En el "Salón
de la Fama de la Fe " de Hebreos 11, solo se
mencionan dos mujeres por su nombre: Sara, la esposa de Abraham (v. 11), y
Rahab, la ramera de Jericó (v. 31). Sara fue una mujer piadosa, la esposa del
fundador de la raza hebrea; y Dios utilizó su cuerpo consagrado para traer al
mundo a Isaac. En cambio, Rahab era una gentil impía que adoraba dioses paganos
y vendía su cuerpo por dinero. Humanamente hablando, Sara y Rahab no tenían
nada en común. Pero desde el punto de vista divino, Sara y Rahab compartían la
cosa más importante de la vida: ambas ejercieron una fe salvadora en el Dios
vivo y verdadero. La Biblia
no solo asocia a Rahab con Sara, sino que en Santiago 2:21-26 también está
asociada con Abraham. Santiago usó los ejemplos de Abraham y Rahab para
ilustrar el hecho que la verdadera fe para salvación siempre se demuestra con
buenas obras. Pero todavía hay más: ¡La Biblia asocia a Rahab con el Mesías!
Cuando usted lee la genealogía del Señor Jesucristo en Mateo 1, encuentra en la
lista el nombre de Rahab (v. 5), aliado de Jacob, David, y de otros miembros
famosos del linaje mesiánico. ¡Sin duda fue un gran avance, desde haber sido
una prostituta pagana hasta convertirse en antepasada del Mesías! "Mas
cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia" (Romanos 5:20). Pero
recuerde que lo más importante acerca de Rahab era su fe. Esa es la cosa más
importante en cuanto a cualquier persona, ya que "sin fe es imposible
agradar a Dios" (Hebreos 11:6). No todo lo que se denomina "fe"
es, en realidad, fe verdadera, la clase de fe que se describe en la Biblia. ¿Qué clase de fe
tuvo Rahab? Una fe valiente (Josué 2:1-7).
Tanto Hebreos 11:31
como Santiago 2:25 indican que Rahab había puesto su fe en Yahweh Dios antes de
que los espías llegaran por primera vez a Jericó. Al igual que la gente de
Tesalónica, ella se había convertido "de los ídolos a Dios, para servir al
Dios vivo y verdadero" (1 Tesalonicenses 1:9). No fue como la gente de
Samaria siglos después, que "temían a Yahweh, y [al mismo tiempo] honraban
a sus dioses" (2 Reyes 17:33). Jericó era una de muchas
"ciudades-estado" de Canaán, cada una de las cuales era gobernada por
un rey (véase Josué 12:9-24).
La ciudad abarcaba
unas tres o cuatro hectáreas, y hay evidencias arqueológicas que estaba
protegida por murallas dobles de unos cinco metros de altura. La casa de Rahab
estaba en el muro de la ciudad (Josué 2:15).
Mientras tanto,
Jericó era una ciudad estratégica en los planes de Josué para la conquista de
Canaán. Después de tomar Jericó, Josué podía atravesar todo el territorio para
dividirlo; de esa manera sería mucho más fácil derrotar a las ciudades del sur
para seguir después con las del norte.
Cuarenta años
atrás, Moisés había enviado doce espías a Canaán; solamente dos de ellos habían
dado un informe alentador (Números 13). Josué envió a dos hombres a espiar el
territorio y especialmente para obtener información acerca de Jericó. Josué
quería saber cómo habían reaccionado los habitantes de la ciudad ante la
llegada del pueblo de Israel. Como Josué sabía que Dios ya le había entregado
la tierra y la gente, el hecho de enviar espías no fue un acto de incredulidad
(véase 1:11, 15). Un buen general quiere saber todo lo que pueda acerca del
enemigo antes de ir a la batalla. ¿Cómo lograron los espías llegar a la ciudad
sin ser reconocidos de inmediato como extranjeros? ¿Cómo se encontraron con
Rahab? Ciertamente debemos creer en la providencia de Dios al ver cómo se
desenvuelve este drama. Rahab era la única persona en Jericó que creía en el
Dios de Israel, y Dios condujo a los espías directamente a ella.
Hablemos un poco
sobre Rahab. La palabra hebrea traducida como "ramera" también puede
significar "persona que atiende una posada". Si todo lo que
tuviéramos fuera el texto del Antiguo Testamento, podríamos eximir de
inmoralidad a Rahab llamándola "propietaria de una posada". Pero no
hay escape, ya que en Santiago 2:25 y Hebreos 11:31, los escritores emplean la
palabra griega que significa definitivamente "una prostituta".
Es extraordinario
cómo Dios, en su gracia, utiliza a personas de quienes nosotros jamás
pensaríamos que pudieran ser sus servidoras. Pablo nos recuerda: "Sino que
lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del
mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo
menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin que
nadie se jacte en su presencia" (1 Corintios 1:27-29). Jesús era
"amigo de publicanos y de pecadores" (Mateo 11:19), ¡Y Él no se
avergonzó de tener en su árbol genealógico a una mujer que había sido una
prostituta!
Rahab puso su vida
en peligro cuando albergó y escondió a los espías, pero esa fue en sí misma una
prueba de su fe en el Señor. La verdadera fe para salvación no puede esconderse
mucho tiempo. Puesto que estos dos hombres eran representantes del pueblo de
Dios, ella no tuvo temor de colaborar en su causa. Si el rey se hubiera
enterado del engaño, seguramente la habría matado por traidora.
Rahab ya era
creyente en ese momento, y debemos preguntarnos ¿cómo justificamos sus
mentiras? Por una parte, ella demostró su fe en el Señor al arriesgar su vida
para proteger a los espías; pero, por la otra, actuó como cualquier pagano de
la ciudad cuando mintió acerca de sus huéspedes. Quizá esperamos demasiado de
un nuevo creyente, cuyo conocimiento de Dios era suficiente para su salvación,
aunque ciertamente limitado en lo tocante a cosas prácticas de la vida. Si
creyentes de muchos años como Abraham e Isaac recurrieron al engaño (Génesis
12:10-20; 20; 26:6-11), y también lo hizo David (1 Samuel 21:2), mejor sería
que no fuéramos demasiado duros con Rahab. Pero esto no constituye ninguna
excusa o incentivo para mentir; simplemente nos invita a considerar las
circunstancias en que ella se encontraba para que no la condenemos tan
severamente. Mentir es malo (Proverbios 12:22), y el hecho que Dios permitiera
que las mentiras de Rahab quedaran registradas en las Escrituras no es ninguna
prueba que Él las apruebe. Sin embargo, debemos confesar que la mayoría de
nosotros también vacilaría en decir la verdad si se tratara realmente de una
cuestión de vida o muerte. Una cosa es que yo diga la verdad acerca de mí mismo
y sufra por ello; pero, ¿acaso tengo yo el derecho de ocasionar la muerte de
otros, especialmente de los que han llegado a mi casa en busca de protección?
Muchas personas han sido condecoradas por haber engañado al enemigo en tiempos
de guerra, salvando así vidas inocentes. ¡Y estos eran tiempos de guerra!
Suponiendo que esto nos permitiera ver a Rahab como una "guerrillera por la
causa de la libertad", ¿cambiaría el cuadro siquiera algo? Dejando a un
lado las cuestiones éticas, la lección más importante aquí es que la fe de
Rahab era evidente, y ella lo demostró al recibir a los espías y arriesgar su
vida para protegerlos. Santiago vio sus acciones como prueba que era una
creyente en verdad (Santiago 2:25). La fe de Rahab no fue una fe oculta; los
espías pudieron decir que ella era, sin duda, una creyente que poseía además
una fe valiente.
¡Gracia y Paz!