lunes, 29 de abril de 2013

VERDADEROS ADORADORES




“Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:23-24).

“Gracia y Paz”

¿CONFIESAS TÚ TUS PECADOS?



1 Juan 1:9
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.

El pasaje de hoy nos ofrece una de las promesas más maravillosas de la Biblia. Si confesamos nuestros pecados, entonces Dios perdona nuestros pecados y nos limpia de toda maldad. Está expresada de manera muy clara, sin embargo hay muchos cristianos que no entienden esta verdad en su totalidad y por lo tanto no la aplican a sus vidas. Debemos tener en cuenta que esta carta del apóstol Juan (la primera de tres cartas que él escribió) no fue escrita para los no creyentes con el fin de hablarles de la salvación de sus almas, sino que está dirigida a los creyentes para ayudarles a caminar con el Señor. También nos ayuda a conocer la diferencia entre nuestra relación con Dios y nuestra comunión con él.

Nuestra relación con Dios fue establecida desde el día en que genuinamente abrimos nuestro corazón aceptando a Jesucristo como salvador. En ese momento, por medio de la sangre derramada en la cruz del Calvario, fuimos perdonados, justificados y hechos hijos de Dios (Juan 1:12; Gálatas 4:4-7). El Espíritu Santo viene a morar en nosotros y comienza el proceso de santificación en nuestras vidas, el cual tiene como fin eliminar los hábitos y costumbres del pasado que no glorifican a Dios, fortalecer nuestra fe, darnos crecimiento espiritual, transformarnos y pulirnos, con el fin de que lleguemos a ser “conformes a la imagen de su Hijo” (Romanos 8:29).

Durante este proceso, debido a la debilidad de nuestra naturaleza carnal, en ocasiones caeremos en pecado. Entonces el Espíritu Santo nos redarguye, y nos sentimos mal, y nos arrepentimos de haber pecado. Y venimos ante Dios, y le pedimos perdón, y salimos con un verdadero sentido de haber sido perdonados, satisfechos con nuestra condición espiritual. Pero cuando menos lo esperamos nos encontramos repitiendo el mismo pecado de nuevo, y necesitando otra vez el mismo perdón. Nuestra relación con Dios, como hijos suyos, está sellada por el Espíritu Santo, pero nuestra comunión con el Señor sí puede ser afectada negativamente por los pecados que permanecen en nuestras vidas. Por eso es necesario arrepentirnos de nuestros pecados y confesarlos. Un pecado no confesado es un pecado cuya raíz permanece en nuestro corazón y en cualquier momento puede brotar, y va a afectar nuestra comunión con Dios, y va a contaminar a los que nos rodean. Así lo advierte Hebreos 12:15: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”

El pecado constituye un obstáculo en nuestro caminar con el Señor, y hay que eliminarlo de nuestras vidas. En la carta a los Hebreos se expresa de esta manera: “Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:1-2). Es necesario despojarnos de todo aquello que interfiera en nuestra comunión con Dios, y enfocarnos en Jesús y las enseñanzas que él nos dejó.

Si nos quebrantamos de corazón y confesamos nuestros pecados de manera clara y específica, Dios nos perdona y nos limpia de toda maldad. Esta es la manera de tener una comunión profunda y libre de obstáculos con Jesucristo, quien es la fuente de tu fortaleza y quien te guiará, te protegerá y te proveerá cada día de tu vida. La confesión diaria es esencial en tu comunión con Dios, y debe formar parte de tu tiempo de oración. Esto debes hacerlo diariamente si quieres mantener una comunión viva y eficaz con tu Padre celestial.

ORACIÓN:
Padre santo, te doy gracias por tu misericordia al perdonarme a pesar de mis fallas. Confieso delante de ti todos mis pecados y te pido perdón por todos ellos. Ayúdame a ser fiel a tu palabra y, como dices en tu palabra, enséñame a velar por mi salvación con temor y temblor para que mi comunión contigo sea cada día más profunda y significativa. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

ORACIÓN



Padre eterno, hoy te agradezco por la vida que me das, agradezco tu misericordia y tu perdón, se que eres clemente, compasivo, lento para la ira y grande en amor. Tal vez durante este día me enfrentare con circunstancias, eventos y personas que me causen molestia, desagrado o incluso ira. Dios, tú conoces mi naturaleza pecaminosa, ayúdame a buscar tu rostro, ayúdame a caminar a tu lado. Forma en mi un espíritu semejante al tuyo, que perdone, que sea clemente, compasivo, lento para la ira y grande en amor. Abre mis ojos y ayúdame a comprender que puedo mejor cada día, sin necesidad de caer en la arrogancia, los enojos, los gritos e insultos, la inclemencia y el rencor, por favor ayúdame a vivir en los frutos de tu Santo Espíritu, en el nombre de Jesús, Amen.

“Gracia y Paz”