¿Estas testificando a Cristo con amor?
2 Timoteo
2:22-26
“Huye también de
las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los
que de corazón limpio invocan al Señor. Pero desecha las cuestiones necias e
insensatas, sabiendo que engendran contiendas. Porque el siervo del Señor no
debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido;
que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda
que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en
que están cautivos a voluntad de él”.
En estos tiempos
en que vivimos, cada día resulta más difícil testificar de nuestro Señor
Jesucristo sin que alguien se sienta “ofendido”, y por lo tanto arriesgarnos a
dar lugar a una discusión o a un debate que por regla general no tiene los resultados
que Dios espera de nuestro testimonio como hijos suyos. Entonces, ¿qué debemos
hacer? ¿Debemos callarnos para evitar contiendas?
En la escritura
de hoy, parte de la segunda carta del apóstol Pablo a Timoteo, nos indica una
pauta a seguir. En esta carta Pablo le da varios consejos a su joven discípulo,
y entre ellos lo exhorta a predicar la palabra de Dios y a testificar a todos,
pero sin entrar en contiendas ni discusiones, sino siendo "amable para con
todos”. A aquellos que se oponían a la verdad, él debía corregirlos con
mansedumbre, es decir humildemente y con amor. Para lograrlo, Pablo aconseja a
Timoteo lo siguiente: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como
obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”
(v.15).
En la Epístola de Judas apóstol
leemos lo siguiente: “En el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según
sus malvados deseos. Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no
tienen al Espíritu. Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima
fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A algunos que dudan,
convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened
misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne”.
En primer lugar
debemos edificarnos diariamente sobre nuestra “santísima fe, orando en el
Espíritu Santo”, y mantenernos firmes en la gracia y la misericordia de nuestro
Señor. De esta manera estaremos siempre preparados para exponer y defender los
principios del evangelio. Cuando se presente la oportunidad, debemos hablar a
aquellos que dudan, o a los que no entienden espiritualmente los principios que
pueden salvar sus almas, o a los que ardientemente se niegan a abandonar la
vida de pecados. A todos debemos expresar la verdad de la palabra de Dios sin
temor, pero siempre con amor y respeto. Entonces el Espíritu Santo hará su obra
en cada uno de ellos.
El apóstol Pedro,
en su primera carta, nos aconseja lo siguiente: “No os amedrentéis por temor de
ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones,
y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia
ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro
3:14-15). No debemos cohibirnos de defender la razón de nuestra esperanza: la
muerte y resurrección de Jesucristo. Pero siempre debemos hacerlo con
“mansedumbre y reverencia”.
Aprendamos de
esta enseñanza y apliquémosla a nuestras vidas. Debemos siempre tener en cuenta
que los que se oponen a nosotros no son nuestros enemigos, sino víctimas del
enemigo. Ellos pueden ser rescatados por la verdad divina, pero debemos
testificar de ella con amor. La verdad que se dice en amor es capaz de impactar
el espíritu. La verdad sin amor es un dogma que no toca el corazón. El amor sin
verdad es sentimentalismo que no desafía la voluntad.
Cuando se habla
la verdad con amor, el Espíritu de Dios puede usarla para cambiar la manera de
pensar de otra persona. El testimonio que mueve a un alma perdida al
arrepentimiento es aquel que muestra la verdad del evangelio de Cristo bajo la
dirección del Espíritu Santo y la manifestación del amor de Dios. ¿Puedes tú testificar
de esta manera? Pide al Señor que te ayude.
ORACIÓN
Padre eterno, te
ruego me llenes de tu Santo Espíritu, para ser buen testigo de tu amor, para
que, cuando se presente la oportunidad, yo hable a aquellos que dudan, o a los
que no entienden espiritualmente los principios que pueden salvar sus almas, o
a los que ardientemente se niegan a abandonar sus vidas de pecado. Dame sabiduría
para expresar la verdad de tu Palabra sin temor, pero siempre envueltas en tu
precioso amor. Toca con tu poder el corazón de aquellos que reciban esas
palabras. Por Cristo Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla