblo, querían camuflarse dentro del pueblo, y así comenzar a hacer daño, a murmurar, a desalentarlos. Nehemías logró mantener el ánimo y lo transmitió al pueblo; de tal manera que se mantuvo el pueblo, los ayudantes, y todos, para seguir adelante en este proyecto que habían comenzado.

Cuando estos enemigos de la Obra ven todo esto le enviaron a decir: “Ven y reunámonos”. Aparentemente era una reunión de paz, pero ellos estaban pensando hacer mal. Nehemías dice: “Mas ellos habían pensado hacerme mal. Y les envié mensajeros, diciendo: Yo hago una gran obra, y no puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros” (Nehemías 6:3). Este hombre de Dios demuestra que era él estaba comprometido con Dios, y con su obra, y con su pueblo.

Nehemías se negó rotundamente a ir a esas reuniones porque su compromiso no era con Sanbalat, ni con Tobías ni con Gesem el árabe, el compromiso de Nehemías era con Jehová de los ejércitos y con su pueblo, para él estaba claro con quien era el compromiso. Cuando una persona está comprometida con Dios y con su Obra, no se distrae, no quita la mirada del arado, siempre mira al frente y coloca su mirada en el Señor, no coloca la mirada en los seres humanos ni en las circunstancias. Nehemías era una persona comprometida con una causa, con una misión, no se deja distraer ni pierde el objetivo, ni pierde el plan.

Si miramos desde otro ángulo, Nehemías estaba bien al lado del rey, hubiera podido hacer caso omiso al informe de sus hermanos, pudo ser indiferente. Pero era un hombre de oración, sensible a la voz de Dios, que estaba en el palacio de un rey pagano pero vivía con Dios, que no se había desubicado ni aislado. Cuando alguien tiene un compromiso con Dios, no importa donde esté, está conectado con Dios, por eso no fue rebelde ni indiferente, atiende al llamado que le hace Dios a través del informe contado por sus hermanos, y se llena de compasión, de dolor al ver que sus hermanos estaban en semejante condición. Y ora a Dios, que si quiere le abra las puertas y que está dispuesto a ir a ayudar. Y Dios le dio gracia con el rey, y el monarca le permite ir porque sabía que Nehemías era un hombre de palabra, recto, serio y confiable.

El compromiso es necesario en la vida, la mayoría de los seres humanos quieren estar abiertos a toda opción, no quieren comprometerse con nada. La gente quiere llegar a la Iglesia y al Evangelio pero sin comprometerse. El Señor le dijo a las multitudes: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame… Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios… Así, pues, cualquiera de vosotros que  no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Mateo 16:24; Lucas 9:62; Lucas 14:33).

Uno le dijo a Jesús: “Señor, te seguiré adondequiera que vayas. Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza” (Lucas 9:58). Este hombre no continuó, porque se enteró que no había comodidades, que no había ganancias. “Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios” (Lucas 9:59-60). Una vez que uno se compromete, no se puede echar para atrás.

No podemos venir a hacer un compromiso y después decir que no lo sabíamos. Uno debe conocerlo, “porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula (considera) los gastos, a ver si tiene lo que necesita  para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar” (Lucas 14:28-30). Muchos quieren llegar a ser hombres de Dios, tener muchas cosas en el programa de Dios, pero nunca se han sentado por un instante a considerar como llegar allá, que precio o exigencia le demanda Dios.

Si usted Hermano es un Pastor, la Obra le demanda tiempo, el pueblo que pastorea le demanda tiempo; los programas de trabajo, de evangelización que llevan a otros a alcanzar a Cristo nos demanda tiempo; dar cursos de formación, de liderazgo, enseñarle a otros demanda tiempo; le demanda horas en las noches de estudio y de oración, días de ayuno, noches de vigilia, eso es servir a Dios, eso es estar comprometido. Algunos aparentemente son pastores, pero en la práctica no lo son porque no tienen un compromiso real con Dios. Si hay un llamado en el corazón de una persona, no se puede estar quieto, no puede cruzar los brazos y quedarse meses y meses quieto, cuando uno tiene un llamamiento es como tener un fuego dentro que no le deja tranquilo, que no le deja dormir, tiene que estar produciendo, tiene que estar haciendo algo, tiene que estar ocupado.

En 1 Samuel 10:26-27 nos dice: “Y envió Samuel a todo el pueblo cada uno a su casa. Saúl también se fue a su casa en Gabaa, y fueron con él los hombres de guerra cuyos corazones Dios había tocado. Pero algunos perversos dijeron: ¿Cómo nos ha de salvar éste? Y le tuvieron en poco, y no le trajeron presente; mas él disimuló”. Saúl era un hombre de campo, de fincas, era un hombre que tenía yuntas de bueyes que araban la tierra; en el capítulo 11 del mismo libro nos habla de que él se fue a su casa al ver que lo menospreciaron, que lo tuvieron en poco, y recordemos que cuando lo fueron a nombrar, se escondió, o sea, no quería el compromiso, no quería comprometerse, se escondió porque sabía lo que eso significaba estar al frente del pueblo, no era fácil, se asustó.

Y Saúl se entretuvo en su casa arando. Dios lo había llamado, lo habían ungido, pero su corazón no se había comprometido para esa labor. Hay gente ungida, que Dios le ha llamado, con capacidades, Dios no puede poner a alguien para lo cual no somos capaces, nos permite cosas conforme a nuestra capacidad. Pero Saúl estaba en el campo.

Nahas amonita viene y acampa contra los de Jabes de Galaad (una de las tribus), y comienza a hacerles presión, a amenazarlos, a humillarlos, a desesperarlos, y entonces los de Jabes se sentían sin rey que los defendiera, que los ayudara, y viéndose en estrecho dijeron: “Haz alianza con nosotros, y te serviremos” (1 Samuel 11:1). “Y Nahas amonita les respondió: Con esta condición haré alianza con vosotros, que a cada uno de todos vosotros saque el ojo derecho, y ponga esta afrenta sobre todo Israel” (1 Samuel 11:2). Porque no solamente era perder el ojo, era perder el honor, era perder el testimonio de Dios, era perder todo, se iban a burlar los pueblos y las naciones; iban a perder el ojo derecho por cobardes, por pusilánimes, por medrosos, porque no fueron capaces de enfrentar al adversario, al enemigo, se llenaron de miedo.

El diablo trata de negociar con nosotros la visión, trata de negociar el compromiso con Dios, no podemos perder el honor, no podemos perder lo que Dios nos ha dado. La Obra ha crecido por la gracia y misericordia de Dios, Él es el que abre las puertas, Él es quien toca los corazones, quien provee, que pone en nosotros el querer como el hacer por su buena voluntad. Nosotros estamos comprometidos con Dios, comprometidos a no ceder, a no retroceder, a no bajar la guardia, a mantenernos en la senda, en la brecha, no importa la persecución, no importa la difamación, no importa el menosprecio, eso no nos detendrá, eso no nos va a desanimar, nosotros hemos “puesto los ojos en Jesús, el autor y consumador (preservador) de la fe” (Hebreos 12:2).

“Entonces los ancianos de Jabes le dijeron: Danos siete días, para que enviemos mensajeros por todo el territorio de Israel; y si no hay nadie que nos defienda, saldremos a ti” (1 Samuel 11:3). Y se fueron a pregonar ese mensaje a las demás tribus, y el que iba oyendo comenzaba a llorar. “Y he aquí Saúl que venía del campo, tras los bueyes; y dijo Saúl: ¿Qué tiene el pueblo que llora? Y le contaron las palabras de los hombres de Jabes. Al oír Saúl estas palabras, el Espíritu de Dios vino sobre él con poder; y él se encendió en ira en gran manera. Y tomando un par de bueyes, los cortó en trozos y los envió por todo el territorio de Israel por medio de mensajeros, diciendo: Así se hará con los bueyes del que no saliere en pos de Saúl y en pos de Samuel. Y cayó temor de Jehová sobre el pueblo, y salieron como un solo hombre” (1 Samuel 11:5-7). Saúl cuando vio esta situación se olvidó del menosprecio de los perversos, se olvidó de los malos comentarios, se dio cuenta que estaba evadiendo su compromiso con Dios.

Por eso el hombre de Dios que está comprometido, no se puede desviar, nadie que milita, que ha sido reclutado, puede enredarse en los negocios ajenos a fin de no agradar aquel que le tomó por soldado, ninguna persona que Dios ha llamado puede entretenerse y seguir como si nada hubiera pasado, alistando todas las mañanas sus bueyes y trayéndolos de nuevo en la tarde.

Dios nos está reclamando un compromiso de verdad, una entrega total, y lo primero que tenemos que hacer es sacrificar los bueyes. Aquellos bueyes que nos tienen separado del trabajo y de la responsabilidad dada, esos bueyes que nos tienen entretenidos y que no nos dejan ver la necesidad de otros y no nos dejan oír el clamor y el llanto de otros. Entonces Saúl fue y liberó a su pueblo y Dios le dio una gran victoria contra los amonitas y el pueblo lo reconoció, se dio cuenta que de verdad Dios lo había puesto, lo había probado ahora. Al matar, al sacrificar los bueyes, fue el día en que él se comprometió, fue el día en que sacrificó el impedimento para un compromiso verdadero con Dios.

Mientras no sacrifiquemos nuestros ídolos, mientras no sacrifiquemos lo que nos tiene indiferentes, mientras no sacrifiquemos lo que nos tiene aislados de los propósitos de Dios, no habrá verdadero crecimiento, no habrá avance si no sacrificamos todo esto en el altar, por eso el apóstol Pablo nos dice: “Os ruego por la misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:1-2).

Dios quiere que tengamos un compromiso de verdad con esta Obra, que no sea solamente de labios sino de corazón, ríndale a Dios su vida, renueve su compromiso, no haga alianzas con el enemigo, no pierda la visión, sacrifique lo que tenga que sacrificar, no pierda lo que Dios le ha dado, manténgase fiel a toda costa, no importa que le critiquen, no importa que le tengan en poco, que le menosprecien. Haga un compromiso con Dios, si no lo ha hecho hágalo ya, y si ya lo ha hecho renuévelo, hoy es el día de comprometernos con Dios y con su Obra.

“Gracia y Paz”
Aprendiendo la Sana Doctrina

¿ESTÁS ESPERANDO EL TRIUNFAL REGRESO?



Apocalipsis 1:17, 18
"Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades."

Muchos cristianos pasan por alto el libro de Apocalipsis porque piensan que no pueden entenderlo. Lo consideran demasiado misterioso y complicado, y cuando tratan de leerlo se sienten abrumados con las expresiones simbólicas de su contenido, al extremo que pierden el punto clave del libro: Nuestro Señor Jesucristo. La palabra griega “apokalypsis” significa “revelación”, “quitar el velo”. Eso es precisamente lo que este libro hace en relación al unigénito Hijo de Dios, el cual es exaltado como el centro de Apocalipsis porque Dios desea que veamos a su Hijo como realmente es: nuestro Salvador, quien es digno de nuestra adoración, alabanza, honor y gloria.

Cuando estudiamos cuidadosamente este libro, vemos que Jesús es:
• El Señor de Su Iglesia (Apocalipsis 1:12-19).
• El Cordero que fue sacrificado por nuestra redención (Apocalipsis 5:1-13).
• El Rey de reyes (Apocalipsis 19:11-16).
• El Juez de toda la humanidad (Apocalipsis 14:6, 7).

Y cuando Jesús regrese a la tierra en toda Su gloria, toda rodilla se doblará, y cada lengua confesará que él es el Señor (Romanos 14:11): "Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios". Nadie será capaz de negar su majestad. ¿Cómo se relaciona esta declaración con nosotros hoy en día? Cada uno de nosotros tiene la oportunidad de recibir a Jesucristo en su vida y de conocerle como Señor y Salvador. Y si nuestra vida en este mundo termina antes de que él vuelva, todos los que le hemos recibido sabemos que él ha preparado lugar para nosotros en el cielo. Pero si aún estamos aquí cuando él venga otra vez, sabemos también que nos llevará con él. De una manera u otra, tenemos la plena seguridad de que pasaremos la eternidad junto a nuestro Señor. Esto prometió Jesús en Juan 14:2-3: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”.

¿Estás listo para la segunda venida de Jesús? ¿Esperas con ansiedad el momento en el que él regrese a llevar a casa a sus amados? Si no estás seguro de cual es tu condición espiritual, examina tu corazón. Si aún no has aceptado a Jesucristo como tu Salvador puedes hacerlo ahora mismo. La Biblia dice en Romanos 10:9-10 "que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación".

Es decir, sólo tienes que creer lo que dice la Biblia acerca de Jesucristo, y con tus propias palabras elevar una oración al cielo reconociendo tu condición de pecador y la necesidad de un Salvador que es Cristo Jesús. Pídele que venga a morar en tu corazón por siempre. Al hacerlo, su sangre derramada en la cruz te limpia de todo pecado y recibirás el regalo de la vida eterna.

ORACIÓN:
Amante Dios, te doy gracias una vez más por Jesucristo, por su nacimiento, su muerte y su resurrección. Porque por él me has dado entrada al Reino de los cielos, y en él baso mi esperanza de que estaré junto a ti por toda la eternidad. Te alabo y exalto tu nombre. Por Cristo Jesús, mi Rey y mi Señor, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

PERDONAR O CULPAR



Colosenses 3:12-17
“Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él”.

Decir: “La culpa no es mía”, es una actitud generalizada hoy día. Para evitar la responsabilidad por sus actos, las personas culpan a otros: “No le gritaría tanto a mis hijos, si mi madre me hubiera amado más”, o “No hablaría mal de mi jefe, si él me demostrara respeto”. El resentimiento crece hasta que la víctima se ciega a todo, menos a cómo su vida ha sido afectada por las acciones de otra persona. Entonces culpar a otros es fácil. Pero Dios nos manda perdonar a quienes nos hieran.

El Padrenuestro menciona varias de las responsabilidades de Dios para con nosotros: perdonar a los deudores (Mateo 6:12). La alusión a la deuda describe bien al pecado. Una persona que ha sido agraviada, siente usualmente que la parte responsable le debe una disculpa o desagravio. Pero al mostrar misericordia a alguien que ha pecado, usted pone un sello de “cancelado totalmente” a su deuda. Ya no se requiere ninguna compensación o retribución.

A veces, nuestras heridas son tan profundas que el perdón no viene fácilmente. Recuerde que Jesús lleva las cicatrices de los pecados de otros, también, y que su Espíritu Santo capacita a los creyentes para cumplir con esta difícil tarea. Aunque es posible que su deudor no haya hecho nada para merecer misericordia, decida dársela de todos modos, así como Jesús la tuvo con usted.

Cuando Dios nos perdona, nunca más se acuerda de nuestros pecados (Jeremías 31:34). Esto no significa que ellos nunca ocurrieron, sino que el Señor se niega a utilizarlos como una razón para castigarnos. Él estableció el patrón en cuanto a la eliminación de la deuda, y nosotros debemos seguir su ejemplo (Mateo 6:15).

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

NINGUNO PUEDE VENIR Á MÍ, SI EL PADRE QUE ME ENVIÓ NO LE TRAJERE...



Juan 6:44
“Ninguno puede venir á mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero”.

La mayor parte del tiempo, estamos tan ocupados ganándonos la vida, o buscando los deseos de la carne, y solucionando los problemas diarios, que el pensar en Dios; y que debemos abandonar nuestros pecados y acudir a Él apenas entra en nuestra mente. Las escrituras enseñan que a menos que el Padre nos hable, y atraiga nuestro corazón a Cristo, seguiremos en nuestra senda de abandono y pecado que lleva a la eterna vergüenza y desprecio, y la separación de todo lo que es bueno y agradable. Si la idea entra a tu cabeza, o la sugerencia entra tu corazón que debes recibir a Cristo y vivir por Él, este es el momento que El Espíritu Santo te está diciendo, “HIJO, YA ES HORA”. En aquel momento El Padre te atrae, y la puerta de la salvación está abierta. Es cuando el ángel mueve las aguas y que la curación se te ofrece.

He aquí, ahora es el tiempo, hoy es el día de la salvación. Tal vez recibirás otra llamada… ¿Pero quién sabe? La vida es corta y la eternidad larga. Jesús es nuestro afable y misericordioso Salvador. Están abiertos sus brazos. ¿Y los tuyos también?

“Gracia y Paz”
Un Versículo de la Biblia cada Día