Juan 11:3-6
“Enviaron, pues, las hermanas para decir a
Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo. Oyéndolo Jesús, dijo: Esta
enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de
Dios sea glorificado por ella. Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro.
Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde
estaba”
Juan 11:17-21
“Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya
cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. Betania estaba cerca de
Jerusalén, como a quince estadios; y muchos de los judíos habían venido a Marta
y a María, para consolarlas por su hermano. Entonces Marta, cuando oyó que
Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa. Y Marta dijo a
Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto”.
El primero de los dos pasajes dice que Jesús amaba a
Marta, a su hermana María, y a su hermano Lázaro. Por eso, ellas le mandaron
decir “Señor, he aquí el que amas está enfermo”. Su expectativa era que tan
pronto Jesús recibiera su mensaje, vendría y sanaría a su hermano. Sin embargo,
cuando Jesús oyó la noticia “se quedó dos días más en el lugar donde estaba”.
Pasaron esos dos días, y otros más transcurrieron de
manera que cuando Jesús llegó a la aldea de Betania “halló que hacía ya cuatro
días que Lázaro estaba en el sepulcro”. Cuando Marta se encontró con Jesús
frente a frente, estaba muy decepcionada por la “tardanza” del Señor.
Ciertamente ella lo esperaba mucho antes, pero él no vino de inmediato, y dejó
que Lázaro muriera. Por eso le dijo a Jesús: “Señor, si hubieses estado aquí,
mi hermano no habría muerto”. Casi podemos sentir en estas palabras el tono de
reproche saliendo del frustrado corazón de Marta. Ella no podía entender el por
qué Jesús no había venido inmediatamente a sanar a su hermano. ¡Qué decepción!
¡Lázaro podría estar vivo y sano!
Cuando una persona sufre una decepción en la vida, lo más
probable es que se culpe a sí misma o a los demás. La decepción es una
respuesta emocional ya sea a nuestra incapacidad o a la imposibilidad de los
demás para cumplir nuestros deseos, o una esperanza, o una meta. Es un
sentimiento de frustración que se produce cuando alguien no ha satisfecho
nuestras expectativas. Esto puede llevarnos a perder la confianza en quien
confiábamos, incluso hasta de una persona que amamos.
Cuando las cosas no resultan como deseábamos, cuando al
final el resultado es totalmente distinto a lo que esperábamos, es muy fácil decepcionarnos.
Todo el mundo reacciona de diferente manera, pero en sentido general puede
decirse que lo común es caer en un estado de frustración, en el que se mezclan
sentimientos de amargura, desaliento, desencanto, coraje. Indudablemente Marta
y María hicieron lo correcto: acudieron al único que podía sanar a su hermano,
pero cuando el resultado fue diferente a lo que ellas esperaban, se
decepcionaron.
Dios siempre tiene un propósito al permitir decepciones y
frustraciones en nuestra vida. Él puede impedirlas, pero su principal objetivo
es que creamos que él puede resolver nuestro problema y que confiemos en él
aunque las circunstancias sean negativas. La situación en la que se encontraban
Marta y María no podía ser más negativa. Una creencia judía decía que si
alguien moría, su espíritu andaba rondando por tres días, y tal vez podía
regresar al muerto. Por eso cuando Jesús ordenó que quitaran la piedra del
sepulcro, Marta dijo: “Señor, hiede ya, porque es de cuatro días”. Y Jesús le
contestó: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” Seguidamente
quitaron la piedra y Lázaro salió caminando de la tumba. ¡Y la gloria de Dios
se manifestó sobre ellos!
Si tú has estado orando por una situación específica, y
no has obtenido respuesta, o las cosas no marchan como esperabas, sigue
confiando y esperando en Dios pues él te está preparando para algo mucho mejor
y más grande de lo que tú eres capaz de imaginar.
Oración:
Amado Padre Celestial, te ruego que aumentes mi fe para esperar
y confiar sólo en ti, aunque tu respuesta tarde más de lo que yo quisiera y las
circunstancias se tornen aún más negativas. Ayúdame y fortaléceme para entender
y aceptar que todo es en tus tiempos y no en los míos. En el nombre de Jesús,
Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla