Génesis 3:1-7
"Pero la serpiente era
astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la
cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del
huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del
huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto
dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la
serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que
comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el
bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era
agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de
su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.
Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos;
entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales".
Sabemos que tenemos un Dios
amoroso que desea guiar a sus hijos hacia firmes y sabias decisiones. Sin
embargo, muchas veces pedimos a Dios su dirección pero no siempre seguimos su
consejo. ¿Qué podemos esperar cuando ignoramos sus instrucciones? En el pasaje
de hoy encontramos a Eva enfrentando un conflicto entre lo que Dios le había
dicho y lo que la serpiente le estaba asegurando. Tristemente, ella decidió
basar su decisión en las palabras del tentador y como resultado la comunión que
había entre ella y Adán con su Creador quedó interrumpida. Como consecuencia el
pecado entró al mundo. Este error pone de manifiesto la trampa en la que caemos
con frecuencia al tomar decisiones día a día, cuando escuchamos las voces
equivocadas. Eva conocía perfectamente lo que Dios esperaba de ella, sin
embargo cayó en la seducción de la oferta de Satanás. Ella valoró cada opción
considerando los deseos de su propio corazón y desdichadamente escogió la que
más le atraía en lugar de la que más le convenía. Aquel fruto “era agradable a
los ojos”.
El pueblo de Israel también
escuchó, a través de su líder Moisés, las instrucciones de Dios en relación a
la tierra prometida: “Jehová te bendecirá con abundancia en la tierra que
Jehová tu Dios te da por heredad para que la tomes en posesión, si escuchares
fielmente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y cumplir todos estos
mandamientos que yo te ordeno hoy” (Deuteronomio 15:4-5). Está absolutamente
claro que las bendiciones de Dios dependían de que ellos obedecieran. Sin
embargo, ellos decidieron hacer lo que estimaron conveniente. Por eso, a pesar
de que fueron liberados de la esclavitud de Egipto, no pudieron disfrutar de la Tierra Prometida
sino que murieron en el desierto. En Números 14:21-23 Dios declaró: “Mas tan
ciertamente como vivo yo, y mi gloria llena toda la tierra, todos los que
vieron mi gloria y mis señales que he hecho en Egipto y en el desierto, y me
han tentado ya diez veces, y no han oído mi voz, no verán la tierra de la cual
juré a sus padres; no, ninguno de los que me han irritado la verá”.
Cuando seguimos similares
patrones en nuestra vida, en efecto estamos diciendo: "Señor, gracias por
tu consejo, pero voy a hacer las cosas a mi manera". Y aunque no digamos
estas palabras en voz alta, realmente nuestras acciones están comunicando este
mensaje. Debemos ser muy cuidadosos al responder al llamado de Dios, pues la
desobediencia siempre trae malas consecuencias. Dios se ha hecho a sí mismo
accesible y disponible. Él desea que busquemos su consejo al momento de tomar
decisiones, y una vez sabemos cual es su voluntad debemos seguirla fielmente,
pues él conoce perfectamente todas las circunstancias que nos rodean, en el
presente y en el futuro, y su deseo es bendecirnos abundantemente.
Lee la palabra de Dios cada día
de tu vida, pon atención a sus mandamientos y obedece. Entonces el Señor te
bendecirá abundantemente.
ORACIÓN:
Padre santo, te pido perdón por
las tantas veces en que no he escuchado tu voz por estar poniendo atención a
otras voces, o cuando, aún habiendo escuchado tus instrucciones, decidí en
cambio seguir mis propios caminos. En este momento te ruego que eches fuera de
mí todo espíritu de desobediencia y rebeldía, y que sea tu Santo Espíritu
guiándome en cada una de las decisiones que yo tenga que tomar. En el nombre de
Jesucristo, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla